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Villarreal B - Real Balompédica | La crónica

La Balona suma un meritorio empate en Villarreal, pero el Cornellà le impide sellar su salvación

Los albinegros, en un alarde de orden y solidariad, dejan a cero al mejor goleador de la categoría

Los de Monteagudo se jugarán la permanencia en casa y ante un Andorra ya ascendido

Una acción defensiva de la Balona, con Jesús Muñoz junto a Pablo Íñiguez en primer término / Ángel Sánchez
Rubén Almagro

22 de mayo 2022 - 00:00

Ser balono es sinónimo de saber vivir en el alambre. De asociarse eternamente (o casi) con la angustia, con el suspense. Es el sino de sentir en blanco y negro. El equipo de La Línea arrancó un más que meritorio (y valiosísimo) empate en el campo de un Villarreal B que se fagocitaba a los rivales cuando ejercía de local. Dejó a cero a la mejor artillería de toda la Primera RFEF. Pero ni por esas se pudieron tirar sus aficionados a la calle a festejar de una bendita vez la salvación. El Cornellà se empeña en seguir vivo y su triunfo ante el Alcoyano mantiene la soga en el cuello de los de Alberto Monteagudo. Eso sí, el último rival, el Andorra, la afloja un poquito. El conjunto de Gerard Piqué ya ha celebrado el ascenso. Y aunque eso no es garantía de nada, si a la mayoría de los que durante toda la tarde del sábado sufrían en los salones de la Peña Balona le hubiesen propuesto después de lo de Tarragona de hace apenas quince días el escenario actual para la última jornada se hubiese tirado de bruces sobre el documento para firmarlo, aunque fuera con sangre ¿O no?

Toca una semana más de tensión. De cuentas. De dudas. Está escrito que no hay como tocar fondo para empezar a subir. La Balona se puso en evidencia no hace más de dos semanas en Tarragona. Y cuando más difícil lo tenía, cuando su crédito se había esfumado, el vestuario cerró filas para sacar cuatro puntos en dos jornadas ante rivales que quieren estar el año que viene en Segunda.

Los albinegros no pueden festejar aún la salvación. Pagan ahora pecados de otros meses. De cuando enseñaban las vergüenzas a las primeras de cambio. Pero Alberto Monteagudo parece haber encontrado la pócima mágica para devolver a esta centenaria Recia su señas de identidad. Y aunque es verdad que quedan noventa minutos de esos de ir con Cafinitrinas en el bolsillo como si fueran Lacasitos, también es cierto que esta Balona ha recuperado la credibilidad y que ahora, con todas salvedades que da el saber que el fútbol es el más traicioneros de los deportes, la salvación se antoja más cerca. Porque ojo, que a nadie se le olvide que el Sevilla Atlético recibe a un Linares que aún echa cuentas (y tantas) y que existe hasta la opción de un múltiple empate porque el San Fernando no fue capaz ni de vencer al Costa Brava.

El Villarreal B-Balona es uno de esos partidos en los que casi todo lo que sucede es muy previsible. El primer tiempo fue una partida de ajedrez. Una pelea táctica en la que casi siempre eran los de La Línea (que por cierto repitieron once) los que imponían el tempo.

En esa batalla de tablets, ocasiones, lo que se dice ocasiones, no hubo ni una. La Balompédica que estaba en el campo era un equipo solidario, trabajador. Lo que siempre le ha pedido su gente. Así que todo quedó reducido a un par de disparos desde fuera del área por bando, de esos que hacen alargar el cuello a los hinchas del que lanza y resoplar a los del rival. Pero poco más.

El comienzo de la segunda parte fue determinante. No había transcurrido un minuto cuando Alhassan Koroma interceptó una jugada con el pie del meta local Íker Álvarez. El de Sierra Leona se fue directo hacia el marco, con media Línea corriendo a sus espaldas. Y no le pegó del todo mal, pero el internacional andorrano se fue al suelo y enmendó su error.

Aún andaban los balonos mesándose el pelo de frustración cuando una contra del mini-submarino acabó con Coulibaly despejando sobre si mismo y dejando el balón a dos metros del marco al ruso Nikita Igorevich, que estrelló su disparo en la madera.

Fue como un toque de atención. A partir de ese momento se vivió otro partido. El Villarreal B ya sabía que no le valía otra cosa que ganar. Y lo intentó. Por dentro y por fuera. Pero no supo cómo. Se topó con una Balona hercúlea, sacrificada, solidaria y muy bien colocada. Ni siquiera los goles del Cornellà consiguieron descentrar a los albinegros, que cortaron cualquier atisbo de vía de agua. De manera que el equipo que más goles marca de la categoría no ya es que no le hiciese un solo tanto a los linenses, es que en ese tramo final, a pesar de tenerlos metido en su trinchera, tampoco fueron capaces de generarles oportunidades dignas de reseñar.

El partido se fue al 98. Parecía que no llegaba nunca el fin. Pero lo hizo. Y la Balona sumó un punto que deja el agridulce sabor de una faena que está por terminar, pero en la que tiene muchos factores a su favor. ¿Qué queda mucho por sufrir? Si. Pero si no fuese así ¿tendría mucho sentido ser balono?

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