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Barcelona B - Real Balompédica | La crónica
Pues sí, hay vida después del Clásico. Vida para seguir sufriendo. La Balompédica enlazó en el Johan Cruyff su segunda derrota de la temporada y lo que es peor, dejó la sensación de que todos los pecados cometidos ante el Algeciras no fueron consecuencia de esa mala tarde que tiene cualquiera a la que con insistencia se refería el recordado Chiquito de la Calzada. Y así, por supuesto, es mucho más complicado esperar la indulgencia de su gente.
Empieza a resultar irritante que cada vez que el rival merodea por el área de castigo -el que le puso ese apelativo conocía seguro lo que iba a pasar en la Balona esta temporada- la jugada o acabe en gol o en susto mayúsculo. El equipo de La Línea comienza ganando antes del minuto dos un encuentro que debe servirle de tabla de salvación tras una catástrofe [deportiva se entiende] y le falta contundencia y amor propio para evitar que le levanten el marcador en un ratito. Esta Balona está falta de un jugador con jerarquía. Un tipo de esos, generalmente mal encarados, que pegue tres voces y coja a un compañero por la pechera si se tercia. Está falta de un Romerito en el campo. Lo que no deja de ser una dolorosa paradoja.
La Balona salió bien. Muy bien. Como si de verdad estuviese dispuesta a callar bocas. Bueno, sobre todo Coulibaly, que a los 15 segundos ya había estrellado un balón en el larguero. Y un minutillo después se aprovechó de que al meta local Arnau Tenas se le atragantó una entrega al pie para empujarle el balón y poner el partido 0-1. Tiene narices que el francés sea el pichichi de este equipo porque los delanteros ni están, ni se les espera.
Era el escenario soñado. Por si fuera poco, Víctor Mena le pegó de dulce a un golpe franco, pero el guaravallas barcelonista se redimió -él sí- de su error anterior y sacó una mano impresionante a la escuadra.
Pero ese comienzo fulgurante no era más que un espejismo. En el ocho en una jugada de mil toques en un costado del filial blaugrana, Víctor Mena y Alhassan Koroma permitieron a Guillem -vaya pinta de buen pelotero que tiene- centrar sin apenas oposición y Rodado, que venía de firmar un doblete, le robó la cartera a Jesús Muñoz e hizo el empate. Es complicado asimilar que na acción con tanto prólogo acabe con media Balona desubicada. Que no están en lo que tienen que estar que decían los abuelos.
Aunque los albinegros dieron muestras de alguna reacción con un disparo de Chironi -la gran novedad- bien intencionado y otro de Koroma, fue el Barcelona el que golpeó por segunda vez, en el 23'. Un pase en largo [magistral] de Jandro -de esos que justifican que se pague una entrada- le llegó a Juntglà que fusiló. El atacante le ganó la espalda a un Loren al que parece empezar a quedarle grande la chaqueta de la titularidad en el costado derecho de la zaga, la misma que antes le ajustaba como un guante.
En ventaja solo existió el Barça y eso que quedaban casi 70 minutos. Y toque y toque y toque, y la Balona corriendo detrás del balón. Las llegadas eran constantes y la más clara la tuvo Lucas de Vega, que estrelló un disparo brutal desde la frontal en el larguero en el 38'. El descanso llegó como una oportunidad de reconstruirse de una Balompédica desajustada.
Nada, pero nada de nada. Los albinegros no tuvieron reacción y los segundos 45 minutos fueron una exasperante sucesión de entregas en corto de los locales sin que la Balona hiciese otra cosa que contemplarlas. ¿Qué habrá sido de aquella presión asfixiante que ejercía la Balona tan arriba en las tres primeras jornadas? ¿Tanto, tantísimo echa de menos este equipo a Antoñito, ése que no negocia la entrega?
El Barça B tampoco es que se desmelenara. En el 63' Jesús Muñoz evitó sobre la línea de gol lo que parecía un tanto seguro de Ilias Akhomach y en el 78' un pase al área de Mortimer se paseó sin que sus compañeros llegasen por milímetros.
Tampoco necesitó mucho más. Enfrente tenía un equipo indolente, amorfo, que en nada se parece al del arranque liguero. Urge que la enfermería se vacíe o el costalazo puede ser de cuidado. En realidad urge eso y que Romerito haga de Romerito en la caseta y le recuerde a algunos que para llevar esa centenaria guayabera no basta con dar tres buenas tardes de fútbol.
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