Don Juan de Saavedra y la conquista de Castellar en 1434
Historia del Campo de Gibraltar
Miembro de una familia gallega de escaso abolengo, era hijo de don Fernán Arias de Saavedra
A mediados del siglo XIII llegó a Andalucía para participar en las guerras de frontera
Castellar, una fortaleza rebelde (siglos IX y X)
Algeciras/A partir de la muerte del rey Alfonso XI en 1350, cuando ponía cerco a Gibraltar, la actividad conquistadora de Castilla, que había sido una constante durante los reinados de Alfonso X, Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI en la zona del Estrecho, quedó paralizada, no solo por la larga guerra civil que enfrentó al legítimo rey de Castilla y León, Pedro I, con su hermanastro el Conde Enrique de Trastámara, que debilitó enormemente a ambos reinos, sino, también, por la debilidad de los granadinos, acosados por los conflictos internos que sufría la dinastía nazarí; pero, sobre todo, por los continuos tratados de paz firmados entre los soberanos de Castilla y el rey Muhammad V que fueron respetados por ambas partes hasta la muerte del rey nazarí en el año 1391.
La frontera suroccidental de reino granadino, defendida por la aislada fortaleza de Gibraltar y por las débiles villas fortificadas de Castellar y Jimena, gozaron de un largo período de paz y tranquilidad, hasta que, reinando Juan II, a principios del siglo XV, la actividad conquistadora de los castellanos se reactivó desde Jerez de la Frontera con la participación de sus milicias concejiles.
En abril de año 1408, ya hubo un primer intento de tomar la villa de Castellar. Avisado Garci Fernández Manrique, frontero de Jerez, de que en la fortaleza de Castellar había escasa guarnición y que las murallas estaban casi desmanteladas, se dirigió al frente de sus tropas con la intención de escalar sus muros y tomar la villa. Aunque, refiere la crónica, “que seis moros de los de Castellar salían a ballestear a un monte que estaba cerca de la villa, e vieron a los soldados, e comenzaron a dar voces..., e retornaron a Castellar haciendo grandes ahumadas”, teniendo que desistir las tropas de Jerez de asaltar la villa. En marzo del año 1431, la guarnición jerezana, mandadas por el mariscal Pedro García de Herrera, se dirigió a Jimena de la Frontera, que estaba mal defendida, y la tomaron por escalo el 11 de marzo del citado mes.
Desde la conquista de Jimena, los musulmanes se afanaron en fortalecer su aislada villa de Castellar, que había sido fortificada por los meriníes y los nazaríes un siglo y medio antes. Temerosos de perder su último reducto en la zona, comenzaron a concentrar hombres y material de guerra, así como vituallas, en el interior del recinto a sabiendas de que, en caso de asedio, escasas eran las posibilidades de resistir, no sólo por la incapacidad de los nazaríes para enviar socorros desde Málaga o Ronda, sino porque las milicias de Jerez se estaban mostrando intratables en sus ataques a las fortalezas situadas entre Gibraltar y Zahara de la Sierra.
El constante peligro de un asalto por sorpresa de las tropas jerezanas, obligaba a los habitantes de Castellar –que no debían superar la cifra de doscientos hombres de armas– a abandonar las alquerías y las escasas tierras de cultivo existentes en el término y encastillarse en el interior de la fortaleza con la esperanza de que el agua recogida en los dos aljibes y los alimentos guardados en sus almacenes fueran suficientes para resistir un prolongado asedio. Sin embargo, en la primavera del año 1434, siendo alcaide de Jimena don Juan de Saavedra, tuvo este frontero noticias de que un convoy con víveres salía de Castellar, después de haber abastecido a la fortaleza, con destino a la ciudad de Gibraltar. A sabiendas de que podrían proporcionarle una valiosa información sobre la situación en la que se hallaban los defensores del enclave, le salió al paso tendiéndole una emboscada y, por los musulmanes que cautivó y ciertas cartas que portaban, supo que en el castillo quedaba poca gente y con mantenimiento tan sólo para diez días.
Entonces, don Juan de Saavedra, con la escasa guarnición que tenía en Jimena, puso cerco al castillo de Castellar para evitar que le entrasen socorros y dio aviso por medio de corredores a las autoridades de Tarifa, Medina Sidonia, Alcalá y al concejo de Jerez. El Adelantado don Diego Gómez de Ribera, conocedor de la importancia que para consolidar la posición de Jimena tenía la conquista de Castellar, “mandó aviso de que todos los caballeros de coantía y lanceros de esta ciudad de Jerez, se aperciban y traigan sus caballos y los hierren y dispongan mantenimientos, así para su comer como para su vender, y estén a punto para mañana miércoles al alba, so pena de seiscientos maravedís a el caballero y doscientos al escudero o peón de veinte años arriba y de dieciocho abajo y que ninguno parta sin el pendón ni lo deje por el camino”.
