La Balona se aferra a su idilio con la última jornada
Real Balompédica Linense | Segunda Federación
Los albinegros, que el domingo precisan una carambola para evitar el descenso, evocan sus salvaciones agónicas del pasado
La de 2022 ante el Andorra y la de 2018 en Murcia, las más recientes
La de 1981, con un triunfo ante el Toledo y cinco resultados favorables, la más complicada
(0-2) Viven

La Real Balompédica Linense afronta este domingo (12:00) uno de esos encuentros encrucijada a los que parece haberle cogido gusto. Los albinegros necesitan vencer en el Ciudad de La Línea y que no lo hagan ni San Fernando ni Villanovense para eludir el descenso y aferrarse al puesto que concede el derecho a jugar la eliminatoria de permanencia. Tendrá enfrente a La Unión Atlético, que precisa puntuar para convertirse en campeón del grupo IV de la Segunda Federación y, por ende, ascender.
Como corresponde a un club que hace tiempo que lleva a gala su condición de centenario, no es la primera vez que la Balona se encuentra en una situación límite a 90 minutos del final de la competición. La historia demuestra que el conjunto de La Línea tiene un especial idilio con esa última jornada. La última prueba de esa conexión casi mágica no es nada lejana, se remonta a 2022. El entonces presidente, Raffaele Pandalone, ya había celebrado una salvación agónica en Murcia en 2018. Pero aún más dramáticas fueron las de 1990 y 1998 en El Palmar de Sanlúcar y, sin duda, la de 1981 en La Línea ante el Toledo. Y está escrito que todo lo que ha sucedido es susceptible de volver a producirse.
También hubo clasificaciones para las fases de ascenso en foto finish como aquella festajada en 2008 en el entonces San Rafael de Los Barrios o la de 2006 que se consumó después de que Betis Deportivo y Atlético Sanluqueño empatasen entre sí y se arrebatasen mútuamente la cuarta plaza en beneficio de los linenses. Antecedentes a los que pueden agarrase los hinchas albinegros para seguir creyendo. Que es de lo que se trata ahora.
El triunfo (3-1) de 2022 de una Balona dirigida por Alberto Monteagudo sobre un Andorra que ya llegó campeón apenas precisa de repaso, porque está muy fresco en la mente de los balonos.
Tres cuartos de lo mismo se puede decir del aquel 0-2 de Murcia de 2018, con Sánchez de la Nieta en el banco y con dos goles que significaron el último servicio del sanroqueño Juan Diego Molina Stoichkov (ahora en el Granada) a la entidad que le catapultó al fútbol profesional.
El Palmar, estadio talismán
No sucede lo mismo con las salvaciones alcanzadas por la centenaria escuadra balona en El Palmar el 27 de mayo de 1990 (en Segunda división B) y el 10 de mayo de 1998 (en Tercera división).
En 1990, en al extinta Segunda B, la Balona, dirigida por Gabriel Navarro Baby llegaba a la última jornada dependiendo de sí misma merced al triunfo logrado una semana antes sobre el Badajoz del exbalono José María Martín Doblado, quien recientemente fue despedido con todos los honores por el balompié almeriense.
Los albinegros no habían ganado fuera de casa desde octubre de 1988 (es decir, un año y cinco meses antes) y habían conseguido sólo tres goles lejos del Municipal en toda la andadura, los que habían encadenado de una tacada en Telde, donde habían perdido 4-3 después de que Currito Álvarez marrase un penalti en el último segundo.
Los balonos llegaron en plena Feria de la Manzanilla arropados por un millar de aficionados que durante la semana habían soportado suspicacias de toda índole. Al final, el Atlético Sanluqueño no sólo no dio facilidades, sino que se empleó con especial ímpetu, pero un centro de Antonio Pacheco fue rematado raso por Manolo Ahumada (18’), haciendo inútil la estirada del guardameta Santisteban.
Los linenses montaron una tela de araña y sólo pasaron apuros a ocho minutos del final, con Cristóbal evitando sobre la línea de meta el empate, cuando de fondo ya sonaban los cánticos de los aficionados linenses, que sabían a esas alturas que hasta la igualada era suficiente para evitar el descenso.
La hinchada invadió el terreno de juego cuando el colegiado Renedo Montalvo pitó el final y celebró la salvación mientas sacaba del vestuario al presidente, Manuel Monteagud, quien, incapaz de hacerlo en el palco, siguió la segunda mitad en la caseta.
