El Apolo de Carteia. Un ejemplo de estatuaria termal romana en el Campo de Gibraltar (I)
30 años del IECG
El hallazgo de una estatua de Apolo en las Termas de Carteia es utilizado para analizar las repercusiones que el helenismo imperante en Roma durante el gobierno de Adriano tuvo en las ciudades romanas del Estrecho de Gibraltar
El 18 de septiembre del año 96, Marco Cocceio Nerva se hizo con el poder en Roma. Se iniciaba así un periodo de la historia romana conocido como la dinastía de los antoninos, de la que forman parte el propio Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo, abarcando un periodo que se desarrolla desde el año 96 hasta el 192.
Durante el siglo II, el Imperio va a desarrollar un programa económico, político y social que tendrá una amplia repercusión en la cultura.
El afianzamiento institucional de la figura del Príncipe y de su administración, así como el engrandecimiento de las fronteras merced a las conquistas de Trajano (con la incorporación de la Dacia), habla por sí misma.
Para el caso que nos interesa, podemos dividir este siglo en dos etapas marcadas por el protagonismo de sus gobernantes; los primeros antoninos o ulpios aelios y los gobiernos de Marco Aurelio, Lucio Vero y Cómodo.
La primera viene protagonizada por dos miembros de esta familia fuertemente asentada en la Hispania Bética: Marco Ulpio Trajano y Publio Aelio Adriano, ambos príncipes y gobernantes durante la primera mitad del siglo II; y es en este ambiente donde vamos a desarrollar nuestro trabajo.
El poder central vive un periodo de gran estabilidad una vez acabado el régimen de Domiciano, señalándose como un gran avance la explotación racional y organizada de las provincias del imperio. Esto conllevará una gran actividad edilicia, la consolidación de una adecuada red viaria y la uniformidad monetal.
Es ahora cuando tendrá lugar un gran apogeo de la institución del principado que tomará estabilidad con el sistema de sucesión por adopción. Igualmente será incorporada como movimiento cultural la filosofía estoica y se le otorgará mayor protagonismo al sistema provincial. De hecho, los príncipes de la primera época van a ser nacidos fuera de Roma, aunque para el caso de Adriano no es seguro.
Fiel reflejo de este ambiente será la ciudad de Gades, que contaba con más de 500 equites solo igualada por las ciudades de Pavía y Roma.
No es de extrañar pues, que numerosos hispanos accedieran a los puestos de más alta responsabilidad dentro de la administración romana, comenzando por Trajano y Adriano, pero no olvidando a personajes como Lucio Licinio Sura, Marco Annio Vero, Lucio Minicio Natalis, etc. y que esto repercutiera en la promoción de élites locales que se verían beneficiadas por la estabilidad gubernamental y la viabilidad económica de las actividades tradicionales de la zona como la producción y comercialización de aceite y productos derivados de la pesca.
Así, en época de Adriano (117-138), se produce un renacer de la cultura griega, un nuevo clasicismo no como el de su antecesor Trajano sino más parecido al de Augusto e incluso inspirado en el neoaticismo de los siglos I a. C y I. Fiel seguidor de todo lo helenizante, es en su gobierno cuando se va a desarrollar un numeroso conjunto de copias de esculturas de los siglos IV y III a. C.
Sin embargo, la tradición genuinamente romana trazada desde la época flavia estará presente en estas nuevas copias donde la impronta romana va a dejarse sentir, como la tendencia a enriquecer los soportes que sitúan las copias marmóreas de las originales de bronce. Igualmente, la escultura va a estar al servicio de la arquitectura, formando parte del programa iconográfico del edificio. Esto es palpable, por ejemplo, en el Canopo de Villa Adriana, pero también lo es en innumerables edificios tanto públicos como privados, de uno de los cuales nos vamos a ocupar a continuación: me refiero a los complejos termales.
El edificio termal de Carteia
Es habitual en toda ciudad romana la presencia de un complejo termal de variadas dimensiones, aunque siempre respondiendo a un mismo patrón constructivo. Son edificios que han debido encontrar soluciones a la ordenación espacial debido al uso específico de sus diversas salas y, sobre todo, al aparato decorativo ya que son espacios para el ocio donde el espectador debe sentirse “empequeñecido” por la majestuosidad del edificio que le rodea.
