Ana María Vallecillo y la cueva de la Laja Alta
tribuna
Fallecida en la Estación de Jimena el 12 de noviembre, ha dejado en nuestra geografía una huella merecedora de un mayor reconocimiento histórico que el que hasta ahora ha tenido
Hay personas que sin figurar en el elenco de arqueólogos del Campo de Gibraltar han tenido una influencia decisiva en la arqueología de nuestra comarca. Es el caso de Ana Mª Vallecillo Soriano (1926-2017), fallecida en la Estación de Jimena de la Frontera en la mañana del pasado día doce de noviembre.
Ana Mª era nieta de Gonzalo Vallecillo (1865-1936) e hija de Juan de Dios Vallecillo (1898-1936). Gonzalo fue empresario pionero del Campo de Gibraltar en la industria de la molienda de cereale,s en la que introdujo importantes innovaciones. Todavía se puede admirar su fábrica de harinas, a la que denominó San José, en Los Ángeles (Estación de Jimena).
Ana Mª custodiaba en su archivo el diario de su abuelo en el que, entre otras cuestiones, explica como creó éste la barriada de Los Ángeles (Estación de Jimena). Gonzalo Vallecillo murió, víctima de la guerra civil debido a sus ideas religiosas, en una época en que las ideologías primaban sobre la vida de las personas, en Arriate (Málaga), el 6 de septiembre de 1936, martirizado y asesinado junto a su hijo Juan de Dios, de 38 años, sin haber mediado ningún tipo de juicio previo. Murieron con los franciscanos Marcelino Lázaro Bayo y Justo Rivero Sánchez (que ejercían su labor pastoral en Jimena) y nueve civiles más.
El sábado 7 de octubre de 2017 por Breve del papa Francisco, el obispo de Málaga beatificó a Gonzalo y Juan de Dios Vallecillo junto con otros mártires de la guerra civil española, en la catedral de Málaga. Ana Mª, ya muy enferma, no llegó a tiempo para enterarse de lo anterior.
Era muy amiga de toda la colonia inglesa afincada en Jimena (mucha de esta colonia la nombraba albacea en su testamento) en especial del arqueólogo Hamo Sassoon (1920-2004), de su viuda Jean Brown y de Federico Sánchez Tundidor, afamado botánico y micólogo, profesor de Ciencias Naturales en el Colegio Algibe de la Estación de Jimena.
También del pintor Eloy Robledo Fernández (1931-2010) al que propuso para formar parte del Jurado de Calificación de Pintura para un Certamen que ella como concejal de cultura creó, y que se celebraba durante la Feria de agosto de Jimena de la Frontera.
El profesor José Regueira Ramos, cronista oficial de la ciudad de Jimena de la Frontera, dice de ella en la Introducción de su importante obra Jimena y su castillo: "Hay personas que han fomentado el conocimiento histórico y la conservación de restos arqueológicos como Ana María Vallecillo".
Pero volvamos al objeto de este artículo que es la fundamental intervención de Ana Mª Vallecillo en el descubrimiento de las pinturas rupestres en el abrigo de la Laja Alta.
En 1978, Jacinto Boza Córdoba, funcionario del Ayuntamiento de Jimena y chófer del alcalde José Carracao (que fue presidente de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar y más tarde, senador por el partido socialista) le comentó al Depositario de Fondos del Ayuntamiento a la sazón Salvador Corbacho Rey (1921-2005), ya destacado historiador, que había visto unas pinturas en una piedra por la Laja Alta y que pensaba que era algo de los carboneros y de la gente que andaba por el monte. Movido por la curiosidad, Salvador Corbacho fue hasta el abrigo de la Laja Alta y comprendiendo que lo observado por Boza no era lo que éste pensaba habló con Ana María Vallecillo Soriano, entonces concejal de cultura del Ayuntamiento, que le pidió dibujase lo que había visto. En el dibujo aparecían los conocidos barcos de la Laja Alta.
Ésta vio enseguida que se trataba de importantes pinturas rupestres y lo puso en conocimiento de Carmen Pinedo, Delegada de Cultura de la Junta de Andalucía en Cádiz, que acudió de inmediato al abrigo acompañada del experto profesor de Historia del Arte Pablo Antón Solé (1935-2012) y de Ana María Vallecillo; empezando así la difusión de tan notable yacimiento rupestre.
Todo lo precedente proviene de información que, en su día, me facilitó Ana Mª Vallecillo con el ruego de que hasta su fallecimiento no lo hiciera público.
Siendo concejal de cultura del primer Ayuntamiento democrático de Jimena (se presentó por el partido político UCD, saliendo elegida), que presidía el socialista José Carracao de quien era muy amiga, tuvo otra fundamental intervención en la recuperación de la estatua romana togada del duoviro de Oba (la Jimena romana) Lucio Herennio (151 d. de C.).
Ella intuía que se encontraba formando parte de las paredes de una casa de la villa y no cejó en su empeño hasta encontrarla, ponerla en valor y recuperarla para el patrimonio artístico de la ciudad. La estatua se encuentra en la actualidad en la desacralizada Iglesia de la Misericordia, a los pies del Castillo, y que hace las veces de Museo Arqueológico de la ciudad.
Era una persona de exquisita educación y modales, resaltando por su modestia. Todavía recuerdo la ilusión con que me narraba que uno de sus antiguos alumnos en el I.E.S. Hozgarganta (en cuya creación tuvo una decisiva influencia) la había llevado en un buggy a ver el Castillo de Jimena (en el que está enterrado su amigo el arqueólogo Hamo Sassoon) y al que, por su avanzada edad, hacía ya tiempo que no iba, y se sorprendió de las mejoras que encontró en el recinto.
La evoco ahora, con sentimiento, entre los versos del poeta sevillano Luis Cernuda, del final del poema scherzo para un elfo.
Aún creo ver tus ojos,
Tras las desnudas cimas,
Por el aire profundo
Y ya frío, con la noche
Que imperiosa se alza
Ana Mª Vallecillo ha dejado en nuestra geografía comarcal una huella merecedora de un mayor reconocimiento histórico que el que hasta ahora ha tenido.
Confiemos en que las instituciones de la ciudad que tanto amó y por cuya cultura tanto, y con tan buenos resultados, luchó no se comporten con su figura como la madrastra mala del cuento.
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