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Ha pasado casi desapercibido, pero desde el 27 de enero la Real Balompédica Linense ha entrado en la tercera y última fase de su conversión en Sociedad Anónima Deportiva. En este último estadio del proceso podrá adquirir las acciones que restan (casi todas) para cubrir el capital social de 922.800 euros cualquier persona o empresa, con independencia de que haya comparado en las dos primeras, que previamente consiga el visto bueno de la directiva albiengra, según acordó la asamblea del pasado 28 de octubre. El presidente, Raffaele Pandalone, mantiene que cubrirá el capital y que la conversión finalizará con éxito, pero vuelve a tender la mano a cualquier empresario solvente que pueda unirse al proyecto, siempre y cuando respete la idiosincrasia de la entidad.
El mercado de invierno y la cadena de resultados adversos del equipo de la Primera RFEF acaparan la actualidad de la Real Balompédica, mientras de forma casi sigilosa continúa el proceso de conversión en SAD, posiblemente el hecho más importante de la centenaria historia de la entidad desde el día de su nacimiento. Tan sencillo como que el club dejará de ser de sus socios para pasar a manos privadas.
El pasado día 27 de enero finalizó la segunda fase de la venta de acciones, al precio de 769 euros cada una. En la primera solo cuatro socios adquirieron en su totalidad o parcialmente la parte alícuota que le corresponde: el presidente Raffaele Pandalone, la Peña Pichigüey, que lo anunciaron públicamente, y otros dos que compraron cuatro y un título respectivamente, pero cuya identidad no trasciende por respeto a la ley de protección de datos. En la segunda solo lo hizo el máximo responsable del club.
Esto quiere decir que desde hace cinco días el resto de los títulos está en mano de la directiva, ya que nadie puede comprarlas sin su autorización. Como ya explicó en la última asamblea, Pandalone está decidido a cubrir el capital bien de forma personal o a través de empresas que lleguen de su mano.
De facto este tercer capítulo de la conversión tiene una duración de un mes, pero es un periodo bastante laxo. En el momento de que muy previsiblemente Raffaele Pandalone (o un hipotético inversor externo que consiguiese el visto bueno del club) decida adquirir el montante que resta, el club tendrá que anunciarlo a través de su web para su conocimiento y existirá un plazo de diez días en el que los socios podrán presentar alegaciones, pero éstas no serán vinculantes.
Agotado ese plazo el bufete de abogados centralizado en Madrid que han supervisado todo este proceso elaborará las oportunas escrituras, que serán firmadas ante notario y elevadas al registro, un proceso que todo indica que estará finalizado en la primera quincena del mes de marzo.
En la asamblea en la que fue aprobado todo este proceso y el montante del capital social, Raffaele Pandalone dejó claro que no permitirá “que venga nadie de fuera para especular con la Balona”.
“Nadie va a hacer negocios ni a espaldas de la Balona ni a espaldas mías, así que las acciones que no se hayan adquirido al término de la segunda fase serán vuestras o mías”, recalcó a los socios el presidente, que meses después no ha cambiado ni un ápice su discurso.
Pandalone entiende que para que la Balompédica siga creciendo necesitará antes o después lo que el denomina “un compañero de viaje”, un inversor que aporte alguna cantidad. Y en más de una oportunidad ha dejado claro que su deseo es que ese dinero llegase de empresarios linenses. El reto está ahí, sobre la mesa.
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