Real Balompédica Linense | Segunda Federación
Xerez Deportivo y Balona se reencuentran después de un cuarto de siglo
Real Balompédica - Real Murcia | La crónica
Queda constatado: 2019 es el annus horribilis de la Balonaannus horribilis. Ahora que ya han pasado los Halloweens y todas esas importaciones que han conquistado las calles habrá que ir buscando un santero que acabe con esto, porque un día por una cosa y otro por otra, lo cierto es que no anochece sin que le haya sucedido alguna adversidad nueva a este equipo.
La Balompédica firmó su cuarto partido consecutivo en casa sin ganar al firmar tablas con un Murcia empequeñecido por sí mismo. En circunstancias normales después de una victoria en siete jornadas sobrarían los motivos para vomitar un montón de reproches. Pero después de que afrontase la contienda con media docena de bajas -pero con bajas de las de verdad, de presuntos titulares- y jugar algo más de viente minutos con un hombre menos... que el equipo albinegro siga ahí, empatado en el quinto puesto y a un partido de la zona de privilegio ajusticia todo lo que no suponga un respetuoso reconocimiento.
Si algo tiene esta Balona diezmada es que no se amedrenta. Ni por las ausencias, cada día más, ni por el linaje de un rival que tiene bastante más pedrigí que fútbol. Y mucho más de ambas cosas que de osadía. Los de Roger, con el sistema que el míster se ha sacado de la chistera para poder sacar renta al ajustadísimo potencial humano que le queda, miró desde el primer minuto a la cara al enemigo. Eso sí, fútbol, lo que se dice fútbol, por ningún lado. Entre otras cosas porque Bandaogo y Albisua maniataron a los mediocentros visitantes.
Andaban los dos conjuntos ahí, tanteándose, pero sin crear peligro en un partido condicionado por el viento. Que por cierto, por mucho que se empeñe el míster visitante, no lo controla el entrenador de casa. Hasta que llegó el 27' y, por fin, empezaron a suceder cosas. Que ya era hora. La primera, que un balón que salió escupido del área lo agarró Manu Molina con un disparo raso y envenenado que se constituyó en el 1-0.
El partido se tambaleó. Se abrió en canal. A chispazos, sin juego continuado, sin dueño. En el 30' Álvaro Vega interceptó un centro desde la línea de fondo de Álvaro Rodríguez que Chumbi esperaba con aviesas intenciones a un metro del marco.
No tardó la Balona en replicar. El propio Álvaro Vega la puso en el corazón del área en el 40' pero el incansable Dopi cabeceó muy forzado cuando estaba en buena posición. Muy flojito. A las manos de Lejárraga.
A dos del descanso, otro de los momentos cruciales. Javi Montoya salió con los pies por delante y, en apariencia, despejó antes de toparse con Dorrio. El atacante murcianista cayó como si le hubiesen disparado en la frente. Y el árbitro dedujo un penalti más que sospechoso.
Dice la leyenda que la justicia del fútbol no permite que se transformen las penas máximas que no existieron. Chumbi, después de recolocar el esférico unas pocas de veces, lanzó alto. Altísimo. No hay más comentarios al respecto.
De un momento decisivo, a otro. No hacía más que un par de minutos que había vuelto a rodar el balón cuando Sergio Rodríguez conectó un centro preciso al segundo palo, donde estaba Forján. Con todo, pero todo a favor para que marcase su primer gol decisivo como balono. Solo él sabe cómo pudo enviar fuera un remate que pudo cambiar el curso de los acontecimientos.
El conjunto visitante acuciado por la necesidad dio un pasito adelante. La entrada de Melgar ayudó mucho. Y apenas tuvo que esperar un cuarto de hora para igualar. Otra vez en una jugada a balón parado y de nuevo en un monumental despiste defensivo en cadena de esos que tanto están penalizando a los albinegro. Juanra agarró un tiro que se sabía gol desde que salió de su bota. Era el empate.
La media hora restante fue más un cúmulo de accidentes que un partido de fútbol. Sobre todo a partir del 71, momento en el que los linenses se quedaron con un hombre menos porque Dopi determinó autoexpulsarse. Cuatro minutos después de ver la primera amarilla por una chiquillada con Edu Luna remató con la mano un balón al que no llegaba.
A renglón seguido a Jordan Sánchez, que lesionado en el banquillo trataba de forzar la quinta amarilla, se le fue la mano y terminó viendo la roja. Está escrito, lo que no le pase a este equipo...
A partir de ahí ni el Murcia tuvo la valentía para irse a por el partido ni a la Balona, casi sin recursos en el banco, le quedaban fuerzas para mucho más. No hubo ocasiones. No hubo fútbol. Solo que en este caso, eso era una buena noticia para los que jugaban con uno menos. Que debieron quedarse con nueve cuando Bandaogo le soltó en el 82' una patada en la cabeza a un rival de esas que asustan con solo mirarlas. El árbitro tenía demasiado presente que ya había echado a dos de casa y no quiso acrecentar el número.
El empate final, que posiblemente sea el resultado más justo, deja una sensación rarísima. A esta Balona, en las actuales circunstancias, no se le puede pedir mucho más de lo que está haciendo: sobrevivir. Pero igual la parroquia se cansa de tanta justificación y de no ver ganar a los suyos en el Municipal.
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