Gibraltar: 40 años de la apertura de una Verja pendiente de derribar
Hito histórico
La transición española permitió que linenses y gibraltareños se reencontraran hace cuatro décadas tras el cierre decretado por Franco en 1969. El proceso comenzado en aquel 1982 todavía continúa tras la salida del Peñón de la Unión Europea
"Parece mentira, parece mentira sí, llevo trece años aquí, encerrá, saliendo nada más que por la lancha". Carmen Ward lleva un abrigo de piel para soportar el frío de la noche de diciembre y gafas de sol para protegerse de los flashes de las cámaras. Acaba de dar una corta carrera para adelantar en el instante preciso a Francisco Romo, que esgrime su pasaporte, no se detiene ante el numeroso grupo de periodistas que espera en La Línea y termina entregando primero la documentación. Hace unos segundos que es 15 de diciembre de 1982. El paso peatonal entre la ciudad y Gibraltar, cerrado desde el 8 de junio de 1969 por el dictador Franco, está abierto. Ha terminado la etapa más oscura de la historia en común de dos pueblos separados por una estructura de hierro y la incapacidad de los gobernantes. Hay miles de personas allí, pero de repente esa noche nadie mira a la vieja verja. Esa noche.
Este jueves se cumplen 40 años de esta escena que cualquier linense y cualquier gibraltareño ha visto mil veces en algunas de las grabaciones o fotografías de la época. Si no, había más de 200 cámaras en el lugar, no es difícil encontrar testimonio del momento. Ahora sí, todas las miradas han vuelto a estar puestas en la Verja. Así, con mayúscula, porque no es solo un trozo de metal. Es la frontera, como en realidad la llaman los linenses y los campogibraltareños, aunque la diplomacia española y la prensa busquen siempre eufemismos para no reconocer que existe, lo que por cierto ha tenido escasos efectos en la reclamación española de la soberanía.
El caso es que España y Reino Unido acordaron en la Nochevieja de 2020 que iban a derribarla como consecuencia de una nueva relación surgida a raíz de la salida de los británicos de la Unión Europea.
Ese pacto todavía no se ha cumplido y tampoco tiene visos de hacerlo. El problema no es el qué, el problema es el cómo. Y tras diez rondas de negociación entre la Comisión Europea (CE) y los distintos gobiernos de Reino Unido surgidos en los últimos meses no hay forma de encontrar una solución.
La idea original era suprimir la Aduana y con ella los controles que tantos quebraderos de cabeza han dado siempre a los trabajadores transfronterizos. La puerta entre el Peñón y el Espacio Schengen se situaría en el puerto y el aeropuerto tras emparejar la legislación llanita y la del territorio europeo para dejar franco el paso. No habría Verja, y de este modo el movimiento de personas y mercancías sería más ágil que nunca. Pero para eso tendría que haber agentes de Policía españoles en Gibraltar y esa se ha convertido en una línea roja para los británicos.
En noviembre, el ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, explicó que la nueva propuesta británica es la de mantener el paso fronterizo y que la Roca mantenga su propio punto de entrada y salida. Esto supondría la creación de un Área Común de Viaje, un modelo parecido al que se aplica entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte y que implica un alto nivel de cooperación en materia de inmigración. No gusta la idea a la CE, que entiende que Gibraltar busca los beneficios de pertenecer a la zona de libre circulación europea y a la unión aduanera, pero evitando los controles de pasaportes o la armonización de los impuestos. En cualquier caso, nada que ver con el espíritu del Acuerdo de Nochevieja, que implicaba el fin de la Verja.
A medianoche
Vuelta a la medianoche del 14 al 15 de diciembre de 1982. Sin ceremonia alguna, el cerrojo se descorre para permitir que padres e hijos, hermanos y amigos se reencuentren trece años y medio después del cierre decretado por Franco. Hacía siete que el dictador había fallecido.
Carmen Ward lamenta frente a los micrófonos que no ha podido salir ni para ver a su madre muerta. Acaba de pasar veloz junto a Luis Borja Herrero, el funcionario de Aduanas encargado de descorrer el cerrojo. Más de 10.000 personas, agolpadas en la zona, corean desde hacía minutos aquello de "¡dónde están las llaves!". El caso es que se había corrido el rumor de que no aparecían, que se habían perdido, pero no era cierto. La demora se debía a una disputa entre la Policía y la Guardia Civil por decidir quién abriría.
Romo, el hombre del pasaporte al que adelantó la señora, es un pintor que vive en una caravana y que se declara "español de pura cepa". Ya está en La Línea, como Juan Antonio Gil, un albañil de Puerto Real encerrado desde hace años y que no ve el momento de reencontrarse con su madre y sus hermanos.
Empiezan entonces los abrazos entre familiares que, en una época sin Whatsapp ni correo electrónico, tenían que comunicarse de lejos, por encima de la valla. Canta la tuna de la Facultad de Derecho de Málaga y tronaban los gritos de "¡Felipe, Felipe y nadie más!".
Hay una persona que no quiere salir de Gibraltar. Quiere entrar. Se llama Alfredo Blanco Romero, es linense, profesor de EGB y dentro se quedó hace trece años una hija, cinco nietos y un biznieto. Es el primer español que pasa a pie al Peñón.
