Cruzados en el cerco de Algeciras, 1342-1344 (y II)

Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

Alfonso XI contó para la campaña algecireña con figuras europeas destacadas como los condes de Derby y de Salisbury, Jean de Rye y el conde Lous

El papa Clemente VI reclamó el rescate del Señor de Balançon, capturado por los musulmanes

Cruzados en el cerco de Algeciras, 1342-1344 (I)

Alfonso X pone cerco a Algeciras. Fundación de la ciudad de al-Binya (1279-1285)

Caballero transpirenaico con su pesada armadura y lanza en ristre.
Caballero transpirenaico con su pesada armadura y lanza en ristre.

Como ya se ha referido en el artículo anterior, el rey Alfonso XI y su cancillería estaban inclinados, en la Guerra de los Cien Años que enfrentaba a Francia con Inglaterra, hacia el rey inglés Eduardo III. Sin embargo, contando este monarca con el asesoramiento del prestigioso jurista Fernán Sánchez de Valladolid, Notario Mayor de Castilla, Canciller del Sello de la Poridad y excelente diplomático, supo mantener el equilibro y las buenas relaciones con ambos contendientes logrando la ayuda financiera del rey francés para la campaña de Algeciras y aceptando la petición del soberano inglés para acordar el enlace matrimonial entre su hija, la princesa Juana, y el infante don Pedro, futuro rey Pedro I. Y en esa negociación intervinieron los condes de Derby y Salisbury, que llegaron al cerco, no sólo para ganar los beneficios espirituales de la Cruzada, sino para plantear a Alfonso XI la propuesta matrimonial del rey Eduardo III.

Los Condes de Derby y de Salisbury

En el mes de junio de 1343 tuvo el rey de Castilla noticias de que se encontraban en Sevilla Enrique de Lancaster, Conde de Derby, y Guillermo Montague, Conde de Salisbury. La participación de cruzados de las Islas Británicas en la guerra contra meriníes y granadinos venía siendo habitual en los años previos al cerco de Algeciras. Pero estas relaciones se intensificaron entre los años 1342 y 1348.

Los Condes de Derby y de Salisbury, como experimentados diplomáticos que eran, venían hasta el real de Algeciras para cumplir con una importante misión de Estado, además de participar en la Cruzada. Una vez presentados a Alfonso XI, entregaron al rey de Castilla unas cartas secretas que portaban del rey Eduardo III. En ellas se les nombraba emisarios plenipotenciarios para discutir y acordar un posible acuerdo matrimonial entre el infante don Pedro, heredero del Corona castellana, y la hija segunda del soberano inglés, doña Juana.

En el mes de julio, los condes ingleses, con sus mesnadas, intervinieron, dando grandes muestras de valor (volvemos a recordar la tendencia filoinglesa del cronista alfonsino y del propio rey), en un hecho de armas recogido con gran detalle por la Crónica. Habían construido los castellanos una torre de asalto cerca de la puerta del Fonsario y desde ella arrojaban, con gran daño para los sitiados, bolaños de piedra y proyectiles incendiarios contra la ciudad. Con el fin de quemar aquella torre de madera, salió un destacamento musulmán de la villa. Como los castellanos que defendían el ingenio bélico se veían impotentes ante el gran número de musulmanes que les hostigaban, vinieron en su ayuda los dos condes ingleses con sus vasallos. "Y llegaron tan cerca (del antemuro) que daban con las lanzas a los Moros que yacían en la cava, y a los Moros que estaban en la barrera de la ciudad. Y todos los de la ciudad acorrieron a aquel lugar, y tuvieron muy gran pelea con ellos. Y fue allí herido el Conde de Derby de una saetada en el rostro, y le mataron dos caballeros, pero fueron encerrados los Moros".

A finales de agosto recibió el Conde de Derby cartas del rey de Inglaterra en las que le comunicaba que había acordado treguas con el rey de Francia y requería su presencia en la corte, pues debía desplazarse a Roma con poder real para unos tratados que se habían de concertar en la Ciudad Santa. Los condes ingleses comunicaron al rey de Castilla cómo, a su pesar, se veían obligados a abandonar el cerco, y para ello solicitaban su autorización, a lo que Alfonso XI no pudo negarse.

En el viaje de retorno, los condes ingleses permanecieron unos días en Sevilla. Allí recibieron la noticia de que el rey de Granada se hallaba con su ejército acampado muy cerca de Algeciras y que la batalla decisiva entre cristianos y musulmanes (Batalla del río Palmones acontecida el 2 de diciembre de 1343) no iba a tardar en producirse. Dice la Crónica que el Conde de Salisbury, cuando supo la inminencia de aquella batalla, quiso poner un barco en el río Guadalquivir para retornar al cerco, pero que estaba tan débil que los médicos le dijeron que si "comenzase el camino o se metiese en barco, que no llegaría vivo al real".