Las tropas salieron en el día señalado. Las milicias jerezanas avistaron las murallas de Castellar el viernes 26 de marzo de 1434, que era Viernes Santo, a hora de mediodía. Don Juan de Saavedra y el Adelantado Mayor de Andalucía don Diego Gómez de Ribera reconocieron los alrededores de la fortaleza, y, viendo lo desguarnecida que estaba, se aprestaron para el asalto final. Ese mismo día se tomó Castellar y entró en el castillo, el primero, el pendón de Jerez. Aunque, la crónica de Alvar García de Santa María refiere que “cuando los de Castellar vieron llegar tan gran tropel de gente armada y que al frente de ella venía el Adelantado, cuyo valor y tenacidad conocían, con el pendón de Jerez, decidieron capitular. Se iniciaron conversaciones y, al final, acordaron entregar la villa y el castillo a los cristianos a cambio de que éstos les dejaran en libertad para poder ir a donde quisieran con los bienes muebles que pudieran llevar consigo”.
Los musulmanes abandonaron el lugar y entregaron la fortaleza al Adelantado y don Juan de Saavedra que la ocuparon en nombre del rey de Castilla don Juan II. La villa de Castellar, como tres años antes la de Jimena, quedó bajo la responsabilidad del concejo de Jerez que tenía que correr con los gastos de su defensa y mantenimiento. El rey Juan II, en remuneración por el éxito alcanzado con la conquista de Castellar, y haber sido el primero que la asedió con sus milicias de Jimena, concedió a don Juan de Saavedra la alcaidía de la villa añadiéndola a la que ya poseía de Jimena.
Don Juan de Saavedra era hijo de don Fernán Arias de Saavedra, miembro de una familia gallega de escaso abolengo hasta que llegó a Andalucía, a mediados del siglo XIII, para participar en las guerras de frontera. Había nacido en Sevilla en el año 1400. Con treinta y un años fue nombrado por el rey Juan II alcaide de Jimena, como se ha dicho. En los años siguientes, siendo el único enclave fortificado castellano cerca de la frontera de Granada, Castellar adquirió una notable importancia estratégica, aunque adolecía de grandes dificultades para ser abastecido y guarnicionado por hallarse en una zona muy agreste y alejada de la principal ciudad de la zona: Jerez de la Frontera.
En 1441 el rey lo nombró Alcalde Mayor de Sevilla y, unos años más tarde, en 1445, le concedió la villa de Castellar y su término en señorío, documento que se conserva en el Archivo Ducal de Medinaceli. A propósito de su participación en las guerras de frontera, el cronista Alonso de Palencia escribió de nuestro alcaide lo que sigue: “su vigilancia y extraordinario arrojo traía desesperados a sus enemigos, cien veces por él derrotados”. Otra recompensa y prueba de la confianza que el rey le tenía, fue la concesión vitalicia y por juro de heredad, del importante y bien remunerado cargo de alfaqueque mayor de Castilla. En 1447, el rey lo nombró corregidor de Jerez de la Frontera con el objetivo de que, desde ese relevante puesto, no dejara la ciudad de abastecer a la aislada villa de Castellar, siempre en peligro de ser reconquistada por los moros granadinos.
En los años que siguieron, desde Castellar y Jimena, llevó a cabo numerosas incursiones en territorio nazarí. Una de ellas, realizada en el año 1448 por tierras malagueñas, acabó en derrota. Con setecientos soldados de sus fortalezas y de Sevilla, acompañado de su yerno, Juan de Ordiales, penetró en el término de Marbella, donde, el 1 de marzo del año citado, fue sorprendido por un numeroso destacamento musulmán en el valle del Río Verde, siendo vencidos los castellanos y hecho prisionero el propio Juan de Saavedra, que fue conducido a Marbella y encerrado en una mazmorra hasta que sus familiares pagaran el precio del rescate por su libertad, consistente en la enorme cantidad de 12.000 doblas granadinas (doce mil monedas de oro). Como su familia no podía asumir el pago de tan elevado rescate, el concejo de Sevilla, del que era Alcalde Mayor, aportó una parte. Mas, como no fue suficiente, sus dos hijas fueron enviadas a Marbella, donde permanecieron como rehenes de los nazaríes hasta que don Juan logró completar el pago de su rescate. Una vez en libertad, en 1450, atacó la villa de Castellar, que los granadinos habían recuperado aprovechando la estancia del famoso frontero en la prisión de Marbella, tomándola a sus defensores sin gran esfuerzo.
Don Juan de Saavedra, alcaide y luego señor de Castellar, desde 1445, las más de las veces se hallaba guerreando lejos de la villa, en expediciones de represalia contra territorio enemigo, o ejerciendo el cargo de juez y corregidor en la ciudad de Jerez, quedando la fortaleza bajo la autoridad de uno de sus oficiales. Consolidada la posesión de Castellar desde su reconquista en 1450, el señor de la enriscada villa procedió a traer pobladores al lugar, que ya no serían exclusivamente hombres de armas, sino agricultores y ganaderos, familias de las que se tratará en un próximo capítulo. En lo que se refiere a su vida privada, contrajo matrimonio con doña Juana de Avellaneda de la que tuvo siete hijas y dos hijos, Juan y Fernando de Saavedra, el primero de los cuales heredó los títulos de Alfaqueque Mayor de Castilla y señor de Castellar y del Viso. Don Juan de Saavedra falleció en la ciudad de Sevilla en el año 1458.
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