Aquel fue un día histórico que abrió una nuevo tiempo y un mundo de posibilidades para los habitantes del territorio continental más al sur de Europa. Durante trece años y medio, las familias acudían a verse en la lejanía y a hablarse a voces, separados por la Verja. Así se enteraban de las últimas noticias de sus familiares: muertes, nacimientos, bodas, sin la normalidad que llegó aquel día de diciembre.
Durante el largo periodo de aislamiento, para ir del territorio británico de ultramar hasta La Línea, cumpliendo con la legalidad, los llanitos debían pisar antes otro país, habitualmente el puerto marroquí de Tánger, desde donde tenían que regresar hasta Algeciras en barco. Desde el primer día, como relató entonces Diario de Cádiz (Europa Sur no nacería hasta 1989) la apertura de la Verja supuso también un atractivo comercial, una esperanza para La Línea.
Una historia en común
La historia de la Verja es la de Gibraltar y se encuentra en el nacimiento mismo de La Línea. Después de la toma del Peñón el 4 de agosto de 1704, en plena guerra de sucesión española, por parte de la flota angloholandesa comandada por George Rooke y el príncipe de Hesse-Darmstadt, los ingleses fueron levantando vallas (la primera, en 1854) mientras ganaban terreno en la llamada zona desmilitarizada. España, por el Tratado de Utrecht de 1713, había cedido “la plena y entera propiedad de la ciudad y el castillo de Gibraltar, conjuntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen”.
En 1946, tras el fin de la II Guerra Mundial, la ONU declaró a Gibraltar como un "territorio no autónomo" pendiente de descolonización, lo que permitió veinte años después al ministro de Exteriores Fernando María Castiella lanzar la primera propuesta formal de devolución, rechazada por los británicos. Para contrarrestar esta reclamación de la soberanía, el 10 de septiembre de 1967 se celebró un referéndum, que la ONU no reconoció y que mostró el apoyo masivo de los ciudadanos gibraltareños a seguir siendo británicos. El Reino Unido creó una Conferencia Constitucional para la elaboración de la Constitución de Gibraltar, que finalmente se aprobó el 30 de mayo de 1969 y que incluía un preámbulo que era toda una declaración de intenciones, pues aseguraba que Gibraltar permanecería bajo dominio británico hasta que una ley del Parlamento lo estipulara, así como que el Gobierno británico nunca llegaría a acuerdos de soberanía con otro Estado contra los deseos democráticamente y libremente expresados de la población llanita.
Esto desencadenó la reacción de Franco, que ordenó el cierre permanente de la Verja y el corte de todas las comunicaciones con el Peñón el 8 de junio de aquel año. Pretendía aislar a Gibraltar y presionar a la comunidad internacional para que forzara a Reino Unido a negociar la devolución del Peñón.
Tras la muerte del dictador, el cierre continuó con los gobiernos democráticos de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo, aunque este acabaría por dar el paso más importante para la reapertura.
El 18 de noviembre de 1976, la Asamblea General de la ONU, llamó a los gobiernos español y británico al inicio de negociaciones para resolver el contencioso. Además, Reino Unido pertenecía a la Comunidad Económica Europea (CEE) desde 1977 y España había solicitado su entrada el 26 de julio de ese año. No cabía en ese escenario mantener el paso fronterizo cerrado.
El 10 de abril de 1980 el ministro de Exteriores de España, Marcelino Oreja, y su homólogo del Reino Unido, Peter Carington, firmaron la Declaración de Lisboa, comprometiéndose a resolver el problema. Para empezar iban a reestablecer las comunicaciones directas a ambos lados de la Verja. En enero de 1982, el presidente Calvo Sotelo, tras una reunión con la primera ministra británica, Margaret Thatcher, anunció que Gibraltar y España permanecerían unidas las 24 horas del día.
En octubre, el PSOE de Felipe González ganó las elecciones generales anticipadas en España. Una de sus primeras decisiones (primer Consejo de Ministros) fue ejecutar los compromisos adquiridos en la capital portuguesa. Es decir, reabrir la Verja para los peatones. Las autoridades de uno y otro lado habían fijado inicialmente el 20 de abril de 1982 para terminar con el cruel bloqueo, pero el comienzo de la Guerra de las Malvinas aplazó el momento hasta poco antes de la Navidad. Es curioso. pero la avenida que conducía desde la Avenida del Ejército hasta la misma Verja lleva el nombre de ese día, en el que en realidad no se produjo nada.
España logró la entrada en la CEE el 12 de junio de 1985 con la firma del Tratado de Adhesión en Madrid y la culminó con su entrada en vigor el 1 de enero de 1986. El 27 de noviembre de 1984, el ministro de Exteriores español, Fernando Morán, y su homólogo británico, Geoffrey Howe, se habían comprometido por escrito a resolver el problema de Gibraltar con la implementación de la Declaración de Lisboa.
El 5 de febrero de 1985, el paso entre Gibraltar y La Línea se abrió también para vehículos dos meses después de la firma de la Declaración de Bruselas con la que España y Reino Unido sentaron las bases para reanudar las conversaciones sobre soberanía.
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