La torre de Babel en el estadio Nuevo Mirandilla de Cádiz
Zona Franca gastó 55 millones en financiar buena parte del campo, hoy ocupado por multitud de empresas e instituciones
El Cádiz CF busca suelo en la capital para construir un estadio para 35.000 espectadores
Otro estadio en la ciudad sin suelo, en Cádiz

Ajeno al concepto primitivo con el que se creo la Zona Franca de Cádiz, el Consorcio gaditano afrontó la financiación de buena parte de la obra del nuevo estadio Carranza como apoyo al Ayuntamiento de la época, como pasó también con otras obras en la ciudad.
Esta operación obligó a la Zona Franca, entonces en una delicada situación financiera, a acudir a los bancos para financiar las obras. Al final gastó 54.372.542 euros de los que 40 millones salieron de los préstamos bancarios. Aunque las obras del estadio terminaron en 2015, aún sigue amortizando esta elevada deuda.
La operación generó 16.957 metros cuadrados de superficie, a los que se le unieron 520 plazas de aparcamiento, también en manos de la Zona Franca en el subterráneo del estadio.
El diseño del campo de fútbol se planteó, por parte de los arquitectos municipales, para obtener ingresos extras con la venta o alquiler de los espacios creados en los dos fondos, en la preferencia y en la tribuna. Esta última quedó en buena parte en manos del Ayuntamiento, vendido para un hotel cuya construcción está pendiente.
El resto del suelo es propiedad de la Zona Franca o en los últimos años ha ido pasando a manos de empresas de la ciudad, que lo han ido adquiriendo en las distintas campañas de venta organizadas por el Consorcio. Los bajos de la preferencia del estadio son propiedad de una empresa de supermercados, siguiendo la estela del antiguo Supersol que ya funcionaba en la última etapa del Carranza en el fondo norte.
En estas dependencias funcionan desde hace años numerosos departamentos de la administración pública, incluido algunos juzgados. A la vez, una parte de la tribuna funciona como un centro hospitalario de la firma López Cano, además de otras dependencias médicas y un gran gimnasio.
Esta atomización de la propiedad y la misma variedad de la oferta que se da en este complejo dificultaría un hipotético cierre del estadio y su posterior demolición. Dejando a un lado la obligación de modificar la norma urbanística, sería necesario negociar con propietarios de superficies muy amplias, como las del supermercado, el futuro hotel o el centro hospitalario; a la vez que crearía un grave problema a la hora de recolocar dependencias de la administración, en una ciudad donde la oferta de suelo de oficinas es muy limitada, pues en su mayor parte se ha concentrado en el edificio del estadio Nuevo Mirandilla.
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