La Balona maldice la suerte suprema (0-0)
Real Balompédica Linense - UD Ibiza | La crónica
Los albinegros disponen de media docena de ocasiones, las malogran y pagan con otro empate, el séptimo en casa, su falta de gol
Los linenses bajan un peldaño en la clasificación y ven peligrar su clasificación copera
La Línea/Más de lo mismo. El Balona-Ibiza fue otro de esos partidos que dan la sensación de no jugarse por primera vez, sino de ser una reposición de algo muy reciente. Otro de esos días en los que casi no se puede hacer reproches a la conducta del equipo de casa pero de los que la escuadra de La Línea no rescata más que un punto. No cabe siquiera el manido sambenito del fútbol austero, porque habrá pocos en Segunda B (si es que hay alguno) que en sus dos últimos partidos en casa hayan creado las ocasiones que ha sido capaz de generar el conjunto albinegro frente a Badajoz e Ibiza. Pero unas veces la falta de pericia, otra de suerte y las más la descollante actuación del joven meta brasileño Lucas impidieron ante los baleares que el gol subiese al marcador. Especialmente en un primer tiempo en el que los de casa fueron muy superiores. La segunda parte fue más flojilla.
La consecuencia de estas tablas ante un rival con muchos y muy buenos argumentos (que solo dejó ver en la segunda mitad) es que los de Roger pierden una plaza en la clasificación y ven cuestionada su posición copera. Un objetivo más que relevante que, a la vista de los que se reunieron este domingo en el Municipal –cuatro gatos mal contados– tampoco valora demasiado la afición. Algo sorprendente que no es más que la consecuencia de haberse malacostumbrado o de creerse más de lo que realmente se tiene y lo que es peor, de lo que se puede tener.
El primer tiempo, con un Pirulo activo entre líneas, fue de la Balona. No de esa Balona que se atrinchera a esperar la suya, no. De una Balona arrogante, que buscaba el marco contrario y que a ratos jugaba muy bien, lo que tiene un mérito añadido porque lo hacía sobreponiéndose a una levantera de aúpa, que hacía lo imposible por arrebatar el fútbol a jugadores y espectadores.
No habían pasado diez minutos cuando llegó el primer fogonazo del barreño, que incluso antes ya había tropezado algún disparo en la espalda de un defensa. Pero Pirulo empezó a tropezarse con el meta visitante, de largo el mejor del encuentro. Tras la parada, un córner. Y un intento de Juampe de apoyarse en el viento para hacer un gol olímpico. Pero se topó con Lucas. Otra vez con Lucas.
Llegada la media hora la tuvo otra vez Pirulo, que no es precisamente dudoso de estar falto de calidad y que será por algo el pichichi de este equipo. Pero llegó forzado y el balón se le fue alto. La imagen del barreño amagando con golpearse la cabeza con el poste era el reflejo de la impotencia que sentía un equipo que era mejor, pero que no atinaba con el golpe que mandara al enemigo a la lona. Algo muy similar a lo que debe sentir un torero cuando, después de una faena aseada, falla con los aceros. En una y otra actividad la suerte suprema divide a los éxitos de los que no lo son.
Ya en el tramo final de la primera mitad la Balompédica tuvo otras dos (dos y media), mientras el Ibiza no se había dejado ver más allá de la línea de medio campo. Las dos oportunidades (y media) fueron para Gastón. Y las dos (y media) se toparon con manos certeras de Lucas. Sobre todo la última, un cabezazo picado al que replicó con un paradón de reflejos épico.
Nada más comenzar la segunda parte y ya con la ayudita del viento, Pablo Alfaro comenzó a mover el banquillo visitante. Y el Ibiza ya dejó ver menos su vía de agua. Entre otras cosas porque estranguló a Pirulo, muchas veces rozando el límite del reglamento. Y si la Balona no encuentra a Pirulo no se encuentra a sí misma y más cuando Juampe andaba desaparecido.
El partido derivó a más táctico pero también a menos vibrante. Hasta que en el último cuarto de hora el conjunto balear salió de la cueva, dio un pasito adelante y la Balona volvió a ver la luz al fondo del sistema. Llegó un vibrante cambio de golpes en el que cualquier pudo marcar.
El primero fue bloque celeste. Después de una rebullasca en el área Cirio, que parecía pasar por allí por casualidad, encontró un hueco no se sabe muy bien por dónde y cuando el balón se colaba, salvó Carrasco casi sobre la línea de gol.
Todavía estaba la hinchada local suspirando cuando llegó el susto al área contraria. El recién entrado David Moreno ganó la línea de fondo y mandó atrás. El pase de la muerte fue esta vez el pase de la nada. Ni Buba ni Pirulo atinaron con el balón y los visitantes resoplaron tranquilos mientras se oía el murmullo de reprobación de la grada.
En un partido en el que la Balona había tenido media docena y el rival un poquito menos de una el equipo de casa necesitó otra vez de su portero (de su porterazo) para salvar un punto. Núñez le pegó con todo ya dentro del área y el balón quería irse a la meta. Pero apareció la mano salvadora de Javi Montoya. Ése que siempre está donde tiene que estar. Hubiese sido una injusticia mayúscula, pero la historia está salpicada de injusticias de ese calado.
El balance final, como el de casi todos los empates, deja claroscuros. Así lo entendió el grueso de la hinchada, que despidió a los suyos con aplausos. La Balona añade otra jornada más sin encajar un gol (van 19) pero cede otro empate en casa (ya van siete) y no logra distanciar a un rival directo, mientras que el Marbella se suma a la pelea por el torneo del K.O. Y es que sin gol es imposible aspirar a otra cosa que no sea la vuelta al ruedo.
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