Carteia, Pompeyo y César

Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

La ciudad romana junto a la desembocadura del Guadarranque, antigua base naval cartaginense y el puerto más importante de la Bética, vivió un capítulo clave en la guerra civil entre optimates y populares

Plano de la bahía de Algeciras con los asentamientos documentados hasta ahora de época romana.
Plano de la bahía de Algeciras con los asentamientos documentados hasta ahora de época romana.

Al iniciarse el año 49 antes de Cristo, Roma se hallaba al borde de la guerra civil. César, vencedor de los celtas y procónsul de las Galias, había sido conminado a abandonar su cargo y entregar el mando del ejército ante el temor de las autoridades de la República a que diera un golpe de estado. El poderoso miembro de la gens Iulia se negó a renunciar a sus atributos militares a sabiendas de que sus enemigos lo detendrían y encarcelarían si retornaba a Roma sin el apoyo de la milicia.

El Senado, controlado por los optimates, la facción aristocrática y más conservadora de la institución, proclamó el estado de emergencia y concedió al general Cneo Pompeyo -antiguo aliado de César- poderes excepcionales. Éste trasladó inmediatamente sus tropas, que le eran totalmente leales y fieles a la República, a Roma y se puso a las órdenes del Senado. Entretanto, Julio César tuvo noticias de la asunción de los citados poderes por Pompeyo el 10 de enero y entendió que aquella resolución senatorial iba expresamente dirigida contra él.

Como respuesta a la actitud de la más alta magistratura del Estado y del propio Pompeyo ―que alegaban defender la legalidad y los valores del pueblo de Roma, aunque no hacían otra cosa que salvaguardar los intereses del antiguo partido de Sila―, César ordenó que la Legión XIII Gemina, a su mando, avanzara y cruzara el río Rubicón, frontera natural entre la provincia de la Galia Cisalpina e Italia. Dicen que César pronunció en aquella ocasión la célebre frase: Alea iacta est, que quiere decir: la suerte está echada.

La guerra civil había comenzado. Un sangriento enfrentamiento en el que contendían dos visiones diferentes de gobernar la República y que se extendió por todas las provincias del Estado Romano.

Al finalizar la primavera del año 47 antes de Cristo, la próspera y estratégica ciudad de Carteia, antigua base naval cartaginesa y, desde su ocupación por Roma, el puerto más importante de la provincia Bética ―después de Gades― era un hervidero de rumores. El senado local, dominado por las poderosas y ricas familias de los Numerii, los Vibii y los Minii, proclives a la causa pompeyana, temía una violenta reacción de los cesarianos encaminada a tomar tan relevante urbe que, desde el inicio de la Guerra Civil, había mostrado su apoyo al sector del Senado Romano que enarbolaba la bandera de la legitimidad republicana.

Carteia gozó siempre de una destacada posición, dada su privilegiada situación en el fondo del puerto natural que era la bahía de Algeciras, cerca del Estrecho y próxima a la rica costa del norte de África. Fundada por los púnicos a mediados del siglo IV antes de Cristo, pasó a ser una colonia romana en el año 171 antes de Cristo, la primera colonia latina establecida fuera de la península itálica. Según el historiador Tito Livio se convirtió en la denominada Colonia Libertinorum Carteia cuando se establecieron en el lugar unos cuatro mil hijos de soldados romanos y mujeres hispanas. La ciudad prosperó convirtiéndose en un centro de producción de salazón de pescado, industria de construcción de navíos y de empresas comerciales marítimas.

Mientras que la población de la vecina Gades, controlada por la noble e influyente familia de los Balbos, había optado muy pronto por apoyar la causa de César el cual, para ganarse el afecto de los ricos comerciantes y mercaderes de la ciudad, había concedido a sus habitantes la ciudadanía romana en el año 49, los moradores de Carteia, aunque existían sectores cercanos a los ideales cesarianos, se vieron inmersos en la guerra defendiendo la causa de Pompeyo.

En el mes de junio del año 47 atracó en el puerto del río Guadarranque la flota de Cneo Pompeyo con este general y su hijo Sexto a bordo, además del senador Sexto Quintilio Varo y del prestigioso general Tito Labieno.

