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España enfría el deseo de Gibraltar de ser zona Schengen tras el Brexit

Las negociaciones sobre el futuro de la Verja siguen sin cerrarse con Reino Unido pese al deseo del Peñón de establecer un área de libre tránsito

Un agujero en la valla entre España y Gibraltar, tomada este martes, con la zona aduanera del Peñón al fondo. / Erasmo Fenoy

Algeciras/“Lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se pretende”, reza un viejo adagio diplomático que se ajusta como un guante a las negociaciones que España y Reino Unido vienen manteniendo en los últimos años sobre el encaje de Gibraltar en la Unión Europea, una vez que el próximo 1 de enero acabe el periodo de transición previo a la aplicación del Brexit. Aunque todo puede cambiar en el plazo de días, el diálogo sigue encallado por la ausencia de un acuerdo global UE-Reino Unido que dé cobijo al posible consenso y también por las discrepancias en asuntos claves como la transparencia fiscal de Gibraltar y la lucha contra el contrabando.

Las autoridades del Peñón reiteran una y otra vez que la creación de una zona de prosperidad compartida formada por la comarca del Campo de Gibraltar y Gibraltar es la fórmula de acuerdo más beneficiosa para todos. ¿Cómo? Con la extensión a su territorio del acuerdo Schengen para la libre circulación de personas. Eso representaría para la colonia una notable ventaja respecto a la situación actual puesto que supondría la eliminación del actual control aduanero, situado en su límite con La Línea de la Concepción, para desplazarlo al puerto y al aeropuerto de la Roca, que pasarían a ser nuevas fronteras exteriores de los 27.

¿Hasta qué punto hay un consenso al respecto con España? Ahí es donde difieren las versiones. Fabián Picardo, ministro principal de Gibraltar, desliza de viva voz y por otros medios que el consenso se palpa ya con las yemas de los dedos, pero fuentes diplomáticas españolas consultadas por esta redacción enfrían su entusiasmo: la creación de una zona de libre circulación está sobre la mesa solo porque el Peñón la ha propuesto, no porque ocupe un lugar preferente respecto a otras fórmulas de convivencia futura.

Son varios y grandes los obstáculos que se presentan para que la última colonia existente en suelo europeo cuente con un paso franco con el resto del continente. Uno de ellos es que Reino Unido condiciona esa extensión del territorio Schengen a Gibraltar a que el control de esa nueva frontera exterior de la UE no quede en manos de España, la cual se niega a dar un paso atrás en la defensa de su soberanía sobre el Peñón, sino del Frontex. El fin de esta agencia europea es ayudar a los estados miembros de la UE y a los países asociados a Schengen -Islandia, Noruega y Suiza- a proteger sus fronteras exteriores. Sin embargo, una situación de ese tipo no podría prolongarse sine die en el Peñón.

Hay más. La propuesta de ampliación del espacio Schengen debería ser acordada por los 27 de forma unánime al tratarse de un asunto que alude a la seguridad de las fronteras comunes. ¿Estarían todos de acuerdo? La UE mantiene fuera de la zona de libre circulación a Rumanía, Bulgaria, Croacia y Chipre por diferencias sobre su control fronterizo. No es descartable, en este contexto y como apuntan las fuentes consultadas, que alguno de ellos se oponga a que un tercero -el caso del Peñon- acceda a Schengen antes que ellos.

“El problema es que las contraprestaciones por parte de Reino Unido no llegan”, explican fuentes diplomáticas

Pero además de todo ello queda por responder una cuestión: ¿Qué gana España con extender la zona Schengen a Gibraltar? El acuerdo que garantiza los derechos laborales y sociales de los trabajadores transfronterizos está cerrado, así como su tránsito por la Verja. Sin embargo, Reino Unido mantiene bloqueada la ratificación del Tratado Fiscal que permitiría a España obtener información sobre las empresas del Peñón. Y continúa también sin haber datos sobre la trazabilidad del tabaco que importa la colonia, que en su inmensa mayoría acaba entrando ilegalmente en España de contrabando. “El problema es que las contraprestaciones por parte de Reino Unido no llegan”, resumen a ese respecto las fuentes diplomáticas consultadas.

Si la negociación no avanza como es debido es, en gran medida, a la dramática evolución del Covid y a que casi toda la atención de los gobiernos está centrada en poner freno a la pandemia, aunque también hay que atribuirla a cierta flema por parte de Londres por resolver una cuestión vital para los llanitos y también para buena parte del Campo de Gibraltar. El Peñón, después de trescientos años de la mano de su metrópoli, se siente ahora doblemente abandonado: primero, por el referéndum del Brexit y su resultado; ahora, por su papel secundario en la negociación con España.

Tampoco ayuda que falte aún un acuerdo marco de entre la UE y Reino Unido que regule, precisamente, las relaciones post Brexit a nivel aduanero. Ese debe ser, en teoría, el paraguas bajo el que los gobiernos de Pedro Sánchez y Boris Johnson deberán fijar las condiciones de convivencia con Gibraltar. Y sin consenso general, será complejo llegar a pactos para un caso particular como el llanito. España, mientras eso ocurre, aplica otra sentencia: “La diplomacia consiste, especialmente, en cómo decir no haciendo que la contraparte lo perciba como mejor respuesta a un sí".

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