Algeciras bajo las dinastías Almorávide y Almohade (1086-1230)
ESTAMPAS DE LA HISTORIA DEL CAMPO DE GIBRALTAR
En el año 1088, según Ibn Abi Zar, desembarcó por segunda vez Yusuf ben Tasufín en Algeciras con un poderoso ejército para hacer la guerra al rey de Castilla
Algeciras, bajo el gobierno almohade, gozó de un enorme prestigio como foco de saber intelectual y de actividad económica
Algeciras en el siglo X: Ceuta y el Rif para el califato de Córdoba
Algeciras de los Almorávides (1086-1145)
En el año 1086, respondiendo a la solicitud de ayuda del rey al-Muta'mid de Sevilla, Yusuf ben Tasufín, emir de los almorávides, dueños del Magreb occidental, envió un ejército a Algeciras al mando de su general Dawud ben 'A'isa. El rey de Granada relata con estas palabras el desembarco de los almorávides en la ciudad del Estrecho: “La población de la ciudad vio que unos caballeros habían levantado un campamento, sin saber cuándo habían venido, y, así que amaneció, siguieron llegando contingentes que aumentaban, hasta que todo el ejército almorávid se encontró frente a Algeciras. Dicho ejército rodeó la ciudad y Dawud mandó llamar a al-Radi (gobernador de Algeciras) para decirle: "Nos prometisteis esta ciudad. Nosotros hemos venido para hacer la guerra santa. Por tanto, o evacuas Algeciras hoy mismo, desde ahora al mediodía, o si no, atente a las consecuencias. Al-Mu'tamid ordenó a su hijo, al-Radi, que evacuara la ciudad y Dawud se hizo cargo de ella”.
Según el Hulal al-Mawsiyya, (Tasufín) “se apresuró a reconstruir los muros y a restaurar lo que se había deteriorado de los fuertes; cavó un foso a su alrededor, la llenó de víveres y armas y puso en ella una guarnición de sus mejores soldados”. Al-Himyari refiere que los habitantes de Algeciras “salieron llevándoles víveres y los presentes de hospitalidad de que disponían; colocaron un mercado en una avenida de tiendas y llevaron allí las mercancías. Luego autorizaron a los soldados que entraran en la ciudad. Las mezquitas y las plazas se vieron pronto llenas de combatientes”.
De lo expuesto por las crónicas se puede deducir que la ciudad portuaria de Algeciras, considerada por Yusuf ben Tasufín como un enclave que le debía ser entregado si los andalusíes querían contar con su ayuda, pasó a poder de los almorávides con el beneplácito de sus habitantes; que el emir almorávid se apresuró a fortificar la ciudad, dotarla de vituallas y armas y guarnicionarla con el fin de convertirla en base militar desde la que acometer sus proyectos expansivos. Los almorávides, como antes hicieron los califas cordobeses y después harían almohades y meriníes, se esforzaron por incrementar los valores portuarios y defensivos de Algeciras para poder usar su puerto como cabeza de puente en conexión con Ceuta y mantener, de esta manera, una fluida comunicación con sus territorios del Magreb de donde llegaban los contingentes de guerreros, vituallas y hombres de religión. El abrigado puerto de Algeciras con sus arsenales para la construcción y reparación de navíos fue utilizado en numerosas ocasiones por los almorávides cuando pasaban tropas desde la orilla africana. En el año 1088, según Ibn Abi Zar, desembarcó por segunda vez Yusuf ben Tasufín en Algeciras con un poderoso ejército para hacer la guerra al rey de Castilla. De nuevo desembarcó el año 1090 en una tercera expedición. En Algeciras lo esperaba al-Muta'mid. En el año 1102 realizó el emir su cuarto viaje a al-Andalus. Yusuf ben Tasufín murió en el año 1106 sucediéndole su hijo, Alí ben Yusuf, que se instaló en Algeciras con un numeroso ejército de jinetes.
La relevancia que Algeciras adquirió durante los sesenta años en que fue base naval de los almorávides, está demostrada por el protagonismo que las fuentes árabes dan a la ciudad en las numerosas expediciones emprendidas por los emires norteafricanos, así como por haberse ubicado en ella una fábrica de la moneda que debió aprovechar la infraestructura de la ceca existente desde la época taifa.
En el aspecto cultural se asistió a un florecimiento que tendría su apogeo más tarde, durante el período almohade. Bajo la dinastía almorávide se inicia la tendencia de nombrar jueces no originarios de la ciudad. Frente a un cadí de procedencia local, Muhammad ben al-Yahsubí, sabio experto en lengua árabe, los otros tres que están documentados, uno vino de Córdoba, Abd Allah al-Hayarí, y los otros dos de Ceuta.
Los almohades en la orilla norte del Estrecho (1145-1230)
Hasta la irrupción del poder almohade en al-Andalus, Algeciras fue el único puerto de conexión (con Ceuta) entre las dos orillas. En sus instalaciones portuarias desembarcaban o reembarcaban los soldados, caballos, impedimenta, hombres de religión, mercaderes, peregrinos, etc., que llegaban desde el norte de África o retornaban a las tierras del Magreb. Pero cuando los almohades cruzaron el Estrecho y se hicieron dueños de al-Andalus en el año 1145, crearon nuevas regiones político-administrativas, fundaron una ciudad (Gibraltar) y habilitaron nuevos espacios portuarios y urbanos (Tarifa) para poder desembarcar e instalar a los grandes ejércitos que, durante ochenta y cinco años, harían cruzar el Estrecho.
