(0-1) Cuando lo mejor es el resultado

CD Marino - Real Balompédica | La crónica

La Balona arranca con un triunfo ante un Marino que mereció más

Calderón apuesta por un once sin bandas y su equipo se muestra romo

La entrada del algecireño Antoñito, el mejor, dinamiza a los linenses

Pito Camacho logra un golazo de falta en el 90' que decide el resultado

En el añadido, los locales están dos veces a punto de empatar

Jugadores y técnicos celebran el tanto de Pito Camacho junto al banquillo / El Día-La Opinión De Tenerife
Rubén Almagro

18 de octubre 2020 - 22:26

Le ha cogido el gusto la Balona a esto de empezar con una alegría. Una vez en Murcia, otra en Villarrobledo y este particularísimo 2020-21, en Arona (Tenerife) sobre el CD Marino. En un partido de fútbol más que mediocre –por no escribir malo, que suena muy mal y más aún cuando el resto el resultado es favorable- el equipo de La Línea lo mejor que hizo fue eso, ganar en un duelo en el que el rival mereció mejor suerte. Cierto es que la Balompédica mantuvo esa impronta de bloque sólido de toda la pretemporada, pero ante un rival que está cogido con pinzas hizo, al menos, tres concesiones defensivas que ante los equipos que muerden suelen pasar factura.

Es posible (no deja de ser una teoría) que el pésimo estado del terreno de juego condicionase el once de Antonio Calderón. Pero lo cierto es que, si no hubiese llegado el triunfo, pueden dar por hecho que le hubiesen llovido los palos. La Balona jugó tanto a verlas venir que sacrificó las bandas. Ni Luis Alcalde ni Coulibaly están cómodos en los costados y la consecuencia fue que, a pesar de jugar con dos nueves –que defendían más que otra cosa porque no les llegaba un balón potable- en ataque no hubo noticias de los de La Línea.

El Marino tenía el balón, pero con ese manejo cansino que se ha puesto tan de moda que no se traduce en nada. De hecho, la única ocasión-ocasión de la primera mitad no se produjo como consecuencia de su dominio, sino, paradójicamente, en un robo. Fabrizio Danese se empeñó en sacarla por donde no debía, Nadjib le arrebató el cuero, se aprovechó de un resbalón de Carrasco y se plantó solo delante de Nacho Miras. Se escoró un poco y lanzó fuera. Un indulto en toda regla, porque además era uno de esos momentos que se catalogan de psicológicos (43’).

Lo dicho, si la Balona se viene de vacío de Arona a estas alturas se estaría debatiendo si la Balona no había tirado la primera parte en el Antonio Domínguez. Ojalá existiese un antídoto tan eficaz para la Covid-19 como lo son los goles para el análisis del juego.

La segunda parte empezó con el mismo guion, pero con el césped cada vez peor. Los locales se quedaron con el cuento y empezaron a rasear menos y a buscar más la segunda jugada. Al ratillo de empezar se produjo un forcejeo dentro del área entre Candela y, otra vez, Nadjib. De esos que si el árbitro pita penalti lo más que puedes hacer es decir que fue un tanto riguroso. Pero pitado se queda. Al momento, Manu Dimas tuvo una clarísima después de un centro desde la línea de fondo, pero no era el día en ataque del conjunto de Los Cristianos.

Fue por entonces cuando Calderón echó mano de Antonio y de Peque e hizo de su Balona un equipo más reconocible, con bandas, que ensanchaba el campo, que tenía más recursos ofensivos. Dio un pasito adelante, para qué engañarse, porque ya sabía que al rival se le podía meter mano. La aportación del algecireño –ojo, en ataque pero también y mucho en defensa- volteó el partido, que ya no daba la sensación de ser un monólogo del conjunto de casa.

En el 89’ la Balona robó un balón en una salida de los azulinos. Del robo, al córner y del córner a una falta en la frontal que desde el primer instante se pidió Pito Camacho. La ejecutó de una manera magistral. Un golazo. Un golazo que vale para empezar la liga ganando fuera de casa.

Parecía que el partido estaba resuelto, porque el reloj marcaba ya el 90. Para que nada faltase el míster dio la alternativa en la categoría a Nacho Holgado. Pero en el tiempo de alargue hasta por dos veces pudo marcar el Marino. En la primera, Nacho Miras se acreditó como un portero de garantías. En la segunda, el capitán Sergio Rodríguez sacó sobre la misma línea de gol.

Si hubiese llegado el empate igual hubiese sido hasta lo más justo. Pero el fútbol no entiende de justicias sino de goles. Y la única realidad es que la Balona ya tiene tres puntos. Hará bien su gente en disfrutarlo, que no están los tiempos para desaprovechar una satisfacción.

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