Cristianos y musulmanes conversos en la frontera hispano-marroquí
Sociedad
Los vínculos afectivos con musulmanes, primer factor de las conversiones al islam
Los musulmanes que se bautizan lo hacen en secreto para evitar rechazo o estigmatización familiar y social
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Un 2% de los ciudadanos que viven en España practica el islam (INE), aunque en ciudades autónomas como Ceuta o Melilla lleguen al 44 y al 53%, respectivamente. La práctica totalidad de los marroquíes se declaran musulmanes, pero solo un 54% de los españoles se declara cristiano (Global Religion 2023).
Las aproximadamente 1.700 mezquitas o pequeños oratorios musulmanes diseminados por los barrios de toda España están en manos de fieles de origen extranjero; casi ningún ciudadano netamente español frecuenta estos templos porque, entre otras objeciones, el sermón del viernes se pronuncia en árabe y “muchas de las ideas que se enseñan o costumbres que se transmiten se corresponden con corrientes islámicas extranjeras que chocan con nuestro modo de entender el mundo y con eso que llamamos la Modernidad”, dice Yessine Martín (de nombre José Luis antes de abrazar el islam en Barcelona en 1988). Como él, varios miles de españoles se han convertido y se siguen convirtiendo al islam cada año. La mayoría de ellos lo hacen como requisito para poder contraer matrimonio con una mujer musulmana (el magisterio coránico prohíbe que la mujer musulmana se case con “idólatras”), pero un porcentaje considerable entra al islam rectamente, tras un viaje interior a través del misticismo y en busca de espiritualidad.
Las conversiones grupales al islam comenzaron a mediados de los 70 del siglo pasado, casi como una moda de jóvenes inadaptados a la tradición cristiana, tan vinculada entonces al régimen político: “Estudiábamos la vida del Profeta Muhammad (Mahoma), ayunábamos, rezábamos con cánticos y nos vestíamos de moros”, dice Francisco Domínguez, de Torremolinos.
Hoy, la mayoría de las conversiones “profundas” de españoles al islam tienen lugar en el entorno de las cofradías sufíes o en mezquitas internacionalizadas en cuyos discursos prevalece lo espiritual sobre lo normativo, y la vía vertical sobre la horizontal o política. “La versión del islam que han traído a España árabes y asiáticos no nos gusta; casi siempre vienen de países muy dogmáticos e imponen una doctrina de cosas prohibidas y cosas permitidas, de vestimentas correctas, de barbas y pañuelos, de pureza e impureza… eso no puede nunca resultar atractivo a un occidental”, afirma Fátima Navarro, musulmana española licenciada en Derecho: “Los conversos vivimos el islam de un modo liberador, espiritual e inclusivo, y no basado en normas rígidas muchas de las cuales no tienen encaje en nuestra sociedad”, sostiene antes de subrayar que ella no viviría nunca en un país oficialmente islámico.
La Mezquita Mayor de Granada es uno de esos focos de atracción de personas procedentes de tradiciones espirituales diferentes al islam pero con inquietudes religiosas sinceras; decenas de italianos, estadounidenses y españoles han realizado allí la sahada (la profesión de fe islámica) desde que se inauguró. Se reúnen semanalmente para debatir, organizar planes familiares y hasta emprender proyectos tan ambiciosos como un colegio islámico para sus hijos.
El inigualable entorno de la mezquita (en lo alto del Albaicín), con vistas a la Alhambra y la Sierra, el decoro de la sala de oración y la luz y limpieza que impregnan el patio ajardinado son elementos que contrastan con muchos pequeños oratorios andaluces en los que estética y pulcritud brillan por su ausencia. En la propia web de la Mezquita Mayor de Granada hay fotos en las que hombres y mujeres comparten juntos espacios, desayunos, paellas o clases de Corán, algo inconcebible en la inmensa mayoría de las mezquitas andaluzas abiertas por musulmanes extranjeros o adscritos a corrientes involucionistas.
En País Vasco o Cataluña también rezan musulmanes de origen netamente español y tradición familiar cristiana: “Maestros tan antiguos como Rumi o Ibn Arabínos enseñan el verdadero islam y el profundo concepto de Dios a través incluso de la poesía y la música”, dice Omar Ramírez. La empresaria Mariam Casado, por su parte, sostiene que “hay musulmanes extranjeros que se morirán creyendo que el islam siempre será ajeno e incompatible con la democracia, la libertad, la igualdad y aconfesionalidad de Europa; no me queda más remedio que considerarlos intrusos”.
Pero el cambio de religión tiene dos direcciones: en ejercicio de esa libertad de conciencia conquistada en Occidente y presente en muy pocos países islámicos, varios miles de musulmanes se han bautizado en España desde los años 90, cuando comenzaron a inmigrar masivamente en busca de trabajo y oportunidades.