En el citado año 1145 desembarcaron en las playas de Tarifa y entraron en la ciudad por sumisión de sus habitantes. Casi al mismo tiempo recibieron un escrito de las autoridades de Algeciras por medio del cual la ciudad se entregaba a su jeque Abu ‘Imrán mientras que los almorávides huían en dirección a Sevilla.
Aunque el puerto de Algeciras era el mejor para el tránsito del Estrecho, los almohades eligieron frecuentemente para cruzar sus numerosos ejércitos a este lado del mar, la costa de Tarifa que, en la playa de Los Lances, disponía de una amplia llanura donde poder ir instalando a los hombres, los caballos y la abundante impedimenta que las embarcaciones iban trasladando desde la orilla africana. Sin embargo, la ciudad no disponía de un espacio adecuado para dar cabida a tantos soldados -a veces ejércitos formados por más de 20.000 hombres-. Este pudo ser el motivo por el que los norteafricanos edificaron el recinto norte de Tarifa, a manera de una “ciudad campamento” para poder instalar a sus tropas expedicionarias. El espacio ocupado, que triplicaba la superficie el castillo califal, la medina y el arrabal de La Aljaranda, fue la verdadera base militar de los almohades y la playa de Los Lances el punto de desembarco que vino a sustituir a Algeciras que no disponía de tan amplios espacios litorales para poder acoger a los ejércitos almohades en campaña.
Pero los almohades no se contentaron con habilitar como punto de desembarco la costa de Tarifa y ampliar el recinto de la ciudad en dirección norte, sino que acometieron el proyecto de edificar una nueva ciudad en la bahía como sede de su poder. Así surgió, en el año 1160, la ciudad de Madinat al-Fath (Ciudad de la Victoria) en la montaña de Gibraltar. De las noticias aportadas por las fuentes escritas y de los testimonio arqueológicos conservados se puede avanzar que los almohades diversificaron los enclaves urbanos y portuarios de la orilla norte del Estrecho para reforzar su presencia ideológica y política (fundación de una ciudad palatina en Gibraltar), habilitar nuevas y más amplias zonas de desembarco (recinto norte de Tarifa) y mantener la vieja urbe andalusí (Algeciras) como base naval y centro mercantil, religioso y cultural en la región del Estrecho. El protagonismo de Algeciras durante la etapa almohade está avalado por las fuentes geográficas e históricas, pero, sobre todo, por los diccionarios biográficos que señalan a este período como el más floreciente, desde el punto de vista religioso, cultural y económico de toda su etapa musulmana.
Algeciras, bajo el gobierno almohade, gozó de un enorme prestigio como foco de saber intelectual y de actividad económica. La ciudad fue punto de atracción de numerosos sabios que procedían de otros lugares de al-Andalus y del norte de África que acudían para recibir enseñanza de los sabios instalados en la localidad. De los dieciséis jueces y sabios documentados en este período en Algeciras, tres procedían de familias locales y los trece restantes de otras ciudades andalusíes como Córdoba, Jaén, Niebla, Sevilla y Jerez, o desde la otra orilla del Estrecho. Para las arabistas Manuela Marín y Maribel Fierro, el cadiazgo de Algeciras fue un cargo de importancia durante la época almohade, pues lo ocuparon ulemas de renombre, algunos de ellos nombrados directamente por Averroes. Algeciras, en la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII, fue un lugar al que acudían sabios y estudiantes de diversos lugares atraídos por la fama de las élites intelectuales establecidas en la ciudad. Entre estos sabios hay que mencionar a Ben Jayr, Abu Bakr al-Yazirí y Alí ben Yahyà al-Himyarí, este originario del Rif. Se conocen los nombres de numerosos maestros locales pertenecientes a prestigiosas familias de intelectuales como los Banu l-Nasr y los Banu ‘Udra.
Tarifa, Algeciras y, en algunos casos, Gibraltar desde su fundación en 1160, fueron puertos utilizados por los califas almohades para desembarcar sus ejércitos o instalarse ellos mismos. El paso de tropas se multiplicó en tiempo de los almohades, así como el número de combatientes que pasaron a al-Andalus. No cabe duda de que este continuo trasiego de hombres, caballos y pertrechos y la demanda de productos alimenticios y de labores artesanales para el abastecimiento de los soldados reavivarían la economía de las ciudades del Estrecho, sobre todo de Algeciras y de Tarifa.
A partir de la debacle de las Navas, en 1212, el Imperio almohade comenzó un rápido declive que acabó con la aparición de las Terceras Taifas. Después de un período de atomización del poder y de desórdenes y luchas internas, los nuevos reinos surgidos de la desmembración del poder almohade quedaron reducidos a los que regían Ben Hud en Murcia y Muhammad ben Nasr en Arjona y luego, desde 1238, en Granada.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Iceberg