Un triunfo de Primera (RFEF)
CD Castellón - Real Balompédica | La crónica
Una Balona solvente logra un triunfo incontestable en Castellón que le acerca a la salvación
Víctor Mena y Gerard Oliva anotan los goles de la victoria linense (0-2)
Los visitantes ofrecen un recital de orden, solidaridad y entrega
A lo grande. Al más puro estilo de un equipo de la magnitud de la Real Balompédica. La escuadra de La Línea, acorralada por las estadísticas y con su credibilidad bajo mínimos, se fue a arañar tres puntos que valen un potosí nada menos que a Castalia. Al estadio de un equipo que parecía haberse convertido en una apisonadora. La Balona no solo ganó, sino que lo hizo porque fue mejor en todos los apartados (en el defensivo y esta vez también en el ofensivo) que un rival que multiplica su presupuesto. Si no el mejor, uno de los mejores partidos de la temporada. Víctor Mena y Gerard Oliva (sí sí, Gerard Oliva) pusieron los goles a un triunfo que no certifica nada, pero que aleja fantasmas y rescata la alegría para el vestuario, las oficinas del club y una hinchada que ya había empezado a rebuscar el rosario.
La Recia (que esta vez lo fue) sumó en Castellón la primera victoria del sello Monteagudo. La estadística dirá -porque de hecho es así- que fue la segunda de su mandato, pero ésta es la que logran los linenses con el estilo que quiere imponer su técnico. Manteniendo la seguridad defensiva heredada de la era Romerito, pero con un fútbol menos directo y más de transición conducida.
No le fue suficiente con eso ni en el Nuevo Mirador ni ante el San Fernando. Pero al míster las derrotas no le trastocaron los principios. Y con esas convicciones su equipo arañó una victoria que supone mucho, muchísimo más, que los tres puntos que refleja la clasificación. Porque implica restañar heridas y disipar dudas. Supone que justo cuando estaba en el filo del precipicio el equipo ha demostrado carácter para salir del atolladero. Y eso proporciona autoestima a los de dentro y genera confianza a los de fuera. Condiciones ambas tan necesarias cuando llegan esas diez últimas jornadas a las que tanto se alude.
En el primer periodo la Balompédica dejó madurar el partido. A base de un orden exquisito, una solidaridad ejemplar y una entrega hercúlea. El Castellón, ese equipo que alardeaba -con razón- de estar en sus mejores números en años, era incapaz de meterle mano a un rival disciplinado. Era un duelo táctico e intenso, sin demasiado fútbol. El bagaje ofensivo de los de casa se limitó a algún disparito desde el borde del área y a algún intento de remate que se marchó fuera.
Tanto controlaba la Balona el tiempo del partido que la mejor ocasión fue suya. Gerard Oliva, que parecía otro, gestó una contra rapidísima que tras pasar por Dorrio llegó a Leandro Martínez en una posición ventajosísima. Disparo duró pero en ese momento, como aparecido de la nada, Sibille interceptó su lanzamiento lanzándose al suelo.
Tras el intermedio los de Monteagudo se sacudieron sus complejos y le perdieron definitivamente el miedo a ganar. Ya no se conformaron con asegurarse de que su trinchera se hiciese infinita para el rival. Querían más. Y en el 55' Leandro Martínez la volvió a tener. Se plantó solo delante de Álvaro Campos, pero estrelló en el meta su disparo.
No dio tiempo a que cundiese el pesimismo. A que empezase a rondar por las cabezas aquello de que “no le hacemos un gol a nadie”. Antoñito botó el córner consecuencia de esa oportunidad malograda y después de varios escarceos Víctor Mena acertó a meter la pierna y a colocarla dentro del marco. Paradojas de la vida, con ayuda involuntaria de Juanto Ortuño, que había entrado tras el descanso. Como si fuese un castigo divino por no haberse querido venir a la Balona.
A partir de ese momento ni los cambios que introdujo el técnico local sirvieron para alterar el guión. La Balona estaba tan bien estructurada, defendía con tanto orden, que el partido acabaría muriendo sin que Alberto Varo pudiese acreditar más que su excelente juego con los pies.
El partido se fue al escenario que quería la Balompédica. Ya en el 68', en otro córner, pudo llegar la sentencia. Pero tampoco iba a colocarlas toda Víctor Mena.
No hubo agonía. El Castellón no encontró nunca la línea de flotación y los visitantes, cada segundo que pasaban, estaban más seguros, más convencidos de que había llegado el momento de saltar la banca. Hasta que llegó el 82' y Koroma enlazó con Connor que la puso al borde del área para que Gerard Oliva se la acomodase y soltase un disparo raso al que Alvaro Campos solo pudo seguir con la mirada. El catalán celebró su gol con rabia. Con esa tensión propia de quien precisa reivindicarse. Y otra paradoja, guillotinó al equipo al que estuvo a puntito de irse en enero.
Y no hubo para más. La Balona logró un triunfo grande, inmenso, en el momento más oportuno. Una victoria que le acerca más aún a esa Primera RFEF de la que algún cantamañanas revestido de poder pretende echarla desde los despachos. El fútbol pone a cada uno en su sitio. Y la Balona demostró en Castalia que su sitio es la 'Tercera categoría del fútbol español'.
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