Rusia amenaza a Bosnia con una respuesta militar si se une a la OTAN
30 años de la Guerra de los Balcanes
La pretensión de Sarajevo a unirse a la Alianza Atlántica levanta ampollas en Moscú, que teme perder más influencia en la región tras la anexión a organizaciones occidentales de otros países ex comunistas
Hace tres décadas Europa se desestabilizó por las guerras en los Balcanes, donde el conflicto en Bosnia causó más de 100.000 muertos
Mostar/La historia de Bosnia y Herzegovina se puede narrar de muchas maneras. A través de cicatrices bélicas, mástiles con banderas, equipos de fútbol o edificios eclesiásticos. Pero también se cuenta a través de puntos fluviales. Hoy en día las aguas se encuentran revueltas. Y frías. Tras las proclamas lanzadas por los partidos nacionalistas bosnios cada cierto tiempo, la embajada rusa en Bosnia volvió a moverlas amenazando al país con utilizar los mismos métodos que en Ucrania por seguir adelante con su candidatura a entrar a la OTAN.
El embajador de Rusia en Bosnia y Herzegovina, Igor Kalbukhov, lanzó un ladrillo el pasado día 15 a las ya de por sí revueltas aguas bosnias. “Si (Bosnia y Herzegovina) decide ser miembro de algo, es algo interno. Otra cosa es nuestra reacción. En el ejemplo de Ucrania hemos mostrado lo que esperamos. Si hay amenazas, reaccionaremos”, comentó con naturalidad Kalbukhov en la televisión bosnia FTV.
La embajada de Estados Unidos calificó esas declaraciones como “peligrosas e inaceptables”, afirmando que apoyará el camino Euroatlántico de Bosnia. Tras la insistencia de la presentadora sobre las declaraciones que acababa de realizar, el embajador ruso finalmente afirmó que “no era una amenaza directa”.
Recientemente, Dusanka Majkic, una política perteneciente al partido nacionalista serbobosnio SNSD (contrario al ingreso) escribió en redes sociales que “Moscú dijo en marzo de 2021 que reaccionaría si Bosnia tomaba medidas para unirse a la OTAN. No digáis después que no lo sabíais”. Si una persona ojea el mapa europeo observará que hay más de 1.500 kilómetros de separación entre las fronteras de Bosnia y Herzegovina y Rusia.
Hace tres décadas Yugoslavia se desmembraba. La guerra en Bosnia y Herzegovina fue el siguiente episodio tras las independencias de Eslovenia y Croacia. El conflicto cogió fuerza y en Bosnia estalló con más de 100.000 muertos y alrededor de dos millones de desplazados. Europa tembló. El famoso río Drina del premio Nobel Ivo Andric es la frontera natural entre Serbia y Bosnia. Quizás sus aguas sepan algo más de la historia.
Los colores paneslavos (azul, blanco y rojo) inundan las carreteras de entrada a las ciudades y monumentos a los combatientes fallecidos. El alfabeto también varía y abundan las iglesias ortodoxas. Un cochambroso cartel del tenista serbio Novak Djokovic mira atentamente a los transeúntes. No, no es Serbia. La estampa pertenece al municipio de Pale, en la República Srpska. La ciudad que fue capital de la autoproclamada república serbia de Bosnia durante la guerra se encuentra a 20 minutos de Sarajevo, actual capital del país. Tras los acuerdos de paz de Dayton, Bosnia se dividió en dos: en la Federación de Bosnia Herzegovina (mayoría étnica de bosniacos y bosniocroatas) y la República Srpska (serbobosnios).
Una gran parte de la entidad serbobosnia colinda con Serbia, aliado de Moscú, mientras el río Drina hace de aduanero. En la entidad serbia, al igual que en territorio serbio, se han visto manifestaciones esporádicas apoyando la invasión rusa de Ucrania. En los últimos meses los nacionalistas serbobosnios han apostado por más de 100 medidas secesionistas para desconectarse de Bosnia, entre las que se incluye un ejército propio, control de las aduanas, expulsión del servicio de inteligencia...
