(0-1) Sin fútbol sí hay paraíso
Atlético Malagueño - Real Balompédica Linense | La crónica
La Balona ofrece un partido plano, pero logra en Málaga su primer triunfo de 2019
Los de La Línea juegan desde el 50’ con uno menos por expulsión de Carrasco
Sana marca en una jugada ensayada el gol de la victoria en el 89’
Málaga/El fútbol, que tanto tiene de espíritu burlón, saldó este domingo una deuda con la Balona y además la pagó con intereses. Si en el primer encuentro de 2019 la afición de La Línea acabó rendida a su equipo por un fútbol que no fue capaz de evitar la derrota ante el Cartagena, del partido con el Atlético Malagueño lo único bueno que puede extraer la memoria en blanco y negro es la victoria. Un resultado que, además pone fin a cinco jornadas de incertidumbre.
Dando por bueno que la Balompédica se sobrepuso a jugar en inferioridad numérica desde el minuto 50 –lo que además de no resultar nada fácil tiene muchísimo mérito– y que dio la sensación de estar recuperando poco a poco la estabilidad atrás que tanto se ha echado en falta, solo el gol de Sana en el único disparo a puerta de todo el encuentro eclipsa en positivo el recuerdo de una mañana sin fútbol.
La Balona se trajo de Málaga los tres puntos (los primeros de 2019) y si durante la temporada hay momentos en los que lo único importante es ganar, éste era uno de ellos. Ganar como sea, pero ganar. Y la Balona lo hizo. Todo el resto del análisis tiene mucho de ojana. Lo que hubiese dado este mismo equipo el curso pasado, en El Ejido y ante la UD Melilla, por haber ganado de cualquier manera. Otro gallo le hubiese cantado.
El de este domingo en la Ciudad Deportiva malagueña es uno de esos partidos que se constituyen en cruces de caminos. Una derrota, que planeó a ratos, colocaba a los de Jordi Roger en una situación más que delicada, sobre todo en cuanto a su credibilidad. El triunfo les reubica en la condición de aspirantes a casi todo. Así es este bendito deporte. Así es esta centenaria Balona. Y seguramente dentro de cuatro meses, cuando llegue la hora de hacer balance, nadie se acordará de cómo se desarrolló el encuentro, sino de su resultado. Que por otro lado es lo mejor que le puede pasar a los que tuvieron la osadía de verlo entero, porque aquello tenía difícil digestión.
El conjunto de La Línea ganó al más puro estilo Segunda B: defendiendo con arrestos y con un gol a balón parado. Al fin y al cabo, el equipo de La Línea fue fiel a la filosofía que le mantiene en la zona alta de la tabla y que su gente aceptó como dogma de fe balompédico.
Esta vez sí volvió a verse a esa Balona ordenada y abnegada en el apartado defensivo. Una mejoría de sensaciones en la que tiene mucho que ver, todo hay que decirlo, que el filial malaguista es cierto que no tiene maneras de farolillo rojo, pero está huérfano de argumentos en ataque. Sobre todo por dentro.
Durante la primera mitad no sucedió absolutamente nada. Los balonos, ordenados, oscilaban para cortar cualquier osado intento del rival de salirse del guión. Deco dejaba pinceladas, el Malagueño tenía más presencia en los alrededores del campo rival... pero poco más.
A los linenses los rivales ya le han cogido el pin. Todo el mundo sabe que cuando el enemigo tiene el balón se sienten cómodos. Cuando lo tienen ellos no saben qué puñetas hacer con él.
A pesar de que durante todo el primer tiempo la Balona estuvo desaparecida en ataque suya fue lo más parecido a una ocasión. Pirulo –el único que parecía entender para qué servía aquello redondo que se paseaba por el césped– la puso entre medias de los centrales, pero Gastón llegó demasiado forzado y su disparo se marchó fuera.
Nada más reanudarse el juego Carrasco, que ya tenía una amarilla, cometió una imprudencia con resultado de expulsión: perdió un balón en el centro del campo y para corregirlo hizo una falta táctica. Segunda amonestación y a la caseta.
A partir de ese momento la Balompédica radicalizó su fútbol. O mejor sería decir su no-fútbol. Empezó a defender con cinco para paliar las embestidas por banda de Hicham y Xiscu, que se habían incorporado al juego con ganas. Tocaba verlas venir.
En el último tramo de la contienda, la Balona no tuvo reparos –tampoco tenía por qué tenerlos– en recurrir al otro fútbol. A ése que tanto se critica cuando lo pone en práctica el rival y que tan bien sabe cuando lo escenifica el del equipo propio. Desaceleró el partido hasta casi detenerlo. Eso sí, las artimañas dejaron demasiados damnificados. Raúl Cabrera y José García fueron expulsados. Poco después el míster, Jordi Roger sufrió idéntico castigo, en su caso, por una protesta.
El caso es que el tiempo iba pasando y lo hacía a favor de la Balona. Y en el 89’ Kibamba despejó como buenamente pudo. Gato no cejó en el empeño de perseguir un balón que quería irse por la línea de fondo y conquistó un córner. Pirulo botó el saque de esquina en el 89’ y Sana le ganó la partida a dos rivales, que defendieron sin contundencia alguna, y cabeceó. Un gol en jugada ensayada. Ensayada infinidad de veces durante la última semana.
El tanto fue celebrado por los de dentro como solo se festejan esos goles que además de un triunfo suponen un desahogo. Con mucha rabia contenida. Sana aprovechó el momento para reivindicarse. Legítimo para un futbolista que se había llevado todas las tortas.
En el largo (y justificado) añadido pudo pasar de todo. La Balona estuvo a punto de hacer el 0-2 pero Buba, que llevaba un ratito en el campo, se comportó en un balón largo en el que tenía toda la ventaja como un jugador asfixiado. Ya antes se había llevado varias veces las manos a la cadera. Raro, muy raro.
Los locales también pudieron marcar. Dos veces. En ambas aparecieron las manos salvadoras de Javi Montoya. Manos de esas de nos ha vuelto la suerte y el acierto.
Y colorín colorado. La Balompédica se reencuentra con la victoria y amansa las aguas. Lo del fútbol ya si eso...
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