Jean de Rye, Señor de Balançon

Entre los caballeros y gentileshombres que participaron en la Cruzada de Algeciras y que no aparecen mencionados en la Crónica de Alfonso XI, se encuentra este cruzado originario del Franco-Condado, valeroso caballero que sufrió la gran desgracia de caer prisionero de los musulmanes, permaneciendo largo tiempo cautivo en el reino de Fez.

Jean de Rye fue atraído por su espíritu aventurero y profundas convicciones religiosas al cerco de Algeciras. En el transcurso de un combate con los algecireños cayó prisionero de los sitiados, siendo trasladado a Ceuta y entregado a un familiar del emir Abu l-Hasán. Rescatado años más tarde, continuó en contacto con la corte castellana, pues fue enviado en varias ocasiones por el rey de Francia con la misión de estrechar los lazos de amistad franco-castellana una vez que los Trastámaras ocuparon el trono de Castilla en 1369.

Este cruzado debió llegar al real de Algeciras junto con los caballeros gascones a principios del verano de 1343, participando en los combates que durante los meses de julio y agosto de ese año se libraron ante los muros de la ciudad, en uno de los cuales fue capturado. Dos meses y medio después de capitular la plaza -el 12 de junio de 1344-, Alfonso XI recibió una carta del papa Clemente VI en la que el Pontífice solicitaba del rey castellano que interviniera en favor del caballero Jean de Rye, cautivo del emir de Fez, y que gestionara su rescate. No sabemos si Alfonso XI realizó las gestiones solicitadas, lo que sí sabemos es que en 1347 aún no había sido liberado. El 19 de abril de ese año Clemente VI volvió a escribir al rey de Castilla para solicitar de nuevo su intervención en el asunto. En esta segunda carta, el Papa refiere como Jean de Rye había sido confiado en África a un tal Baleg Agorg, familiar del emir de los meriníes, y que los hijos de ese Baleg se hallaban cautivos en Castilla a cargo de un noble caballero cuyo nombre no se menciona. Clemente VI sugiere a Alfonso XI que Baleg sería, sin duda, sensible a la idea de volver a ver a sus hijos y que consentiría -si le eran devueltos- en dejar libre al prisionero del Franco-Condado. Es muy posible que en esta ocasión las conversaciones llegaran a feliz término, pues en 1352 Jean de Rye se encontraba ya en sus dominios de Francia.

El conocimiento de la lengua y las costumbres de los castellanos y el ser considerado persona grata en la corte española, lo convirtieron en el mejor embajador del rey francés cerca de los reyes de la Casa Trastámara. En 1368, 1369, 1371, 1380, 1382 y 1385 se constata la presencia de Jean de Rye en la corte castellana antes de morir, a los setenta años, peleando al lado del rey de Castilla, Juan I, en la batalla de Aljubarrota.

El conde Lous

A diferencia de los caballeros españoles, la mayoría de los cuales cabalgaban al estilo andalusí, a la jineta, (con estribo corto y sillas ligeras y bajas), sin armadura y portando armas ofensivas poco pesadas, los caballeros centroeuropeos que acudieron al cerco de Algeciras, desconociendo las tácticas propias de la guerra de frontera, portaban pesadas armaduras, iban sentados sobre sillas sólidas y altas y sostenían armas ofensivas que impedían las maniobras rápidas al caballero y a la propia cabalgadura. Ataviados de esa manera, sus movimientos se tornaban lentos y las posibilidades de ser alcanzados por el enemigo en las celadas, cuando estos utilizaban la táctica conocida como de torna-fuye, aumentaban considerablemente. Sirva de ejemplo lo ocurrido al conde alemán Lous.

Este valeroso cruzado debió unirse a las huestes de Alfonso XI en julio o agosto del año 1342, aposentándose con sus mesnadas en un lugar del real situado frente a la puerta del Fonsario, una zona llana en la que se localizaba el cementerio de la ciudad.

A poco de estar en ese sitio con sus mesnaderos, salió un destacamento musulmán por la citada puerta formado por trescientos jinetes y unos mil peones -según la Crónica-, con la intención de atacar las posiciones ocupadas por el Maestre de Santiago, el Concejo de Sevilla y la gente del Conde Lous. Al ver en peligro a los castellanos que trabajaban en la construcción de una torre de asalto, el caballero alemán abandonó sus posiciones y fue a enfrentarse con los guerreros musulmanes que se hallaban aún muy cerca de las murallas y la puerta de la ciudad. Al advertir el ataque de los germanos, volvieron grupas e hicieron creer al Conde y a sus compañeros que retornaban derrotados a la villa, lo que envalentonó a los bravos caballeros alemanes. Cuando estuvieron ambos destacamentos muy próximos a la muralla y a la puerta del Fonsario, se volvieron los de Algeciras y pusieron en una celada al Conde Lous y a los suyos, "y aunque ellos (los alemanes) peleaban muy recio, los Moros, que eran muchos, dieronle muy gran priesa, y mataron a aquel Conde".

A raíz de este suceso, el rey reunió a todos los caballeros alemanes y les rogó que no respondieran a las engañosas celadas de los musulmanes "pues no eran ellos sabedores de la guerra de los Moros".

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