"Nuevos conflictos étnicos"
El alemán Christian Schmidt, actual Alto Representante para Bosnia y Herzegovina, figura creada tras los acuerdos de Dayton para supervisar la implantación de estos, indicó hace unos meses en un informe semestral (no pudo ser presentado en la ONU por el veto de Rusia y China) que el país se encamina a “nuevos conflictos étnicos” si la comunidad internacional no actúa frente al reto secesionista.
Muchos fieles de Milorad Dodik, líder nacionalista serbobosnio y partidario de la división del país, siguen los discursos de admiración a criminales de guerra (habitual en los tres bandos) y niegan de genocidios, como el cometido en Srebrenica, donde los milicianos serbobosnios acabaron con la vida de más de 8.000 musulmanes.
Condenados a entenderse
Otro río, el Neretva, divide en dos la ciudad de Mostar. El Puente Viejo de Mostar, símbolo de la ciudad, bombardeado hasta la saciedad por las tropas croatas, ejerce de nuevo como vínculo entre dos mundos. El fútbol local y sus pintadas del Vélez o el HŠK Zrinjski también separan la localidad. La parte bosniocroata (católica) queda a un lado y la bosniaca (musulmana) al otro. Una gran cruz sobresale del monte Hum, haciendo juego con el mayor campanario de la ciudad, el de la iglesia franciscana. El consulado croata, las inversiones más modernas y las iglesias católicas indican, sin lugar a dudas, que es la parte católica.
En la colina Fortica, en la parte bosniaca, una gran bandera de Bosnia y Herzegovina ondea suavemente, mientras a sus pies se lee un mensaje: “Bosnia, te queremos”. Al final de la ladera, la iglesia ortodoxa se reconstruye tras 30 años medio derrumbada. El consulado turco, los minaretes y los olores a cevapi y shisha inunda la zona. Es el barrio musulmán.
Slavko Mijatovic habla rápido, quizás siguiendo el ritmo de su vida. Al referirse a los políticos, suben más las revoluciones. “Son peores que los de los 90. Se acusan de todo y no solucionan nada. A este barrio nunca ha venido el alcalde”, comenta, mientras un vecino le pregunta quién es él para que le venga a venir a ver el alcalde. Se jubilará en Capljina, a 200 kilómetros de su ciudad de origen, Kraljeva Sutjeska: es un desplazado interno. Mijatovic empuñó un arma y defendió su ciudad de bosniacos y serbios, aunque admite que no era un militar profesional. “Tengo un apellido serbio. Al principio no me querían en esta zona, pero soy croata”. Con la situación actual, Mijatovic hace su particular quiniela. “Dayton creó un polvorín, donde los serbios se llevaron lo mejor. No sabemos el final”.
La joven Andela comenta en una terraza de Potoci, cerca de Mostar, que pretende emigrar de Bosnia y Herzegovina. Otro de los males endémicos del país: el éxodo juvenil. “No me siento representada con este Estado, me siento croata”. Las alarmas que resuenan en el país no le asustan. “No creo que vaya a haber guerra, los jóvenes no pensamos así. Dudo que empuñemos un arma”, un pensamiento que mucha gente repetía años atrás.
El pasado día 15, la tricefalia política del país (el Gobierno central y una presidencia rotatoria de tres personas ocupadas por igual por un bosniaco, un bosniocroata y un serbobosnio) acudieron al Parlamento Europeo. Zeljko Komsic, presidente socialdemócrata bosniocroata de la Presidencia de Bosnia, comentó que “el sistema electoral étnicamente estructurado que se intenta imponer puede tener un resultado muy incierto”. Sostiene que los países vecinos de Bosnia, en referencia a Croacia y Serbia, están imponiendo intentos de optar por esta opción.
