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Lo hecho, hecho está. No es posible encontrar un solo balono que observe siquiera un aspecto positivo tras el Clásico que su equipo dilapidó el pasado domingo en el Nuevo Mirador, donde fue superado por el Algeciras en todos los apartados. Ahora le corresponde a la grada tomar partido. Y cada aficionado, legítimamente, tiene el derecho de volver la espalda a la plantilla, a la directiva y a la entidad o masticar su malestar y expresar su apoyo. De cada una de esas cientos de pequeñas decisiones puede depender el futuro de la temporada y quién sabe si el proyecto de Raffaele Pandalone quien, las pruebas lo demuestran, sufrió en el coliseo algecireño al menos tanto como cualquier linense.
“¿Dónde estabas Recia?” Esa pregunta, impresa en letras enormes en el perfil de Facebook de un balono de raza expresa el sentimiento tras el partido de la afición de La Línea, que no ha escatimado críticas ni para su entrenador, Jordi Roger, ni para el noventa por ciento de los jugadores. Lo dijo el presidente, no fue la derrota, fue cómo se produjo la derrota.
A partir de ahí hay incluso quien arenga para que los balonos tiren la toalla y encuentran mil razones para llamar al abandono. Y está otro grupo, de momento minoritario, que o se conforma con una pitada de bienvenida cuando su equipo salte al campo o incluso pide que se pase página.
La realidad es que no es el momento de que una hinchada tan sabia y tan fiel esté dividida. No puede ser que aquella grada que recibió a los que por entonces entraba Gabriel Navarro Baby con una ovación a manera de indulto tras la humillante derrota 7-1 en Almendralejo a manos del Extremadura de 1992 se haya esfumado. Ni que haya desaparecido su espíritu.
Ya lo dijo John Benjamin Toshack con aquella recurrente explicación de por qué no hacía cambios en la alineación. El domingo, ante el Córdoba, saldrán los mismos. Los que hay, porque esa es otra, tampoco es justo olvidar en qué condiciones está compitiendo esta Balona. Los que jueguen serán patrimonio de la centenaria entidad de La Línea. Como lo es cada uno de sus aficionados. Y no se antoja que sea una semana para divorcios por muy justificado que esté el resentimiento.
Unos y otros deben cuidarse mutuamente. La Balona necesita de su hinchada y ésta, de una Balompédica Recia que hasta hace cinco días estaba teniendo una conducta intachable en cuanto a implicación, que tampoco es cuestión de pasarlo por alto. Lo contrario solo conduce a otro fin de temporada de rosarios y calculadoras... y llega una vez que no sale cara.
Nadie, ni los que expresan su malestar de una forma ni los que lo hacen de la contraria, deben sentirse las gretas thunberg del balonismo. Todas las opiniones son respetables. Pero al final la Balona, cuyo sentimiento ha heredado cada uno de los va a la grada de sus mayores, es como un hijo pequeño que viene de hacer una trastada mayúscula. ¿Es el momento de dejarla abandonada?
Linensismo a ultranza reza una de las pancartas que cada domingo se deja ver en la Preferencia del cada vez más añejo Municipal. No hay mucho más que añadir.
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