Balona: del reproche a la reconciliación

Real Balompédica Linense

La afición entierra el hacha de guerra de la pasada campaña y se matrimonia con un equipo formado desde un club mucho más reconocible y cercano

Rivera subraya el papel de la grada, en un mensaje que lleva implícito el deseo de que siga produciéndose

La Balona prorroga su campaña de captación de abonados hasta el domingo 15

Fran Carbià, en primer término, saluda a jóvenes aficionados tras el Balona-Antoniano / Vanessa Pérez

Enfados (monumentales) al margen por el pésimo servicio prestado por el denominado aparcamiento disuasorio que rodea al Ciudad de La Línea, la victoria que el pasado domingo obtuvo la Real Balompédica Linensesobre el Atlético Antoniano (1-0) en el debut liguero del grupo IV de la Segunda Federación dejó otra secuela mucho más positiva: el reencuentro entre la afición y el equipo, tras una temporada en la que la relación se había adulterado hasta límites casi desconocidos. Un factor éste, el del matrimonio entre la grada y el club, que puede parecer baladí, pero que la realidad es que ha servido de soporte a todos los grandes éxitos del conjunto de La Línea.

No es precisamente extraño oír hablar a los entrenadores de los equipos rivales del peso de la afición de la Balona, y más ahora que con la reconstrucción del estadio, los hinchas están mucho más cerca del rectángulo de juego de lo que lo estuvieron durante medio siglo, cuando el césped y las gradas estaban separados por las pistas de atletismo. Lo hacen los preparadores extraños a la realidad diaria de los albinegros, pero también los más cercanos, como sucedió antes del duelo con el Antoniano, cuando el exjugador de la Balompédica Diego Galiano hizo referencia explicita a ese apoyo como factor determinante.

El caso es que el curso pasado ese binomio indivisible que en su día acuñó el expresidente Manuel Monteagud sí que se fracturói La rémora del entonces reciente descenso desde la Primera Federación, la nefasta gestión en la confección del plantel, la falta de identidad -no ya del vestuario, sino del propio club- con su entorno sumados a los malos resultados dieron lugar a un divorcio antes desconocido.

El propietario, Andrés Roldán, asumió sin remilgos en una rueda de prensa los errores cometidos y su firme deseo de reconducir esa situación. Para ello puso al frente de la gestión deportiva a dos balonos incuestionables como son Mario Galán (director deportivo) e Ismael Chico (secretario técnico) que además se decantaron por un entrenador, Miguel Rivera, que ha sabido desde su presentación pellizcar con sus declaraciones el corazón de los balonos.

La consecuencia (positiva, sin duda) es que los aficionados han decidido enterrar de los gritos que reclamaban la dimisión del entonces director deportivo, Alberto Achirica, y los pitidos al mediocentro Javi Pérez cada vez que tomaba el balón en el último encuentro en casa de la pasada campaña, el que enfrentó a los que entrenaba Antonio Fernández Rivadulla con el Cartagena B en horario matinal.

Aquellas muestras mitad de desaprobación mitad de hastío ya habían comenzado a ser historia en la presentación de la actual plantilla, no solo por la masiva presencia de hinchas, sino por el espíritu de ilusión y aprobación que se respiraba en el ambiente.

El pasado domingo, en el Balona-Antoniano, se escenificó la reconciliación. Incluso cuando el equipo, extenuado, peor lo pasaba en la segunda mitad, la grada le insufló ánimos para ayudarle a conseguir el triunfo final.

“Tengo que darle las gracias a la afición”, sentenció Miguel Rivera, en su comparecencia ante los medios. Hizo bien el míster en seguir matrimoniándose con la grada, en un mensaje que lleva implícita la petición de que ese respaldo no decaiga. Porque en la búsqueda de un objetivo que, no hay que engañarse, no va a ser nada fácil, el hecho de remar unidos puede que resulte hasta determinante.

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