En la primavera del año siguiente César tomó la iniciativa de la guerra y trasladó sus tropas a Hispania donde pensaba que se dirimiría el conflicto, mientras enviaba la escuadra a Gades para que apoyara a los Balbos y sometiera a las ciudades del mediodía que aún estaban del lado de su enemigo.

Desde aquella antigua, rica y noble ciudad portuaria, donde los propietarios de los poderosos consorcios industriales (dueños de las industrias de salazón de pescado del Estrecho) y de las empresas de comercio marítimo eran los pilares en los que se apoyaban los cesarianos en Hispania, la escuadra navegó hasta la actual bahía de Algeciras enfrentándose a la de Sexto Quintilio Varo en la desembocadura del río Guadarranque, a la vista de los atemorizados carteienses. Varo, que había ordenado bloquear el puerto de Carteia hundiendo una hilera de anclas en las que encallaron las naves de Didio que iban en la delantera, logró vencer a la potente escuadra cesariana y la ciudad del Estrecho continuó siendo de los pompeyanos, aunque por poco tiempo.

El 17 de marzo del año 45 los ejércitos de Julio César y de Cneo Pompeyo se enfrentaron en Munda, según la actual investigación, no lejos de la ciudad de Osuna, siendo vencido el segundo de ellos que tuvo que huir herido y buscar refugió en Carteia donde aún contaba con algunos aliados entre las más nobles familias de la ciudad. Sin embargo, los carteienses, conocedores de lo acontecido en Munda y viendo perdida la causa pompeyana, se inclinaron del lado de César obligando a Cneo Pompeyo a abandonar la población en una nave que se dirigió a Oriente. El general vencido buscó refugio en un apartado lugar del Mediterráneo Oriental donde, al cabo, fue asesinado.

Sin embargo, un año antes de que sucedieran estos acontecimientos, nadie en Roma, a pesar del poderío de las fuerzas mandadas por Pompeyo, dudaba de la victoria cesariana.

El Senado Romano, temeroso de las reacción del impetuoso general, consciente del poder que había adquirido y de la fidelidad de sus tropas, rayana en la veneración, se apresuró a legitimar la posición que había alcanzado nombrándolo dictador por tercera vez en la primavera del año 46 por un plazo de diez años. Para mostrar ante el pueblo de Roma el origen real de su estirpe, en los últimos años de su vida vistió como los reyes de Alba Longa: botas rojas de cuero de media caña y túnica púrpura. A los ojos de todos, la senda que conducía a la Dictadura y, de ahí, al régimen monárquico, había quedado expedita para Cayo Julio César. El fin de la República, pensaban, estaba cercano.

Para evitar el golpe de estado que, aseguraban algunos, acabaría con la destitución de los senadores que habían apoyado el bando de Pompeyo y con la entronización del ambicioso y poderoso patricio de la gens Julia, un grupo de senadores lo convocaron a una reunión en el Foro para leerle una petición. Cuando Julio César ascendía las gradas del teatro de Pompeyo, los conspiradores, entre los que se hallaba Julio Bruto, hijo de su amante Servilia Cepionis, se abalanzaron sobre él y lo asesinaron dándole veintitrés puñaladas.

Tras la muerte de César sus ideales políticos fueron asumidos por Octavio Augusto, su sobrino nieto e hijo adoptivo del héroe de las Galias.

En el año 43 Augusto formó, con Marco Antonio y Lépido, una dictadura militar que se concretó en el llamado Segundo Triunvirato. Este régimen se fue deshaciendo con el paso de los años, asumiendo finalmente Octavio Augusto todos los poderes de la República (tribuno de la plebe, cónsul, Pontífice Máximo y princeps senatus). En el año 27 antes de Cristo fenecía la República y nacía el largo y convulso Principado o Imperio Romano.

Una vez asumido el poder absoluto y pacificada Roma, Octavio Augusto se ocupó en reorganizar el ejército y la administración, someter a las provincias que aún se hallaban escasamente romanizadas, como la zona norte de Hispania, y llevar a cabo un ambicioso plan de obras públicas, sin olvidar la fundación de nuevas colonias. Una de ellas se ubicaría en el litoral occidental de la bahía donde se alzaba el monte Calpe y la antigua ciudad de Carteia y recibiría el nombre de Iulia Traducta, a la que se dedicará el próximo capítulo.

stats