"Gibraltar es un punto de partida hacia el mundo"

VOCES DEL sur · Trino Cruz poeta

"Gibraltar es un punto de partida hacia el mundo"
"Gibraltar es un punto de partida hacia el mundo"
Javier Chaparro

26 de noviembre 2017 - 12:58

Gibraltar/Enos espera en una cafetería del Peñón mientras lee el Gibraltar Chronicle. A pesar de que refresca, viste camisa a cuadros de manga corta y pantalones de verano. No lleva reloj. Atrás quedaron sus tiempos como alto ejecutivo de un banco suizo. "Cada día leía seis o siete periódicos para estar al tanto de todo, era mi obligación, pero hoy ese mundo no me interesa para nada. Mi perspectiva de la vida es otra muy distinta", reflexiona camino ya de su casa. Sobrino-nieto del pintor linense José Cruz Herrera, escribe sus poemas en libretas tamaño folio, a modo de caligramas donde los versos componen figuras, algunas veces geométricas, otras con vida propia, guiados por la música interior de las palabras.

-Gibraltareño de pura cepa.

-Gibraltar es un punto de partida. Soy gibraltareño, de 1960. Mi padre también. Era arquitecto y trabajaba en Londres, pero mi madre me tuvo aquí. Regresé cuando tenía tres o cuatro años hasta que con 18 me fui de nuevo a Inglaterra a iniciar mis estudios universitarios. Soy biólogo marino, que era mi pasión, aunque nunca ejercí. Acabé haciendo investigación médica durante dos años con un postgrado, pero no aguanté. Regresé aquí y me metí en la gestión de los negocios familiares y en el mundo financiero. Las circunstancias vinieron así dadas. Tenía una capacidad de aprendizaje científico muy fuerte que pude aplicar al mundo de las inversiones.

-Supongo que las finanzas también tienen mucho de intuición.

-Y de conocimiento del mundo que te rodea. Acabé haciendo eso y, en paralelo, me fui volcando en el mundo de la literatura, aunque cuando era muy joven no le di nunca la más mínima importancia. No fui lector juvenil ni nada.

-¿Cuándo se despertó en usted la pasión por las letras?

-Cuando empecé mi postgrado en Montpelier se abrió el lenguaje como un potencial que nunca había contemplado. ¡Boom! Mis padres habían vivido en Marruecos y soy francófono. Empecé a leer poesía francesa, que fue mi puerta de entrada, y cuando llegué a Gibraltar seguí con la española de la Generación del 27 y la sudamericana. En mi casa se amaba el arte, pero estábamos más centrados en la pintura, desde Cruz Herrera. Fui un lector autodidacta. ¡Y eso que de pequeño en el colegio me mataba estudiar literatura, me aburría!

-Depende a veces de que haya un profesor que te descubra una vocación.

-Tuve uno que me contagió su entusiasmo, Mario Arroyo, un escritor local. Sin duda plantó en mí y en otros compañeros como Dominique Searle, antiguo director del Chronicle, o Peter Montegriffo, abogado y ex ministro de Gibraltar, una semilla por las letras. Con los años he tratado de construir mi propio espacio en la poesía.

-¿Cuál es su método?

-Escribo a mano y luego lo paso al ordenador. Tengo treinta años de libretas, pero en cuanto puedo lo paso al ordenador.

-Su obra está en español.

-La publicada, sí. Ahora estoy escribiendo en inglés de manera más sostenida. También estoy leyendo más en inglés.

-Cambia la música.

-La lengua te da posibilidades distintas en función de idioma que hables.

-Sus abuelos y padres vivieron en Tánger. ¿Cómo influye en su vida y obra Marruecos?

-Mis abuelos vivían en Tánger, tenían negocios allí y fueron los dueños del Teatro Cervantes. Mis padres estudiaron allí, en el Liceo Francés, y luego en Inglaterra. Esa próximidad está presente en mi vida y obra, además de darme cierta cercanía a autores como Benet o Goytisolo, que me dieron una visión de ese mundo, y de permitirme leer a los autores marroquíes contemporáneos. He traducido a algunos junto con Khalid Raissouni cuando ha surgido la ocasión, como El poema de Babel, de Adonis (Ali Ahmad Said Esber) o El Jardín de la soledad, de Mohamed Achaari. Esto me ha aproximado también a poetas y amigos como Antonio Gamoneda, Rafael Cadenas o Antonio Colinas.

-Pero su obra apenas está publicada.

-Mi obra la tienen un puñado de amigos. Quien busque un libro mío no lo va a encontrar. La verdad es que no recuerdo cómo una investigadora de la Universidad de Harvard hizo un estudio sobre mi libro Rihla. Ella lo relaciona con un contexto mediterráneo, con la poesía tunecina, desde un punto vista exótico.