Adnan Cerimagic, analista del European Stability Initiative, advierte que la guerra en Bosnia y Herzegovina y los Balcanes ya no es impensable, lo cual es “peligroso”. “Para contrarrestar esto, Bruselas debe ofrecer rápidamente a los Balcanes occidentales una perspectiva de la UE realista, creíble y accesible. Rusia cuenta el regreso de la retórica nacionalista y el revisionismo que se está produciendo durante los últimos cinco años en Serbia y partes de Bosnia y Herzegovina”, comenta el analista bosnio.
Atención vecinal
El presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, se posiciona entre mantener la estabilidad en la región (clave para el acceso al país a la Unión Europea) y afianzar las relaciones con Rusia. Las elecciones del próximo mes de abril se posicionan como una prueba de fuego. Bosnia, por su laberinto político interno, se resiste a imponer las sanciones dictadas por la Unión tras la invasión rusa a Ucrania, dejando más abierto el espacio de influencia ruso en Bosnia.
Tanto Sarajevo como Belgrado siguen los mismos pasos laxos en torno a la cuestión de la guerra en Ucrania, pese a que votaron a favor de la condena en las Naciones Unidas. Andreja Stojkovski, director del think-tank PRESPA, expone que “la UE ha estado haciendo la vista gorda con Vucic y sus políticas durante mucho tiempo. Bruselas ha estado intercambiando democracia por estabilidad con la esperanza de que Vucic resuelva el problema de Kosovo”.
El Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, inició una visita por los Balcanes occidentales, donde su primera parada el pasado día 16 fue Bosnia, 24 horas después de las polémicas declaraciones del embajador ruso.
Borrell aterrizó en el aeropuerto internacional de Sarajevo con un objetivo: afianzar la misión europea en el país, la operación EUFOR Althea, que contribuye a mejorar las capacidades del ejército bosnio, disuade de la desestabilización extranjera y ayuda al cumplimiento del tratado de Dayton. Hace dos semanas la misión fue ampliada con 500 efectivos más. Las elecciones de octubre y la guerra en Ucrania poseen parte de culpa.
Al oír hablar en español, el camarero de un restaurante de carretera cercano a Mostar interrumpe la conversación: “Oh, ejército español”, exclama alegremente. “Yo trabajé como traductor para ellos, muy buenos”, rememora el hombre mientras recoge rápidamente los platos.
Alfredo Sasso, analista del think-tank Osservatorio Balcani Transeuropa, afirma que la República Srpska ha creado sus propios canales diplomáticos y financieros con Rusia y, más recientemente, con la Hungría de Viktor Orban, prescindiendo a menudo de Serbia. “Si se confirma que Rusia tiene dificultad estratégica, deslegitimada en el ámbito internacional y aislada económicamente, creo que Moscú no tendrá capacidad de involucrarse en Bosnia y Dodik tendrá que dar marcha atrás a sus planes secesionistas, de una u otra forma”, sostiene Sasso.
Unas banderas del HVO (Consejo de Defensa Croata) ondean cerca de Blagaj. Frente a ellas, nombres de militares caídos en combate. La calle coge forma de trinchera, o de río sin puente. Frente al memorial croata un cementerio musulmán. Las lápidas o placas conmemorativas colocadas en recuerdo de los fallecidos muestran fechas que se sitúan, independientemente del bando, entre 1992 y 1995, los años en los que la guerra desmembró Bosnia.
La muerte no falla, no hay vuelta atrás, siempre hace acto de presencia en las guerras. Un día enfrentados, al otro enterrados frente a frente. A 15 kilómetros, en Zitomislici, se erige un monasterio ortodoxo reconstruido tras la guerra, dando cuenta de la crueldad del conflicto. Las tres construcciones son heridas de la guerra, las tres son esclavas del silencio. Los ríos políticos en Bosnia y Herzegovina poseen temperaturas más bajas de lo normal. Un deshielo intencionado por parte de Rusia y sus satélites en la región puede hacer que se desborde causando otra catástrofe humanitaria.
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