Los primitivos Balnea eran complejos sencillos dedicados exclusivamente al baño y aseo. Con el tiempo, los edificios ganaron en complejidad y sofisticación lo cual creó la necesidad de contar con un fuerte aparato decorativo y ornamental. Así, los edificios vieron cómo a su estructura original les eran adosados nuevos espacios como salas de masajes, palestras y grandes piscinas.
Tanto si eran edificios dedicados exclusivamente al baño (Balnea) como si eran complejos más sofisticados (Thermae), presentaban un similar recorrido con estancias comunes a ambos. Lo normal era que el usuario visitara la sala templada (Tepidarium) para pasar inmediatamente a la sala caliente (Caldarium) y finalizar en la sala de baño frío (Frigidarium) o volver de nuevo al Tepidarium.
Tenemos bastantes referencias de escritores antiguos sobre las actividades desarrolladas en las termas, como las contenidas en las Epístolas Morales a Lucilio de Lucio Anneo Séneca donde se queja del enorme ruido que produce el complejo termal que se sitúa justamente bajo su casa (LVI, 1-2) o la costumbre romana de lavarse todo el cuerpo cada nueve días (LXXXVI, 12).
También Marco Valerio Marcial (Epig., VI, 42), Petronio (Satiricón, 28), Quintiliano (Inst. Orat., V, 9-14), Isidoro de Sevilla (Etim., XV, 2, 39-41), Horacio, I, 6 o Celso (De Medic., I, 4 y II, 17) destacan distintos aspectos de la vida en las termas, tanto los comportamientos de los usuarios, como las propiedades curativas de estos complejos. A destacar la obra de Luciano de Samosata titulada Hipias o el baño (Oper. I, 4-8) donde narra pormenorizadamente las actividades desarrolladas en estos complejos.
Según Vitruvio, para la ubicación de unas termas ha de elegirse:
“El lugar más caliente que se pueda, esto es, al abrigo del Septentrión y del Aquilón; y muy especialmente, las estufas para el agua caliente y para la templada han de tener las dos ventanas al Poniente invernal. Pero si la naturaleza del lugar no lo permitiese, que las tengan al menos hacia Mediodía, puesto que el tiempo propicio para bañarse es, sobre todo, desde el mediodía hasta el final de la tarde (De Archit., X, 1)”.
En Carteia se ubicaba un complejo termal de grandes dimensiones en la parte sur de la ciudad.
Los primeros trabajos arqueológicos en el edificio fueron llevados a cabo por Julio Martínez Santa- Olalla en la década de los 50, continuados más tarde por la Bryant Foundation en la década de los sesenta, la Universidad de Sevilla y por último por la Universidad Autónoma de Madrid dentro de un Proyecto General de Investigación que sigue vigente en la actualidad.
Loreto Gómez Araujo, presenta de forma resumida un esquema del funcionamiento del edificio. No obstante, sobre el complejo termal de Carteia la bibliografía es bastante extensa por lo que remito al lector interesado a algunos trabajos citados en bibliografía, especialmente los enmarcados en el proyecto Carteia de la UAM de manos de la profesora Lourdes Roldán.
Para Gómez Araujo, al complejo se accedería por dos ingresos situados en los lados norte y oeste. Ambas entradas estarían enmarcadas en sendos viales, del que solamente se tiene constancia del que discurre en sentido norte-sur. Este ingreso estaría formado por una escalera de trazado doble lateral que conduciría a una planta alta. De aquí se conformarían sendos pasillos para acceder a varias salas. Una de ellas son las letrinas, tan comunes en los complejos termales.
Cerca de esta entrada norte se ubicaría el Apodyterium (vestíbulo) y de aquí el usuario podría acceder tanto a la Palestra y la Natatio, como a las salas de baños propiamente dichas. Según la citada autora, la Palestra estaría porticada en tres de sus cuatro lados.
Por lo que respecta al bloque del baño, el primer sector estaría ocupado por el frigidarium y un posible unctorium o sala de masajes. El frigidarium contaba con dos piscinas. De aquí, el visitante haría uso del caldarium que en el caso de Carteia estaba construido en ábside por medio de dos entradas. Por último, al tepidarium se accedería por el flanco norte. No obstante, las termas cuentan con un segundo caldarium que quizás respondiera más a un sudatorium o sauna.
