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Sevilla Atlético - Real Balompédica | La crónica
No se le da bien a la Balona empezar el año fuera. Lo dice la estadística, la historia. Pero peor, mucho peor, se le da no poner toda la carne el asador. Como hizo en Sevilla. El conjunto de La Línea cayó a manos del filial nerionense en un partido que tiene infinidad de atenuantes (innumerables bajas, un mal arbitraje, un penalti escamoteado...) pero un culpable principal que es el propio equipo, para qué andarse con ambages. Desdibujado, desimplicado, ausente. Incapaz de lanzar una puñetera vez a puerta desde que se puso por detrás en el marcador. No puede ser una casualidad que acabe la primera vuelta con una sola victoria fuera... y que ésta fuera en campo del colista. Es muy útil lo de tener una justificación pero mejor, mucho mejor, es no tener que recurrir a ella porque no se ha perdido.
La merecida derrota de la Real Balompédica en el Jesús Navas a manos del Sevilla Atlético tiene dos crónicas. Y como sucede casi siempre en el fútbol, en la vida general, las dos tienen tanto de cierto como verdad esconden.
Por un lado el equipo albinegro se presentó en la carretera de Utrera con un equipo no ya cogido con alfileres, sino desmembrado. Fataban Chironi, Koroma, Jesús Muñoz, Fran Morante, Leandro Martínez, no había podido ser inscrito Serge Leuko y tanto Óscar Arroyo como Fito Miranda -que aunque nadie lo haya dicho, ya es baja definitiva- no viajaron porque su salida de la entidad o ya está concretada o es cuestión de horas. Sin olvidar que Jáuregui y Lavela ya no forman parte de la plantilla. No hay equipo en el mundo que se sobreponga a media docena larga de ausencias sin resentirse. Eso no es un paño caliente, es una verdad indubitable.
Pero no hay que hacerse trampas al solitario: al equipo de casa también tenía a media plantilla en el Pizjuán con el primer equipo. De los escogiditos. Ah, y otra cosa: está escrito antes de Navidad, empieza a oler mal el asunto de los problemas musculares en esta plantilla sin que nadie parezca querer poner la lupa en el asunto.
Por otra parte los de Romerito se cruzaron en Sevilla con un árbitro o muy muy incapaz o con una cara dura impropia de quien dice ser juez. En el primer tiempo se hizo el sueco en un codazo a la cara de Antoñito que estaba justo en la línea entre la roja y la amarilla. Pero que él zanjó mirando para otro lado.
Y en el 68' ya demostró que lo suyo no era impartir justicia. Santisteban propinó (sin querer, porque no le vio llegar) una patada en la cara de Masllorens cuando éste acaba de entrar en el área. El trencilla extremeño estaba a un metro. No pito nada. Diez segundos después paró el juego para que atendiesen al futbolista de la Balona. ¿De qué? Si no vio nada ¿por qué supuso que Masllorens estaba lesionado y no fingía? Y si lo vio ¿por qué no decretó penalti? La forma en que se desarrolló la jugada transformó el juego peligroso en juego brusco [grave] y por lo tanto golpe directo (penalti). Una acción casi idéntica media hora después (pero con el atacante bajando la cabeza infinitamente más) fue resuelta con expulsión en el Rayo-Betis de Primera. Posiblemente porque en Vallecas el que llevaba el silbato era un tipo con conocimientos y en el Jesús Navas... uno que dice ser árbitro.
Con estos dos argumentos se podía elaborar una crónica facilona, de esas que tienen su público. Que si persecución arbitral. Que ya pasó con el Villarreal B. Quen como se nota el peso de los grandes. Que sin con ese equipo era imposible sumar. Y todo eso es cierto. Innegociablemente cierto. Pero está la otra verdad. Tan incontestable como la anterior. Y es que la Balona no fue en Sevilla esa Balona de la que se enorgullece su gente, sino que se acercó bastante (muchísimo) a la que de vez en cuando la sonroja. No fue una Balona con casta. No fue la Recia. Fue un equipo insípido, sin hambre. Amanerado y conformista. Y así es muy difícil echarle la culpa a un tercero. Sobre todo en nombre los 300 que se pegaron el madrugón para ver a un equipo... que sencillamente no compareció.
La demostración de que con el once que acudió la Balompédica a Sevilla (en el que la única novedad era Nico Delmonte, que además para eso ha venido) se puede competir fueron los primeros veinte minutos. La Balona salió bien, con desparpajo. De hecho en el 7' Coulibaly interceptó un pase del meta local y si llega a ser generoso, tenía a Oliva casi debajo del marco. Pero después de que el árbitro ignorase el codazo a la cara de Antoñito los de rosa se fueron diluyendo y ya en el 20-25 empezaron a dar señales de insuficiencia de ambición. Daba la sensación de que la Balona sabía que tenía coartada si perdía y que con eso le bastaba. Que se había dejado la intensidad por el camino.
En el 28 un error entre Loren y Borja López (sobre todo éste) provocó una falta en la frontal que a su vez originó un córner, que, botado por Capi, cabeceó Kike Salas sin apenas encontrar oposición. Al debutante Nico Delmonte le faltó tenderle la alfrombra roja.
Con el marcador en contra quedaba la esperanza de que los visitantes sintiesen las banderillas negras y apelasen a su tan cacareado orgullo. Pero no. La reacción brilló por su ausencia. Lo quen hubo fue una indolencia/impotencia que hasta molestaba. La demostración es que esta Balona que iba por detrás no lanzó una sola vez a puerta en toda la segunda mitad.
De por medio el debut de Jeremy Saygbé en el 72 para ser expulsado en el 85', en la única decisión relevante en la que el árbitro acertó. El liberiano se fue el suelo, levantó la pierna y, con los tacos por delante. busco la rodilla del rival en una jugada intrascendente el costado del campo. Lo que en el argot se llama un loco suelto. De no ser por lo de Kaya en 2019 en ese mismo escenario se podría pensar en un récord. Si ya tenía pie y medio en la calle...
Está también el estreno de un chiquillo llamado Álex García y los cambios de Romerito, difíciles de digerir a no ser que medie algún problema físico que no trascendió tras el encuentro. Porque ir por detrás y sacar del césped a Antoñito y Dorrio suena, como poco, raro. Tanto como dejar a Gerard Oliva, que demostró más preocupación al ver la quinta amarilla que le impedirá jugar frente a su Nàstic que por ayudar a sus compañeros en los noventa minutos anteriores.
Así que cada cual se quede con el cuento que quiera. Que si las bajas y el árbitro. Que si que la Balona no dio la cara en Sevilla. Posiblemente la realidad estará en un revoltijo. Pero ojo aunque falten dos jornadas ya ha empezado esa segunda vuelta en la que todo dios se juega algo. En la que cada punto hay que ganárselo a maza y martillo. Y como jugó la Balona ante el filial nervionense es complicado que lo logre. No siempre va a haber bajas y árbitros en los que encontrar el salvoconducto en modo justificación. Y además a la clasificación eso, le importa entre poco y nada.
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