(2-1) Y esto es solo el principio
Real Balompédica - Real Madrid Castilla | La crónica
La Balona se adentra en la Primera RFEF con un triunfo grande sobre el Real Madrid Castilla
Los albinegros se reponen a un gol inicial, remontan y juegan con los tiempos
El público, que acude en masa, acaba entregado al equipo de Romerito
La primera de Primera. La Real Balompédica se adentró en la Primera RFEF Footters -que así se llama- venciendo al Real Madrid [Castilla]. Y lo que es más importante, cautivando a las sabe Dios cuántas almas que se dieron cita en el Municipal para presenciar un duelo grande, preñado de momentos, emocionante. Un partido de esos que si no fuera por la angustia que generan las estrecheces del resultado no deberían acabar nunca. La Balona fue Recia, como quiere su gente, como dicta su ADN. Lo fue en suficiente medida como para rehacerse de un gol nada más comenzar, voltear el marcador y luego saber jugar con los tiempos. Y tiene más mérito aún porque lo escenificó ante un enemigo de talento infinito y de fondo físico inacabable, que, sin embargo, se fue con el rabo entre las piernas de un estadio que olía a fútbol. Estaba tan bonito, tan lleno de gente, con tantas camisetas blancas y negras en la grada que parecía un poco menos maltrecho que de costumbre.
Saludos cordiales a aquellos que hace apenas unos meses se mofaban de los equipos que celebraban su ascenso a la entonces Liga Pro, porque, sostenían, eso no era subir de categoría. Han bastado noventa minutos, un suspiro, para que quede claro que esta división de nuevo cuño se parece a la maltrecha Segunda B de los últimos años como el entrañable Antonio El Potaje a Usain Bolt. El ambiente, el juego, la ilusión que se respira... no se veía nada igual -en liga regular- seguramente desde aquel 4-2 al Almería B con el que el equipo de La Línea regresó por última vez a la ya extinta categoría de broce nada menos que en 2011.
El partido empezó mal para los de Romerito. Estaban como inquietos, como superados por la alcurnia del rival, por el ambiente o por el debut. O por un poco de todo. A los cuatro minutos el filial blanco trenzó una jugada de tiralíneas, pero Arribas estrelló el balón en Nacho Miras. Parecía que había pasado lo peor, pero el centro lateral lo remató Latasa con menos oposición de la debida por parte de Fan Morante (0-1). Menos mal que más tarde despabilaron y de qué manera los dos centrales. Dos más después Pablo Ramón intentó sorprender desde su propio campo, pero el guardavallas local anduvo presto.
Los dos chsipazos propiciaron que la grada, que había comenzado en modo fiesta fiesta, se quedase callada. Fue un segundo. Después algún avispado le dio al imaginario pulsador que puso en sintonía a la afición y al equipo. Y todo cambió.
Los de casa se pusieron en manos de un Antoñito ejemplar. Jugó con inteligencia, pero también con la rabia de quien quiere cobrarse una cuenta pendiente con el césped que le vio salir medio cojo el pasado mes de mayo para mandarle al quirófano. Hizo de todo y casi todo bien. Posiblemente su mejor partido desde que se enfunda la túnica sagrada de los balonos. Y sin posiblemente. Bueno, casi los mismos elogios se podrían escribir de Aly Coulibaly.
De sus pies nació la falta que en Jesús Muñoz acertó a tocar para acabar de envenenarla y que Luis López se tragó literalmente con una salida a por mandarinas.
Era lo único que le faltaba a la Balona. No había tenido miedo cuando se vio por detrás, así que en tablas... se fue a por el rival, con el descaro y el hambre que se le presume más bien a un enemigo como el que tenía enfrente. Con la presión alta, sin que nadie se escondiese.
El omnipresente Antoñito (12') y Koroma (14') avisaron al Real Madrid [Castilla] de que la Balompédica iba a por más. En el 15' Iván Martín fue más listo que los centrales del filial, pero a uno de ellos le dio tiempo a corregir y sacó sobre la misma línea. En el 17' lo intentó Dorrio...
… y claro, de tanto ir el cántaro a la fuente llegó el 2-1. En el 25' un centro lateral de Dorrio y Aly Coulibaly que anduvo listo, se colocó por delante de todos y desvió lo justo. Hacía tiempo -porque además así lo quiso la pandemia- que el coliseo balono no rugía de esa manera con un gol.
Y ojo que poco después pudo llegar la sentencia. En el 29' Koroma mandó a Iván Martín y aunque es cierto que el linier levantó antes de que rematase -y por lo tanto no se puede hablar con rigor de gol anulado- lo que está claro es que la jugada hubiese terminado en el marco. Y la posición del ariete linense merecería escuadra y cartabón para salir de dudas.
La Recia -porque esta vez sí se puede emplear este apelativo- se fue del césped en medio de un testimonio de admiración y agradecimiento de su gente y volvió con la lección bien aprendida. Ya no era cuestión de seguir jugando desabrochada, sino de templar gaitas. Y en este arte, ante un enemigo que a la más mínima te puede montar un quilombo, también fue superior.
Raúl González metió a toda su artillería. A todos esos que hacen que los periódicos hablen del Real Madrid del futuro, algunos de los cuales se trajo después de estar el sábado en el Villamarín como suplentes en Primera. Pero quitando un centro con mucha mala leche de Aranda que se paseó por el área pequeña sin encontrar rematador, peligro, lo que se dice peligro, hubo el justito. Otra cosa es la sensación de vértigo que produce ver a jugadores de ese perfil percutiendo una y otra vez contra la defensa.
El tramo final fue una batalla táctica. Y queda chulo escribir que Romerito, con su barba a medio afeitar y su chandal subido por encima de la rodilla, le ganó la batalla a una leyenda como Raúl. Pero es que es la pura verdad. Colocó tres centrales y acabó por cortocircuitar al rival, si es que no lo estaba de antes.
En esa última entrega la única que pudo sentenciar fue la Balona. En el 69' con un cabezazo de Gerard Oliva, a dos metros del marco, que le salió demasiado centrado y Luis López se la ingenió para sacar el balón de la trayectoria del marco. Y en el añadido, con Koroma y el nueve [que lleva el 17] solos antes el marco. El de Sierra Leona se empachó de balón y lanzó al muñeco y el catalán acabó maldiciendo en arameo porque no le había entregado el esférico.
No tuvo más trascendencia. Segundos después Antonio Alberola Rojas -que no desmereció para nada sus ilustres apellidos arbitrales- decretó el final. Tres pitidos que dieron pie a una fiesta. A una banda sonora cargada de orgullo. Por un lado el 'oé Recia oé' que ha acompañado a tantas gestas. Y por otro, ese “yo no soy del Barcelona, ni tampoco del Madrid...” Después de lo de este domingo ¿quién querría serlo pudiendo ser de la Balona?
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