Dichas termas, en palabras de Gómez Araujo, no presentan un esquema simétrico y se asemeja mucho a modelos norteafricanos como los presentes en los edificios termales de Cuicul (Dejemila), Thamugadi (Timgad) o Sufetula (Sbeitla).
La asignación cronológica tradicional, data la construcción del edificio en época flavia a tenor de lo propuesto por sus excavadores aunque según posteriores investigaciones podrían señalarse tres momentos de uso: Construcción del edificio concebido como thermae (mediados del siglo I); gran remodelación (siglos II y III) y usos distintos para el que fue concebido el edificio (siglo IV).
Estas remodelaciones del edificio han hecho que su interpretación sea dificultosa. No obstante, se ha propuesto, como vimos anteriormente, que los espacios centrales aparecen en torno a un eje donde se distribuyen las estancias principales. En el centro el tepidarium que conserva aún parte del hypocaustum. Contiguo a éste se dispone el caldarium al que se accedía por medio de tres vanos. Aquí se dispondría un alveus o baño caliente situado en el extremo opuesto del ábside que conforma la estancia. Al otro lado del tepidarium y en posición simétrica al caldarium se dispone una habitación absidada que se ha propuesto como un frigidarium. Todo este conjunto estaba rodeado por un pórtico que limitaba con la Palestra y en su centro una natatio.
La decoración de las termas
Sobre la decoración en las termas, Séneca, en las Epístolas Morales a Lucilio 86, 7 escribe:
“¿Qué decir si nos referimos a los baños de los libertos? ¡Cuántas estatuas, cuántas columnas que no sostienen objeto alguno, sino colocadas como ornamentación, por el prurito de gastar! ¡Qué cantidad de agua que se precipita ruidosa a modo de cascada! Hemos llegado a tal refinamiento que no queremos caminar sino sobre piedras preciosas”.
Este ambiente refinado que comenta el escritor cordobés es el marco en el que vamos a desarrollar nuestro estudio sobre una escultura de Apolo aparecida durante la década de los 50 en las termas de Carteia.
Parece ser que el edificio ya había sido parcialmente excavado por militares ingleses antes de que el Prof. Santa-Olalla acometiera sus excavaciones. Durante las mismas, en concreto en la zona del caldarium, aparecieron fragmentadas tres figurillas femeninas que debieron formar parte de la decoración del edificio al igual de un herma con representación de Dionysos y un retrato conocido como “el viejo republicano”.
El Apolo fue descubierto en el sector noroeste del caldarium, de manera fraccionada y en posición secundaria, en niveles de relleno cuando, al parecer, el edificio había perdido su función termal.
La gran mayoría de los ejemplares conocidos de esculturas asociadas a termas se confeccionaron en mármol y a tamaño natural y representan a dioses del panteón romano, especialmente los relacionados con el agua y sus poderes medicinales como Asclepios o el mismo Apolo.
Son copias más o menos “fieles” de las esculturas neoáticas del siglo I a. C., copias a su vez de los bronces griegos, especialmente de los siglos V y IV a. C. Para el tema de Apolo, los autores prefieren inspirarse en tipos praxitelianos aunque con variantes. Se colocarían generalmente en estancias como las dedicadas al circuito de baños y en las palestras, generalmente en nichos y espacios adecuados a tal fin.
La colocación de la estatua de una divinidad no debe verse como un ejercicio de religiosidad, sino como medio de enfatizar la relación del visitante con lo que representa el espacio que está utilizando. Apolo o Asclepios y el poder curativo del agua, la belleza y el culto al cuerpo representada por Apolo, son temas que impregnarían de sosiego al usuario de unas termas.
Se trata de resaltar, como sostiene Luis Baena del Alcázar, la intencionalidad culta e intelectual que proviene de estas esculturas como medio de invocar el mundo de la literatura, de la filosofía y de las artes.
Artículo publicado en el número 54 de Almoraima, Revista de Estudios Campogibraltareños (abril de 2021).
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