Arte barroco en el Convento de la Almoraima

Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

Las obras de arte que se conservan en la iglesia son posteriores al año 1650, exceptuando la imagen del Santo Cristo de la Almoraima, elaborada en Madrid en el año 1603

Doña Beatriz Ramírez de Mendoza, fundadora del Convento de la Almoraima

Uno de los cuadros que se hicieron en conmemoración de la fundación del Convento. Representa a la condesa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza y a dos frailes mercedarios (Es copia del original realizada en el año 1777).

El Convento de la Almoraima fue fundado por la condesa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, para la Orden Mercedaria Descalza el 19 de abril del año 1603, fecha en la que se aprobaron las Constituciones otorgadas por la Condesa. Fue el primer monasterio de la nueva Orden. Entretanto que se construía el edificio conventual, al que su fundadora dotó con una renta anual de 941 reales, los frailes ocuparon la ermita de Nuestra Señora de los Reyes, mandada edificar, en 1596, por don Fernando de Saavedra, cerca de la torre de la Almoraima, para que pudieran asistir a Misa los vaqueros que residían en sus entornos muy alejados de la iglesia de la villa.

Los frailes reformados tomaron posesión de la ermita, de unas casas anejas y de una huerta el 4 de octubre de 1603, permaneciendo en ese provisional cenobio durante cuarenta años, pues, según el padre San Cecilio en su Historia de la Orden de la Merced Descalza, escrita en el año 1669, el edificio conventual definitivo no se construyó hasta mediados del siglo XVII. Por tanto, las obras de arte que se conservan en la iglesia en la actualidad son todas posteriores al año 1650 o 1660, exceptuando la imagen del Santo Cristo de la Almoraima, elaborada en Madrid en el año 1603, que fue traída por los frailes fundadores cuando se trasladaron a la Almoraima.

El retablo mayor de la iglesia

El retablo mayor del Convento de San Miguel de la Almoraima es obra de mediados del siglo XVII. Sigue la línea del realizado por Alonso Cano para la iglesia parroquial de la Virgen de la Oliva de Lebrija, que data de 1629, o mejor, la de su precursor el lego jesuita Alonso Matías. Se compone del banco o predela, que tiene el sagrario incorporado, y de un cuerpo central con tres calles, la de en medio más ancha que las laterales con una sola hornacina ocupada por la imagen de la Virgen de la Merced de vestir, y las laterales delimitadas por grandes columnas torsas de orden corintio. Cada calle consta de dos registros; en los inferiores presentan espacios ciegos con molduras que acaban en arcos de medio punto y peanas que sostienen, en el lado del Evangelio, una imagen de San Lorenzo Diácono y, en el lado de la Epístola, una talla de San Antonio de Padua. Los superiores contienen dos lienzos, uno de San Lorenzo y otro de San Pedro Nolasco. Termina el retablo en un ático, ocupando su calle central una Epifanía recortada y los espacios laterales los anagramas de Jesús y María. Las calles laterales del cuerpo principal terminan en frontones triangulares sobre entablamento. Las del ático, en frontones curvos partidos, las laterales, y en frontón curvo entero la central. En la predela y a ambos lados del sagrario están colocadas las armas del linaje de los Saavedra, condes de Castellar.

El retablo del Santo Cristo de la Almoraima

En la capilla situada en el lado del Evangelio (que fue cabecera de la ermita de Nuestra Señora de los Reyes) se localiza un retablo barroco de un solo cuerpo y de excelente factura, formado por una hornacina muy abierta, con embocadura, estípites y abundante hojarasca. Es obra de la primera mitad del siglo XVIII. En él, las molduras son mixtilíneas y los frontones se presentan partidos y a distintos niveles de profundidad, lo que produce un sorprendente efecto de luces y sombras concentrando la mirada del espectador en la imagen que ocupa el centro del retablo. Hasta el año 1971 acogía un Calvario constituido por las imágenes del Santo Cristo de la Almoraima, la Virgen de los Dolores y San Juan.

Esculturas

· Imagen del Santo Cristo de la Almoraima

Hoy se venera en la iglesia parroquial del Divino Salvador de Castellar, aunque antes estuvo entronizada en la capilla del lado del Evangelio de la iglesia conventual. (La imagen que se halla actualmente en el Convento es una réplica). Se labró en talleres madrileños por encargo de la Condesa de Castellar entre los meses de abril y septiembre del año 1603. Fue trasladada en un carro, acompañada de los frailes que iban a fundar el convento, hasta Sevilla, en cuyo puerto fluvial se embarcó en un navío que la llevó hasta Gibraltar y, desde esa ciudad, viajó a lomos de una mula hasta la Almoraima, a donde llegó el día 3 de octubre.

