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Marbella FC - Real Balompédica | La crónica
La Real Balompédica Linense recuperó su ADN más recio del baúl en el que lo había olvidado en el último mes y medio y arañó un punto en el inexpugnable campo del líder Marbella. Un empate que le mantiene en la cotizada séptima posición, pero que por encima de todo le sirve para reconciliarse con una afición que ya andaba recelosa y posiblemente consigo misma. Un partido transformado de principio a fin en una batalla táctica se pudo decidir de un lado y del otro en apenas sesenta segundos. Los que transcurrieron en el 78’ desde que Óscar García estrelló un penalti en el larguero hasta que en la jugada de vuelta Wilfred realizó un paradón a Dopi. La igualada fue, posiblemente, la consecuencia más justa de lo que se vio sobre el terreno de juego.
La Balona se transformó para jugar en Marbella. Un equipo que se sabe débil cerca de su propio marco cambió de dibujo, colocó tres centrales, prescindió de Tomás Sánchez y jugó a verlas venir. Calderón tejió una tela de araña en la que el indestructible Marbella –que no hay que olvidar que solo ha perdido un partido en lo que va de Liga– se quedó enredado. Y no supo cómo salir.
La escuadra de La Línea le ganó la partida al primer clasificado, entre otros muchísimos argumentos, porque Abdoul Bandaogo completó noventa minutos sencillamente soberbios. Es imposible correr más, y con más criterio defensivo, de lo que lo hizo el burkinés. Literalmente tomó al abordaje el centro del campo del rival, donde El Pirata Granero y Álex Bernal se miraban a veces como cuestionándose “pero ¿cuántos seis hay?”
El equipo de La Línea lo fió todo a eso, a la disciplina, al sacrificio, a la solidaridad. A la concentración y la contundencia que se había echado tanto en falta en los últimos desplazamientos. Pero una vez más se puso de manifiesto lo incontestable del teorema de la manta. A cambio de eso la presencia en ataque era nula. Dopi y Pito Camacho se reventaron... para tapar la salida de los defensas, pero poco más.
El primer tiempo apenas dejó tres disparos desde fuera del área, siempre fuera de los palos, del conjunto costasoleño. Carrasco, Fabrizio Danese y Míkel Fernández, que estaban mirados con lupa, se reivindicaban. Y lo hicieron hasta el pitido final.
En el primer cuarto de hora de la segunda mitad el panorama no cambió demasiado. El Marbella quería, pero no encontraba un resquicio por el que acercarse al área de Montoya. Ya dijo Calderón antes del encuentro que el rival cuanto más lejos, mejor.
A esas alturas del encuentro se acentuó la partida de ajedrez que protagonizaban los dos entrenadores. El de la Balona declinó seguir jugando con cinco atrás, volvió al 1-4-4-2 tradicional y apostó por un poco más de profundidad en banda con la entrada primero de Santi Luque -para quien el banquillazo es todo un aviso de que en este equipo nadie lleva colgado el cartel de estrella- y más tarde de Koroma. El preparador de casa puso en el césped a un depredador como Óscar García.
No habían transcurrido cuatro minutos desde la entrada del delantero local cuando la Balona hizo la primera de esas concesiones que tanto le han penalizado últimamente. Dos jugadores saltaron para defender un balón parado, acabaron poco menos que tropezándose y el esférico le llegó a García como sueña cualquier goleador: botando en el borde del área pequeña. Su disparo, durísimo, a bocajarro, encontró una réplica espectacular en Javi Montoya. Tanto que alguno de sus compañeros se fueron a abrazarle. Era lo más parecido a un gol que se había visto hasta entonces.
Tras el susto volvió la calma. Y esa forma cansina de jugar del Marbella, que ejerce de martillo pilón. Convencido de que a base de tener el balón llega el momento en el que encuentra la forma de meterle mano al enemigo. Y sucedió. En el 78’ a Javi Montoya le dio por salir de su marco sin ton ni son en un balón a la espalda de la defensa y acabó llevándose por delante a Óscar García. Tras una decena de visionados en la tele, nadie puede decir con absoluta certeza si el golpe se produjo dentro o fuera del área. Y como el árbitro carece de monitor, cualquier decisión que hubiese tomado estaba legitimada.
El trencilla señaló el punto de penalti lo que suponía que, a pesar de ser el último hombre, no debía expulsar al guardavallas balono. Daba toda la sensación de que la Balona lo había vuelto a hacer. Había vuelto a renunciar a un buen resultado por un error aislado. Pero la suerte que le fue tan esquiva en Cartagena con el autogol de Manu Molina –otro que cuajó un encuentro soberbio en Marbella– le sonrió siete días más tarde. Está escrito que el fútbol no se queda con nada de nadie. Óscar García estrelló el esférico en el larguero.
El lanzamiento fallido dio pie a una especie de ruleta rusa. A la vuelta de esa jugada los albinegros lo trenzaron y Manu Molina colocó a Dopi solo delante de Wilfred. El vasco soltó un pistoletazo de aúpa, pero enfrente estaba uno de los mejores porteros de la categoría, que desvió a córner.
Aunque el choque duró un cuarto de hora más, de facto terminó en esa jugada. La Balona se las ingenió para volver a enfriar el juego y ya no vio peligrar más su marco. Un punto en un campo como el del Marbella, que nadie profana desde hace trece meses, es un gran botín, por mucho que los que están a rebufo en la clasificación acorten diferencias. Así sí, Balona. Así, sí.
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