Real Balompédica Linense | El informe del riva
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UCAM - Real Balompédica | La crónica
La Balona perdió en La Condomina por querer ganar. Por no contentarse con un puntito. Pena desmedida para un equipo vertical, ambicioso –quizás demasiado– y que le hizo ascos hasta el empate. Un conjunto, todo hay que decirlo, que concedió más en defensa de lo admisible, pero al que también es cierto que penalizaron casi todos sus errores en retaguardia, lo que tampoco es normal. La cuestión es que estaba enfrente es un UCAM que por mucha crisis en la que esté envuelto tiene individualidades preñadas de pólvora y cuando encienden la mecha... El marcador acaba con la racha victoriosa de Antonio Calderón, pero no debería hace mella en la credibilidad atesorada durante el último mes.
El fútbol, está escrito, redacta sus sentencias con renglones torcidos. Hace una semana la Balompédica celebraba un triunfo inmerecido sobre el Villarrobledo, adquirido con un golpe de suerte a poco del final. Apenas siete días tardó el espíritu burlón de este bendito deporte en cobrarse su deuda. Una Balompédica osada –quizás demasiado– que apuesta al todo o nada porque sabe que solo de tres en tres puede llegar a reengancharse a los de arriba, acabó perdiendo en Murcia ante el UCAM por un tanto en el tiempo añadido.
Una crueldad deportiva tan grande como la que en el último partido en el Municipal tuvo que masticar el Villarrobledo. El único consuelo, si es que hay, es que el balance en puntos (tres sobre seis) es superior al que hubiese obtenido el conjunto de La Línea si los dos partidos hubiesen acabado en empate, como parecía que iba a suceder.
La derrota de la Balompédica en La Vieja Condomina es de esas que agrandan el debate sobre si es el típico partido que no se puede dejar escapar. Y algo, mucho de cierto hay. Aunque con matices. En el 65’ y ganando 2-3 Calderón tuvo en su mano poner en el césped a Álvaro Vega, jugar con tres centrales, prescindir de algún delantero e incluso dar minutos a Sergio Rodríguez. Pero ¿garantiza eso que no hubiesen llegado los dos últimos tantos del UCAM? Uno tras una falta en la frontal más que cuestionable y otro en un zapatazo de esos que de diez nueve se van a la tienda de la calle contigua. Y si esas mismas dianas se hubiesen gestado con los balonos recostados en su trinchera... entonces sí que no habría debates. Solo críticas.
Por encima de todo UCAM y Balona protagonizaron un partido impropio de la Segunda B. Uno de esos que sacan a los entrenadores de quicio, especialmente al que pierde, y devuelven a las aficiones a las gradas.
El primer tiempo se jugó con mucho ritmo, con muchísima intensidad, con la Balompédica presionando muy arriba y con opciones salpicadas.
En ese intercambio de golpes andaban unos y otros cuando llegó el 29’. Gurdiel botó una falta, el balón hizo un extraño tras pegar en la mano de Koroma, que estaba en la barrera, y eso distrajo a Montoya, que dejó el balón muerto para que Hugo Álvarez apenas tuviese que empujar.
No duro mucho la desventaja albinegra. En concreto nueve minutos. El tiempo que tardó el propio autor del gol en echarle mano dentro del área a Koroma, que peleaba por un balón perdido. Un penalti de esos que ser son, pero no siempre se pitan. Manu Molina lo transformó en la primera igualada.
Tras el intermedio la Balona movió ficha. Dejó en el vestuario a Bandaogo y su vacante la ocupó Bakr. Tanto ese movimiento como la nueva disposición táctica eran todo una declaración de intenciones. El presidente dijo el jueves que su equipo debía aspirar a acabar entre los cuatro primeros. Y sus hombres se pusieron a la tarea.
Esa decisión implicaba un riesgo. La Balona lo asumió y acabó estallándole en la mano. En el 53’ el UCAM aprovechó que Jordan Sánchez se había descolgado en ataque para ganarle la espalda. La acción acabó con David Mayoral remachando a puerta vacía (2-1).
Lejos de intimarse al verse por detrás de nuevo, la Balompédica se desabrochó del todo. Y es verdad que Rafa de Vicente avisó con un potentísimo disparo desde la frontal que se fue rozando el palo (62’), pero era el conjunto visitante, con Manu Molina muy presente, el que controlaba el tiempo del juego. En el 64’ Dopi ejerció de asistente y le puso el balón a Pito Camacho justo detrás de la defensa. El almeriense no falló (2-2).
Era el principio de una especie de ruleta rusa. En el 64’ Barbosa estrelló el esférico en el poste de Javi Montoya y en la siguiente acción (66’) Bakr mandó dentro del área y Dopi se adelantó a todos con la testa e hizo el 2-3.
En el 69’, aún inmersos unos y otros en la vorágine goleadora, el árbitro decretó una falta rarísima. Con el balón en otra zona y Fabrizio Danese por los suelos señaló un golpe franco en la misma frontal del área. Gurdiel le pegó de dulce, por encima de la barrera. Y otra vez tablas (3-3). Fue entonces cuando la Balona dejó claro que no se contentaba ni con la igualada. O le faltó temple, según se mire.
Hasta debutó Santi Luque a ver si lograba aquello de llegar y besar el santo. En los veinte minutos que restaban el protagonismo y el balón eran de los albinegros. En el 83’ Danese cabeceó dentro del área y el meta local Julio Iricíbar replicó con una parada escalofriante. Y en el 89’ el árbitro detuvo el juego por una supuesta falta en ataque justo antes de que Pito introdujese el balón en el marco.
Cuando todo parecía visto para sentencia llegó Rafa de Vicente. La defensa cometió el último de sus errores del partido: flotarle a un jugador de esa calidad en vez de salir a taponar su disparo. Como el manido chiste de Lepe, todos mirando. El desenlace fue un disparo a la escuadra y una derrota cruel que enfría los ánimos justo cuando la caldera estaba empezando a volver a hervir.
Las derrotas, a título clasificatorio, valen todas lo mismo. Pero no es igual perder por ser una sobredosis de osadía –sobre la que el vestuario debe reflexionar– que hacerlo por una ataque supremo de cobardía. Si la Balompédica quiere arriesgar para recortar con los de arriba tendrá que mejorar y mucho en sus mecanismos defensivos. Pero al menos tiene garantizada más comprensión y respeto por su filosofía de juego. Que ya es algo cuando se pierde. O al menos eso sostiene Quique Setién. Y está entrenando al Barcelona
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