Noventa minutos en Riazor... (2-1)
Deportivo - Real Balompédica | La crónica
Una Balona descarada se va al descanso en ventaja pero sucumbe después ante el Dépor
Los albinegros hacen demasiadas concesiones atrás cuando el rival aprieta, pero Varo amortigua el golpe
No hay motivos para hacer sangre. Basta con los reproches justitos. Los necesarios para entender a una Balona que cosechó una previsible derrota en uno de los templos del fútbol patrio, pero que al menos lo hizo metiendo miedo al Dépor, sobre todo en la primera mitad. Después del intermedio el conjunto coruñés tumbó el campo hacia el marco de Alberto Varo y ni la sobresaliente actuación del guardapalos catalán pudo evitar la victoria local, cuya justicia no admite debates. Un triunfo que llegó innecesariamente aderezado por concesiones defensivas letales de los de La Línea. Errores no forzados que amenazan con convertirse en una negativa costumbre a tenor de lo visto en estas dos primeras jornadas. Cuatro goles, pese a la envergadura de los rivales, son muchos en 180 minutos para un equipo que sabe que su balance atrás va a tener mucho que ver con que alcance o no sus objetivos en esta Primera Federación que se presume muy complicada.
La Balompédica salió a Riazor sin complejos. Apretando arriba. Poniendo su sello. Complicándole la vida a un auténtico equipazo que se antojaba sorprendido por el desparpajo de los de Alberto Monteagudo. En el 3' ya avisó Toni García, que obligó a Mackay a sacar una manopla. Y en el 11' un disparo de Nacho Heras desde la frontal se fue a menos de una cuarta del larguero.
Mandaba la Balona en La Coruña. Con Antonio Romero en mariscal, para después irse difuminando. Después de algún sobresalto invalidado por el árbitro por fuera de juego llegó el 0-1. Una mijita antes de la media hora Toni García sacó un córner y Nico Delmonte le robó la cartera a Villarres y cabeceó a placer.
La Balona no solo estaba ganando en Riazor, que ya era importante, sino que con su fútbol provocaba que un poquito después ya se oyesen los primeros murmullos de desaprobación en la grada.
Pero el gol fue una banderilla de fuego para el Dépor. La Balompédica abandonó esa imagen respondona y se fue atrincherando. Y ahí empieza el debate de si las cebras son negras con rayas blancas o viceversa. Es difícil saber si a los que vestían de ese amarillo rotuladorles temblaron las piernas por mor del escenario y el potencial del rival o, simplemente, que cuando el Dépor enciende la caldera aprieta más que un mes de hipoteca. Igual hay un poquito de cada cosa.
En el 32' ya tuvo que realizar Varo un auténtico paradón cuando Quiles remató en el segundo palo con ánimo de fusilar. Cinco después, otra parecida del meta, esta vez con Raúl Carnero como protagonista.
Los visitantes se agarraban a las cuerdas cuando en el 57' y tras un córner Quiles remató y Nacho Heras (que relevó en el nueve a Gerard Oliva) se las ingenió para sacar sobre la misma línea de meta.
Llegar al descanso en ventaja ya era un mérito enorme para la Balona. Pero lo peor estaba por venir. Y no era muy complicado vaticinarlo.
La segunda parte fue un monologo del Dépor. Casi se puede escribir sin temor a caer en el error que los linenses no fueron capaces de generar una jugada más allá de su línea de tres cuartos. Era un proyecto de resistencia numantina que se deshizo cuando en el 57' Quiles dejó de tacón y Mario Soriano cruzó de manera incontestable.
Los linenses sufrían atrás. Jesús Muñoz no lo estaba pasando nada bien en su papel de lateral zurdo ocasional. Loren no tenía su mejor tarde. Y el Dépor iba acorralando al enemigo, madurando el partido. Como si supiese que más tarde o más temprano llegaría el zarpazo definitivo.
Monteagudo trató de meter músculo con la entrada de Álex Guti y Alu Koroma, pero para entonces el partido ya tenía dueño. Solo que a esas alturas aún no lo reflejaba el marcador. La remontada no se hizo esperar. En el 67' el héroe de Valdebebas, Fran Morante, casi le entregó el balón a Mario Soriano en un mal despeje. El atacante se metió entre varios como Perico por su casa e hizo el 2-1, que era la consecuencia lógica de lo que estaba sucediendo.
Después solo quedó a Varo frustrando el hat trick de Mario Soriano con otra soberbia parada y el correr de los minutos sin que la Balona se asomase siquiera con cierto peligro al marco contrario.
Fue bonito mientras duró, pero solo duró hasta el descanso. Y es que al final, aunque suena mejor la versión poética, en el fútbol, la mayor parte de las veces, se imponen los billetes. Y en las gradas había diez veces más de espectadores que abonados tiene la Balompédica. Y por eso 90 minutos en Riazor también se pueden hacer especialmente largos.
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