Aprender sobre Tarifa en sus calles
Escolares de todo el municipio reciben clases prácticas sobre el callejero local · Los alumnos conocen el origen de la nomenclatura de espacios de la ciudad como el Callejón del Lorito o la Plaza del Perulero
Suele ocurrir que, por cotidiano y frecuente, no se valore, o simplemente no se contemple el enorme legado histórico, patrimonial e incluso anecdótico que en silencio susurran las viejas piedras de una casa señorial, la blanca cal de una fachada humilde, la soga y tizón de una muralla o los gastados y brillosos adoquines del suelo.
Esta sociedad y la vorágine en la que se ve envuelta es tan tétrica y tan olvidadiza que es normal que los ciudadanos pierdan la grata costumbre de aprender de lo viejo para crear lo nuevo. Recordar viejos tiempos a través de un recorrido callejero permite un ejercicio sublime de conocimiento histórico que habla de nuestro pasado, más o menos glorioso, pero a fin de cuentas del pasado como origen de la existencia.
Ésa es la intención de Francisco Javier Terán, quien se encuentra inmerso en las labores del que será su primer libro en el que repasará buena parte del callejero tarifeño dando claves concretas sobre el porqué de sus nombres tan variopintos y curiosos.
Al margen de la publicación, el joven historiador recorre con frecuencia el casco histórico seguido de grupos de escolares que participan en un proyecto para difundir la historia local entre los estudiantes. Los centros educativos de la localidad conciertan a través de la Asociación Cultural Baluarte visitas guiadas, recorridos por el casco histórico donde se enseñan a los estudiantes numerosas anécdotas para contribuir a que los jóvenes de la localidad conozcan un poco más del entorno donde viven y de las calles por donde transitan. Sacar la clase a la calle, a fin de cuentas, para una clase práctica.
Terán, con verbo fácil y simpático, asegura a los estudiantes que todo tiene un porqué y un origen. Las calles no iban a ser menos. Cada rótulo que lleva una calle, plaza o plazoleta de Tarifa tiene su historia. No están puestos por gusto. Una historia que ayuda a comprender el rótulo incrustado en las paredes de los edificios de las calles de Tarifa.
Los escolares, cuaderno en mano para tomar apuntes de cara a sus clases, comienzan el paseo desde la Parroquia Mayor de San Mateo, actualmente el templo más moderno de Tarifa. Se levanta en pleno centro del casco antiguo, en las cercanías de la desaparecida puerta del Retiro, sobre la orilla sur del antiguo cauce del río que cruzaba la ciudad, en una calle que recibe el popular nombre de La Calzada, lugar de paseo y esparcimiento de los ciudadanos tarifeños desde época muy antigua. Un templo que comenzó a construirse en el año 1527 a expensas del primer Marqués de Tarifa y adelantado mayor de Andalucía, Fadrique Enríquez de Ribera. Y ocurrió que los tarifeños le pusieron un pleito al marqués y le escribieron al rey Felipe II para que le quitara el señorío, lo que consiguieron. El marqués paralizó entonces la obra de la parroquia por lo que tuvieron que continuarla los tarifeños con mil apuros. Éste es el motivo de su tardanza, pues se finalizó en 1555. En ese punto los escolares elevan la mirada hacia el crucero que corona su fachada antes de adentrarse por las recoletas calles del casco histórico.
Calles como Independencia, General Copons y Asedio, todas estas en conmemoración al Sitio francés a Tarifa, desde diciembre del 1811 hasta el 5 de enero de 1812. Los escolares intentan imaginarse el fragor de la batalla mientras encauzan sus pasos por los adoquines para desembocar en la Plaza de Los Perdones, llamada también: Batalla del Salado; Plaza de Sagasti y últimamente plaza de Oviedo en homenaje al batallón de Oviedo. El simpático lazarillo explica a los niños que el título de la Plaza del Perdón lo coge, porque cuando siglos atrás los reos o prisioneros que llegaban hasta las cadenas que rodeaban el templo y las traspasaba, quedaba perdonado de cualquier delito que se le imputase. Resquicio del Privilegio de Alfonso XI del derecho de asilo y perdón al necesitar de defensa ante el temor de una invasión musulmana dada la proximidad con África.
En la calle Azogue los escolares comprueban el pasado musulmán de Tarifa. El zoco, las viviendas solariegas de portadas mudéjares. El Boquete de la Cilla que debe su nombre al Consejo Regulador del mismo nombre, que compuestos por prohombres de la ciudad, y miembros de la iglesia, velaban y regulaban las cosechas del campo tarifeño.
En las plazoletas, los escolares atienden con oído atento y mirada curiosa, y conocen como la Plaza de San Hiscio que siempre ha sido conocida como la del Perulero debe su nombre a la figura de don Juan Fernández Riofrío, Indiano de Perú. Este señor trajo aves parlantes y exóticas de su país, tales como loros y cacatúas. Con el sol, colgaba esas aves en el callejón. Ello originó un gran trasiego de personas que acudían a ver el evento, ya que era digno de ver tal espectáculo de aves parlantes y colorido plumaje. De ahí que a ese callejón se le conociera como el callejón del Lorito.
Un paseo por el Mercado de Abasto, en la antigüedad Convento de los monjes Trinitarios, por los barrios de Aljaranda y Almedina, junto a la Iglesia de Santiago y Santa María. O esas calles que como Amor de Dios, Clavel, Jesús, Amargura, San Juan, Plaza de las tres caídas, recuerdan a una Vía Dolorosa, completan un recorrido tras el cual el visitante, sea niño o mayor, redescubre la localidad donde vive a través de "la otra mirada de Tarifa".
La clase en la calle termina pronto para los alumnos, ávidos de ganar conocimientos sobre su propia historia, su patrimonio, sus calles. Lugares donde sus padres crecieron y donde ellos ahora juegan sabiendo que sus adoquines están cargados de anécdotas.
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