No es fácil calcular el número de musulmanes conversos al cristianismo porque casi todos mantienen en secreto su nueva filiación religiosa, por medio a “represalias” familiares y sociales. Las órdenes religiosas que atienden tradicionalmente en España a migrantes de origen marroquí han sido testigos en años recientes de solicitudes de catequesis y bautismos por parte de numerosos fieles musulmanes; pero mantienen esos datos en secreto para no hacer peligrar la seguridad de esos súbditos marroquíes que podrían regresar algún día a su país. “La continuidad de la presencia misionera en Marruecos de nuestra congregación también se vería comprometida”, asegura un religioso trinitario seglar.
No solo en España sino también dentro de las fronteras marroquíes han tenido lugar bautizos clandestinos en los últimos años. Marruecos no castiga la apostasía con cárcel, pero los nuevos cristianos se exponen al rechazo de la familia, la sociedad, el lugar de trabajo o los compañeros de colegio, como explica Mustafa Susi, presidente de la Asociación de Cristianos Marroquíes hasta hace dos meses. Hicham Boloutar, por su parte, que preside el Observatorio Marroquí para la Defensa de las Libertades y los Derechos Humanos explica que trabajan en equipo con líderes marroquíes de muchas confesiones religiosas para lograr su pleno reconocimiento por las autoridades de Rabat: reclaman al Gobierno el derecho a poner nombres cristianos a sus hijos, a poder contraer matrimonio válido fuera de las mezquitas, a ser enterrados bajo cruces, a que sus hijos puedan eludir las obligadas clases de Corán en el colegio, a poder frecuentar iglesias cristianas sin miedo a comprometer a los sacerdotes o pastores que las regentan y a que la herencia paterna se distribuya equitativamente entre hijos independientemente de su sexo.
Los marroquíes no ponen un pie en ninguna iglesia, reservadas por ley para los extranjeros. Así evitan que sus responsables puedan ser acusados de proselitismo y expulsados o castigados con la cárcel, según establece el artículo 220 del vigente Código Penal de Marruecos. Las catequesis, ratos de oración y eucaristías tienen lugar, por tanto, en la clandestinidad de los hogares.
La cifra de los marroquíes que, en Marruecos, se han pasado al cristianismo es también muy difícil de calcular; el Departamento de Estado de EE.UU. refiere que podrían llegar a los 8.000, juntando católicos, ortodoxos y evangélicos. Estos últimos han sido los más proselitistas en ese país en décadas recientes, contraviniendo a menudo las leyes que prohíben los intentos de “quebrantar la fe de los musulmanes” y pagándolo muchas veces con la expulsión: decenas de cooperantes evangélicos fueron expulsados en 2009 y 2010 por actuar como misioneros de algunas iglesia protestantes (16 expulsiones reconoció Marruecos frente a los 70 que denunciaron estas iglesias que mantenían orfanatos y centros de formación). Solo un católico ha sido expulsado de Marruecos hasta el momento acusado de proselitismo: el sacerdote franciscano egipcio Rami Zaki, en 2010, cuyo mayor pecado fue, sin duda, dominar la lengua árabe.
La Iglesia Católica en Marruecos, siempre en guardia
La Iglesia católica tiene una notable presencia en Marruecos desde el Protectorado, pero su campo de actividad está limitado, por la ley local, exclusivamente a los fieles extranjeros. En Marruecos existen dos diócesis encabezadas actualmente por sendos arzobispos españoles: el cardenal Cristóbal López Romero, salesiano, al frente del arzobispado de Rabat, y Emilio Rocha Grande, franciscano, recién consagrado como arzobispo de Tánger.
Hay nunciatura y numerosas órdenes religiosas atienden dispensarios, comedores sociales, orfanatos, hogares para niños de la calle, de discapacitados y centros de promoción de la mujer por todo el país. Franciscanos y franciscanas de diferentes órdenes, vicentinas, trinitarios, salesianos, clarisas contemplativas y monjas de santa Teresa de Calcuta, entre otros institutos religiosos, administran estos centros en los que no se lleva a cabo, por imperativo legal, ninguna labor apostólica dirigida a marroquíes.
“Estamos aquí para mostrar la belleza del cristianismo a través de la caridad”, dice un religioso que vive en Tánger y que reconoce que, recientemente, sus iglesias se han visto desbordadas por esos nuevos fieles católicos procedentes de Camerún, Nigeria, República de Guinea o Costa de Marfil, entre otros, que recalan en las costas del norte de Marruecos en su peregrinar hacia Europa.
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