-Es lógico teniendo en cuenta los orígenes de su familia.

-Bueno, mi abuelo Trino tenía su vida entre Gibraltar, Tánger y La Línea.

-En La Línea tenía un cine.

-Tenía dos, el cine Trino Cruz y el Trimope, por sus tres hijos: Trino, Moisés y Pepe. En aquella época eran dos mecas de la cultura. Mi abuelo fue una persona a la que le gustaba mucho el cine y el teatro. Hizo cine mudo en los años 20 como actor, en Barcelona. También tenía una imprenta en Gibraltar. Fue un señor muy curioso, aunque no tuve la oportunidad de conocerle. La otra parte de la familia era Serulla, por mi bisabuelo.

-¿Y su padre? Trino Cruz Serulla.

-Era un hombre de negocios de aquí, de Gibraltar. Se formó en el Liceo de Marruecos y luego se fue a estudiar a Madrid e Inglaterra. En la calle Real tenía una perfumería y una tienda de tabaco. Mi bisabuelo tuvo primero su negocio de tabacos en Marruecos, pero cuando el gobierno de ese país decretó el monopolio del sector se vino a Gibraltar. En la parte baja de esta casa había una fábrica de puros, con sus cigarreras, y de picadura donde se hacían los cuarterones de Cervantes y de Medalla de Oro. La fábrica se cerró a partir de 1969, por el cierre de la Verja. En mi caso fue más sencillo. De Gibraltar a Liverpool y Londres. Mis hijos también nacieron aquí e hicieron igual.

-Una familia errante.

-Sí, depende de cómo lo interpretes. Gibraltar es nuestro cuartel general, es la base del equipo. Uno de mis hijos es medico, otro investigador inmunólogo y aventurero, que ahora está en Vietnam, otro informático... Como familia tenemos la suerte de tener mucha curiosidad y buena formación. ¡El mundo es muy grande como para quedarte en casa todo el tiempo!

-Rihla se abre con un verso de Juan Ramón: "El destino final es volver, volver, volver". Gibraltar representa ese punto de vuelta.

-Creo que sí, aunque yo veo más a Gibraltar como punto de partida hacia el mundo.

-¿Su poesía es reflejo de eso o responde más a su mundo interior?

-Ambas cosas, con un lenguaje muy particular.

-Sin mayúsculas, con la puntuación libre.

-Y con una tensión en el lenguaje que siempre he creído necesaria. Intento despojar al lenguaje de muchos elementos. Intento desenredarlo de una forma poética, yo diría que de una forma casi filosófica porque quiero explicar el mundo en el que vivimos. No me domina un criterio estético ni mucho menos. El mundo interior y exterior se confunden, hay un movimiento entre el tú, el yo, el fuera y el adentro, el todo y la nada.

-En usted influyen las poesías españolas, francesa, inglesa, árabe...

-Sin duda, aunque me esfuerzo en eliminar lastres y en ser consciente para evitar algunas cosas.

-¿Por ejemplo?

-Hay muchas fórmulas que nos vienen impuestas por nuestra cultura y que nos ciegan, que nos impiden ver otra realidad. Trato de hacerme preguntas, más que dar respuestas, y con ellas quizá desconcierte al lector. ¡Por eso me dedico a la poesía y no al ensayo!

-Usted es un lector ecléctico. Sobre su mesa veo volúmenes de Pirandello, Roa Bastos, Lobo Atunes, autores ingleses, americanos...

-Es cierto. En inglés estoy leyendo también ahora traducciones de Ritsos, el poeta griego. Hay un mar enorme y yo soy mucho de bucear, tanto física como metafóricamente. El lenguaje importa poco, hay un solo lenguaje para la poesía.

-Usted conoció al algecireño José Luis Cano.

-Sí. Le conocí en una primera etapa, recién aterrizado aquí, de la mano de Juan José Téllez, una persona que para mí ha sido clave. Me llevó a un mundo desconocido para mí. Participé en varios actos con él, aquí, en Algeciras, en Jerez, y en Cádiz, en el homenaje que se le hizo a Alberti en el ochentaitantos. Fue una etapa en la que conocí a mucha gente.

-También a Caballero Bonald, que le prologó Rihla.

-Sí. Y Fernando Quiñones. Se acordaba de un verso que le había dicho: "En la memoria de cada piedra yace con rumor de ola la orilla". Me dijo luego, tomando unas copas: "Eso está muy bien, tú tienes que seguir escribiendo". Era un genio.

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