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Córdoba CF - Real Balompédica | La crónica
Triunfo grande, colosal, emotivo de una Balona tan sacrificada como sabia. La Real Balompédica, más Recia que nunca, profanó y silenció el Nuevo Arcángel, arrebató el sueño del campeonato de invierno a un Córdoba que le quintuplica en masa social y presupuesto y sumó tres puntos que le sitúan en medio de la tabla. Dos puntos por encima del boquete. Que el miércoles pueden ser hasta cinco. Pocas veces un triunfo proporciona tantos motivos a una hinchada para sentirse orgullosa. Es mucho más que la enésima escenificación de David y Goliat. Es la demostración de que el equipo de La Línea, cuando camina unido, tiene un gen que le hace diferente. Para que nada faltase el choque tuvo un desenlace que hubiese firmado el mismísimo Alfred Hitchcock para algunas de sus obras. Toni García anotó el tanto de la victoria en el 90'. E incluso así después los albinegros necesitaron de dos intervenciones de (Don) Alberto Varo de las que le señalan no como un portero, sino como un lujo.
La Balona saltó la banca. Regresó dos años después al coliseo cordobesista para volver a vencer en un escenario que achica al resto. Para hacerse aún más grande. Para dar una lección de saber estar, de colocación, de solidaridad. De todo lo que significa ese centenario escudo. Desde el minuto uno dejó claro que no se iba a dejar intimidar por las más de trece mil almas que acudieron para verla doblar la rodilla y que se quedaron con las ganas. De hecho los dos primeros escarceos en el área rival fueron albinegros. Hasta que en el 21' Miguel de las Cuevas se aprovechó de uno de los pocos errores de los centrales y puso a prueba a Alberto Varo, que puso la mano dura y abortó.
El todopoderoso Córdoba no encontraba la fórmula de meterle mano a una Balona a la que Rafa Escobar, que la cogió desvencijada, ha convertido en un ejército abnegado, inquebrantable. Los linenses esperaban pacientes, como si adivinasen que más tarde o más temprano llegaría su momento. Carracedo disparó una vez alto y Fran Morante replicó con un disparo al larguero que el árbitro ya había invalidado.
Los linenses, con su trabajo, habían conseguido que fuese imposible reconocer cuál era el equipo que peleaba por el liderato y cuál había saltado al campo incrustados en puestos de descenso. Y eso es mucho conseguir. Por mucho que hace exactamente una semana en este mismo espacio se advirtiese que los blanquiverdes tenían motivos para estar preocupados.
Al filo del descanso quedó patente que los de casa estaban ya fuera de sí. Simo le soltó un codazo a Loren, que pareció un veterano y se fue al suelo para hacer aún más grave la situación. El árbitro trincó al marroquí y lo mandó a la caseta. Indubitable. No hay nada que justifique un golpe de ese tipo a un adversario. No cabe el debate sobre la fuerza de la acción.
Tras el intermedio salió Alhassan Koroma, para revivir viejos éxitos, pero siempre no toca. La Balona leyó bien la situación y no cometió el error de volverse loca. Siguió jugando a lo mismo. Con paciencia, con orden. Con cabeza. Se mantuvo en la idea de no dejarle vías de agua a un hasta el viernes líder que con diez seguía teniendo pólvora a raudales.
A ratos parecía que no sucedía nada. Que era justamente lo que quería Rafa Escobar. Que el árbol se moviese lo justo. Hasta que mediado el segundo periodo dio un pasito más hacia el triunfo. Sacó a Alu y a Gerard [Oliva]. Para advertir al equipo califal que lo mejor estaba por venir. Los locales tenían un poco más el balón (55%-45% marcaba al final la posesión) pero tampoco es que los albinegros tuviesen demasiado interés en arrebatárselo. Bastante tenían con haber maniatado al adversario.
Y llegó el minuto 90. Oliva por el suelo reclamando un penalti de esos que en otros estadio y en otras áreas, y con muchísimo menos, se pitan. El cuero, como si no quisiera ser cómplice, se fue a buscar a Loren, el mismo que había forzado la expulsión de Simo. Y es que en este triunfo estaba escrito que debía tener protagonismo uno de La Línea. El centro del lateral fue sencillamente perfecto y el remate de Toni García, que llevaba diez minutillos en el césped, inapelable. Espectacular ambos.
La celebración fue de esas que demuestran que cuando los entrenadores dicen que en todos los partidos “lo que se juegan son tres puntos” mienten como Piqué a Shakira. Todos a una. La imagen de una Balona unida. De una Balona que no para de romper techos de cristal. El copropietario Andrés Roldán, que se estrenaba en el palco, seguro que no tendrá dudas ahora de haber hecho una buena inversión.
Pero la batalla no había terminado. Quedaban dos sustos. Los dos interceptados por un agigantado Alberto Varo, al que la entidad haría bien en poner grilletes para que permanezca en el Municipal los tres lustros. Si es que el cancerbero se deja.
Y después de la angustia, que lo hizo aún más bonito, el júbilo. Los más de doscientos linenses presentes en Córdoba celebrando un triunfo inabarcable. Muchos con lágrimas en los ojos. Joao Pedro subido sobre Alberto Varo, al que miraba con ojos de admiración. Y abrazos. Y más abrazos. Y esta Balona que hace poco más de tres meses provocaba sonrojo que no encuentra límites. Tras este resultado es fácil para los balonos recordar el privilegio que supone haber nacido con ese sello.
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