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Balona en estado puro (0-2)

Real Murcia - Real Balompédica Linense | La crónica

Los albinegros hacen un alarde de sus señas de identidad y repiten triunfo de prestigio en Murcia

Los linenses, ahora sin angustia, sellan la permanencia en el mismo escenario del pasado curso

El meta Javi Montoya, en una de sus intervenciones en la Nueva Condomina. / La Opinión De Murcia
Rubén Almagro

17 de marzo 2019 - 23:33

La Balona ganó en Murcia al más puro estilo Balona. Un triunfo de esos que quedan en las agendas –pero sobre todo en la memoria– labrado al más puro estilo Jordi Roger. Que cuando se equivoca se equivoca, como todo quisque, pero que nadie puede negar que le ha puesto su sello a este vestuario y la añeja escuadra de La Línea ha rescatado sus señas de identidad, las que llevaron al éxito supremo hasta diciembre.

Después de que el fútbol le negase una semana antes una satisfacción que mereció de sobras, en la Nueva Condomina se rindió a los méritos de los albinegros y les concedió tres puntos ganados a pulso que le suponen un valiosísimo visado en el pasaporte hacia la próxima Copa. De momento –solo de momento– pensar en premios mayores resulta quimérico. Pero ojo que el torneo del KO no es, ni mucho menos, un logro menor. De hecho, la mayor satisfacción a la hinchada en los últimos años se la ha proporcionado, precisamente, esa competición.

La Balompédica vuelve a ser la Balompédica. La Recia. La que enorgullece a su gente. La que se permite el lujo de tutear desde una chalupa a los transatlánticos de la categoría. Los albinegros volvieron a paladear el éxito con esa fórmula que se antoja tan sencilla –pero que en realidad es extremadamente compleja– de cerrar todas las vías hacia el marco, dejar madurar el partido y asestar el golpe definitivo a la contra. Casi siempre en el tramo final, lo que pone de manifiesto que el bachecillo físico del arranque de la segunda vuelta, que existir existió, no fue más que la sima de obligado cumplimiento por el que atraviesan todos los equipos antes o después.

Los que jugaban de blanco y negro pusieron sus cartas sobre la mesa desde el pitido inicial. No es casualidad que enlace cuatro jornadas sin perder y que, de esas, en tres haya dejado el marco acero. Con esos argumentos propuso un primer tiempo plano, sencillo, sin muchos sobresaltos. El Real Murcia quería el balón y el conjunto albinegro se lo entregó sin ruborizarse. Hace mucho que el debate sobre la posesión está enterrado. Los granas se toparon con la mejor versión defensiva de la Balona. Orden, sacrificio, solidaridad. No es por nada, pero estando Gastón arriba, que no se arruga nunca.

En ese partido amorfo que era el que la centenaria Balona proponía cada equipo tuvo una. Los primeros, los de casa. Diego Parras se encontró en el minuto siete con un balón en una segunda jugada tras un córner en uno de los escasos despistes de los albinegros en toda la tarde. Apareció Javi Montoya, que siempre está donde debe estar.

La Balona no había salido de la cueva. Solo una vez, cuando Gato estuvo a punto de robarle el balón al meta Mackay, se aceleraron las pulsaciones. Hasta que en el 41’ apareció Pirulo que se fue tras un balón de Pierre y a pesar de estar obstaculizado lanzó abajo, con mucha intención, pero el cancerbero local supo resolver.

El comienzo de la segunda mitad fue lo mejor de la tarde. Un poco en modo ruleta rusa, solo que todas las balas se quedaban encasquilladas. Primero Kibamba le arrebató el balón in extremis a Manel cuando estaban en el borde del área. Y en el 50’ un centro lateral de Forniés superó al congoleño y al meta balono y el propio Manel, solo y a un metro del marco, envió fuera. Una de esas jugadas que cambian un partido. A veces, hasta una temporada.

Mientras Kibamba, que acabaría por ser sustituido, se retorcía de dolor por el efecto de su encontronazo con su propio guardameta, la Balompédica empezó a enseñar los dientes. En el 53’ fue Juampe el que lanzó abajo, pero Mackay desvió a córner. Y en ese saque de esquina, Carrasco cabeceó al larguero. Tablas en el marcador y empate también a sustos.

El equipo de Roger recibió el mensaje. Y terminó de madurar el partido. Cerró las compuertas y dejó que el Murcia se fuese precipitando, se angustiase. Hasta que en el 74’ reapareció Pirulo. Que hizo lo que viene siendo un autoservicio. Robó el balón, se metió en el área, provocó que Hugo Álvarez le hiciese penalti y transformó la pena máxima. El pack completo y 0-1.

El Murcia, que ya escuchaba la música de viento de su gente, se fue a tumba abierta. Y ahí fue donde se vio la versión hercúlea, disciplinada, de la Balompédica, con Carrasco y Joe ejerciendo de controladores del juego aéreo.

El otro despiste defensivo llegó en el 79’. Chumbi ganó un balón de cabeza y remató abajo con muchísima mala uva. No contó el delantero murcianista con que la Balona tiene a uno de los mejores porteros no del grupo, sino de la categoría. Lo que hizo Javi Montoya para repeler el balón se antojaba casi más un ejercicio de escapismo que una parada.

Los gestos de impotencia de los grana se sucedían. Hasta que en el 89’ Sana mandó a Gato y éste aguantó el tiempo suficiente para situar a Gastón con toda la ventaja a un par de metros del marco. El argentino se reencontró con el gol y el 0-2 era ya inapelable.

La Balona desata una tormenta en el murcianismo y se aferra a la sexta posición. Curiosamente el día que alcanzó los 45 puntos que dicen que garantizan la permanencia. Hace un año ese objetivo se celebró a lo grande en ese mismo escenario. Ahora parece pieza menor. Buen síntoma.

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