En aquella Balona de la salvación se alinearon: Domingo -que había comenzado la temporada como ayudante médico-, Cristóbal, Pacheco, Pepe Aparicio, Arias, Charli, García, Javi Vales (Agustín Cabrera, 64’), Ormaechea, Ordás y Ahumada (Torremocha, 84’). También formaban parte de aquel plantel, entre otros, Juano, Berenguer, Salvador, Álvarez, Mena, Arreitu y Juli.
Ocho años después, entonces en Tercera división, el azar quiso que la Balona llegase a la penúltima jornada de Liga con la posibilidad de salvarse esa semana en El Palmar o de hacerlo siete días después en casa con el Ayamonte.
El equipo, entrenado por Manolo Cruz, se había construido desde las limitaciones económicas más profundas y sólo la llegada a la presidencia del añorado Ángel Serrano le permitió no estar descendido a esas alturas.
Los linenses viajaban arropados por medio millar de almas, pero con sólo quince jugadores en el autocar (entonces estaba permitido que se inscribiesen en el acta 16) entre ellos el tarifeño Miguel Ángel García que se encontraba haciendo el servicio militar en Ceuta y al que recurrió el cuerpo técnico después de tres meses de ausencia ante la falta de efectivos.
Cruz, que había advertido que evitar el descenso era “más mérito que jugar la liguilla para otros” [en clara referencia al que sería su sucesor, Rafa Escobar, que llegaba desde el Atlético Lucentino], alineó a: Pablo, Morales, Jose, Francisco Alonso, Chichi (Miguel Ángel, 84’), Isidro, Acris, Argüez (Trompita, 21’), Moreno, Colin y Pedro García.
También defendieron la guayabera albinegra en algún momento de la temporada: Matías, Óscar, Perico, Diego, Antonio Manuel, Francis Aparicio, Juan Almendro,Yiyi,Villi...
Moreno (64’) y Trompita (74’), éste en un clamoroso error del meta Caro, adelantaron a los albinegros, que sufrieron al final al ver como Mena (83’) acortaba distancias.
La salvación más rocambolesca
Pero más especial, por lo extraño, fue la salvación de 1990/91, también bajo la presidencia de Manolo Monteagud y en la categoría de bronce. Con el recordado Álvaro Rodríguez Alvarito al frente, empezó líder tras vencer al Ceuta (3/0) en la primera jornada. Una derrota una semana más tarde precisamente en El Palmar supuso para los muchos aficionados que se desplazaron un regreso a la cruda realidad.
Fue una de esas campañas de sinsabores, con Alvarito relevado durante exactamente dos meses para después regresar al cargo por un cuanto menos singular tándem Pacheco-Leblanc y con una última jornada de miedo. O mejor sería decir de pánico.
Por entonces no existía la mal llamada promoción (ni el ahora peor denominado play-out) y el peor decimoquinto clasificado de los cuatro grupos se iba a Tercera. Por eso, la Balona necesitaba ganar al Toledo para mandar al rival de aquella tarde directamente a Tercera y, además, precisaba que los marcadores de Izarra, Durango, Lemona y Binéfar le acompañaran. A priori se antojaba algo imposible. Casi como lo del próximo domingo.
Fue, sin duda, la tarde de la radio por excelencia en el estadio Municipal. Los albinegros vencieron 3-1 y los jugadores se agolparon en la caseta en torno a un pequeño receptor del utilero Antonio El Porrina. Durante un cuarto de hora el público escuchó a través de los altavoces del estadio la transmisión de Radio-5 en la que -algo que hoy con las redes sociales se antoja imposible- no era posible garantizar el resto de los marcadores, todos muy ajustados por otro lado.
A las 20:10 de aquel caluroso domingo José Manuel Fernández anunció que el milagro se había consumado. Los futbolistas, algunos ya desposeídos de camisetas y calzonas, volvieron al césped y se mezclaron entre lágrimas con los espectadores. Se habían dado todas esas combinaciones imposibles y la Balona seguía en Segunda B.
Pablo, Mancilla, Ismael, José Manuel García, Agustín Cabrera, Juan Arias, Da Silva, Javi, Lucendo, Eguileor, Elorduy, Miguel Ángel, Francis, Felipe, Julio Medina y Chema Serna eran, entre otros, inquilinos de aquella caseta.
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