La imagen, de tamaño natural, está confeccionada con pasta de madera y lienzo encolado. Los postizos -pelo natural, corona de espinas, potencias de metal y paño de pureza con brocados- se añadieron con posterioridad, así como la policromía, de fríos tonos patéticos y abundantes regueros de sangre, que es del siglo XVIII. La imagen fue restaurada y repintada a finales del siglo XX, pero una última restauración, realizada en el año 2015, logró recuperar la policromía y los tonos originales. Se trata de un Cristo muerto, con tres clavos, que se ajusta el estilo de gran dramatismo que presentan los Crucificados pertenecientes a la escuela castellana. Su valor, no obstante, es más devocional que artístico, siendo centro de peregrinación en los primeros días de mayo cuando se celebra su festividad y romería.

En el año 1971 la imagen fue trasladada desde su capilla en la iglesia conventual hasta su nueva ubicación en la iglesia parroquial del nuevo Castellar, donada al pueblo por los herederos de la duquesa de Medinaceli, doña Concha, que era su propietaria.

Otras esculturas de la iglesia conventual

En el retablo mayor encontramos las siguientes esculturas: en el camarín central una imagen de la Virgen de la Merced, de vestir, obra del siglo XIX. Tiene corona de plata y grilletes. En el primer registro de la calle del lado de la Epístola, un San Antonio de Padua, de talla, del siglo XVII, de mediano tamaño. Presenta las características propias de la escuela granadina (minuciosidad en los detalles, delicadeza en las formas, expresión amable, honda emotividad, equilibrio entre realismos e idealismo, etc.). Debe seguir el modelo del que hiciera Pedro de Mena para el Convento de los Franciscanos de Granada, actualmente en el Museo Provincial de Bellas Artes.

En el primer registro, pero en el lado del Evangelio, un San Lorenzo Diácono, también de talla, del siglo XVII y de proporciones más pequeñas que el San Antonio, aunque de similares características. Ambas esculturas están doradas y policromadas y son de muy buena factura. En la sacristía se encuentra una imagen de la Virgen con el Niño, de principios del XVII.

Destacan, igualmente, las tallas de dos ángeles lampareros situados a ambos lados del presbiterio, obras probablemente de Luisa Roldán “La Roldana”, similares a los que se hallan en la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla. Los rostros, de gran dulzura, la suave policromía, la elegancia de la pose, así como la meticulosa y excelente factura de sus alas, nos conducen a ese mundo rococó que supo vislumbrar “La Roldana” en algunas de sus obras.

Pinturas

En el retablo mayor se localizan tres cuadros. En el segundo registro de la calle lateral -en el lado del Evangelio- se expone un San Lorenzo, obra del siglo XVII, que recuerda el estilo de Pablo de Céspedes. Porta la palma del martirio en su mano derecha y la parrilla en la que fue quemado en la izquierda. En el mismo lugar -pero en el lado de la Epístola- un San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, que sigue el estilo de Zurbarán (perfiles casi geométricos, naturalismo en el tratamiento de los pliegues del hábito, etc.). Posiblemente sea obra de algún seguidor del artista de Fuente de Cantos. Estos dos cuadros no son los originales que tuvo el retablo en dichos registros, pues al mirar ambas figuras a la derecha, rompen el principio de simetría que exigen las normas clásicas.

En el ático y en su calle central se conserva una Epifanía, recortada, que sigue, en cuanto a la composición, el esquema de la Adoración de los Reyes de Hugo Van der Goes, obra realizada no más tarde de 1470.

En los muros laterales y en mitad de la nave, se encuentran dos grandes lienzos -con figuras menores que el natural- que se pintaron para conmemorar la fundación del Convento, aunque los que se conservan son copias de los originales realizadas en 1777 por un tal José Pérez. El cuadro del lado del Evangelio representa a dos personajes entregando la cédula de propiedad a fray Juan del Santísimo. El otro cuadro, de similares características, que está colgado en el lado de la Epístola, representa a la condesa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, cosiendo un hábito de mercedario en presencia de dos de los frailes fundadores.

Mención aparte merece el interesante Vía Crucis de la iglesia. Data del siglo XVII. La pintura de las distintas estaciones se debe atribuir a varias manos y es de estilo muy popular aunque de gran fuerza expresiva. Las estaciones 4ª, 5ª y 12ª son las de mejor calidad, denotando la participación de un buen artista.

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