Iglesia Parroquial de San Isidro-María Auxiliadora
Observatorio de La Trocha | Nuestra Arquitectura Religiosa Contemporánea
El actual templo algecireño se construyó en los años 70 del siglo pasado y pertenece al colegio de la Orden Salesiana
Sigue las pautas arquitectónicas establecidas en el Concilio Vaticano II
Este templo está enclavado entre las calles María Auxiliadora y Don Bosco. Pertenece al colegio de la Orden Salesiana, aunque se convirtió en parroquia a mediados de la década de los setenta del siglo XX, pues anteriormente la parroquia se encontraba instituida en la capilla de San Isidro Labrador, situada en el barrio homónimo (ver Europa Sur 20/11/2020) cuando se erigió como tal en 1935. Esta iglesia actual se construyó entre los años 1971 y 1973 para sustituir a la anterior, edificada a mediados de los años sesenta del pasado siglo, cuando se construyó el colegio de los padres salesianos tras su traslado desde el antiguo colegio de San Ramón. Este estaba situado en el mismo solar donde ahora se levanta la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en la avenida Agustín Bálsamo, erigida gracias a la labor del entrañable padre Flores. Aquel edifico fue el primitivo colegio que surge en 1935, año en que los salesianos, procedentes de Sevilla, vienen a nuestra ciudad. Esta orden fue fundamental a la hora de reconstruir la vida religiosa y educativa en plena Segunda República y a su vez de restaurar para el culto los edificios saqueados a poco de proclamarse esta en 1931. Estos sacerdotes llevaron a cabo una ingente labor tanto pastoral como social; la iglesia de Nuestra Señora de la Palma es gran deudora de su obra, en la persona del padre Andrés Yun Encinas, que reconstruyó los altares destruidos en aquel aciago año.
La primitiva iglesia mostraba altos paramentos encalados, con ventanales rectangulares verticales, y en el testero del altar mayor se hallaba la imagen de María Auxiliadora sobre una repisa. A la altura del presbiterio se elevaba una construcción cilíndrica con ventanales del mismo estilo que los de las naves, a modo de cimborrio. Su tejado poseía un perfil de varias secciones triangulares, lo cual confería un agradable ritmo a las fachadas laterales, mientras que, en atrio, donde se abría la puerta, se levantaba un pórtico adintelado.
Contaba con una torre campanario de forma prismática y tejado plano, que tras demolerse el templo se conservó para ser envuelta en una nueva construcción; se le dotó de mayor altura y se cambió su tejado en horizontal, con amplios vanos para las campanas, por el actual, en forma de dos paneles de sección trapezoidal bajo el cual se hallan las campanas. Solo cuenta con una ventana cerrada con celosía de obra en su parte superior.
El hecho de conservar las primitivas torres dentro de las nuevas construcciones es una medida bastante utilizada a lo largo de la historia de la arquitectura, así sucedió en parte con el alminar de la mezquita-catedral de Córdoba, y con el faro de Hércules, en La Coruña; el primero un alminar de la época califal, revestido por una envoltura de los siglos XVI y XVII, y el segundo, una construcción romana, envuelta por unos paramentos neoclásicos del siglo XVIII.
La iglesia original se encontraba orientada en el eje Norte-Sur, pero al construirse la nueva, pasó a la dirección Este-Oeste, aunque el acceso más usado se encuentra al norte, pues la portada principal, que se abre al Oeste, se encuentra presidida por unas escaleras a cada extremo que conducen a un pórtico que comunica con dicha entrada.
El edificio es de planta rectangular y carece de crucero. Su estructura es de las llamadas de salón, pues toda su techumbre está a la misma altura, salvo una nave anexa a la derecha, cuya altura es la mitad de las del resto del templo, la cual se haya separada por pilares sobre los que discurren unos dinteles. Su fachada oeste, con paramento de ladrillo visto, luce un gran mosaico con la representación de María Auxiliadora. Su portada norte está franqueada por un pórtico, como el que tenía la primitiva construcción.
El interior muestra paredes de ladrillo visto en las que se abren tres grandes vidrieras policromadas de arcos rectilíneos triangulares con dibujos abstractos, en cada pared lateral, a las que hay que añadir dos más sobre la cabecera de capilla del sagrario. Estas vidrieras confieren gran luminosidad al templo y son características de la arquitectura de los años sesenta y setenta, cuando se recuperan tras varios siglos de menor uso. Hay que recordar que los siglos gloriosos de las vidrieras corresponden al estilo gótico.
El Concilio Vaticano II, que intenta en gran parte superar los dogmas demasiado estrictos y la visión tenebrosa del Concilio de Trento, busca dotar a los templos de luminosidad, acorde con las nuevas directrices religiosas. Las iglesias deben ser amplias y muy luminosas, desprovistas de imágenes religiosas superfluas, pues hay que mostrar una nueva Iglesia más abierta a otras variantes del cristianismo. Aquel ecumenismo dio lugar a unas iglesias más vacías de iconografía, de altares y de retablos, con puertas de baja altura, puesto que ya no se necesitaban muy altas porque se proscribieron en gran medida las procesiones de Semana Santa. Es la modernidad entendida como enemiga del barroquismo y la tenebrosidad características del referido concilio tridentino. El Concilio Vaticano II intentó poner al día a la Iglesia y adaptarla a aquellos años de profundos cambios sociales y políticos de los años sesenta del siglo XX.
El techo está formado por grandes estructuras de hormigón visto, pintado de blanco en 2014, cuyo perfil es en forma de una serie de trapecios, que alternan las secciones cóncavas y convexas. Las cuatro columnas de cada extremo de la nave principal, que lo sostiene y dividen a la iglesia en tres naves, presentan una forma muy original, consistentes en unos prismas poliédricos que van disminuyendo su grosor, opuestos y unidos por el vértice, siendo el pilar descendente del techo de mucha más longitud que el ascendente que parte del suelo. La superficie de estos elementos, en principio, era de “cemento visto” sin enlucir, pintar o revestir, en línea estética con el movimiento arquitectónico llamado “brutalismo”, surgido a mediados de los años 50 del siglo XX, siendo uno de sus defensores el famoso arquitecto suizo-francés Le Corbusier.
Las citadas columnas sirven de apoyo a unos arcos rectilíneos triangulares. Este tipo de arco es el mismo que se abre ante el presbiterio. El testero del altar mayor estaba presidido originalmente por la gran imagen de un crucificado, de factura un tanto abstracta, muy al gusto de aquellos años innovadores en lo artístico y en lo religioso. Estaba flanqueado por dos paneles de azulejos vidriados y policromados en cuya parte baja se abren dos puertas en cada extremo que comunican con la sacristía. Este testero ha sido modificado en dos ocasiones; al principio del siglo XXI, se trasladó el citado crucificado a un lado del presbiterio y en su lugar se instaló la imagen de María Auxiliadora, que antes se hallaba en la portería del colegio, sobre una repisa, adornada con querubines, de inspiración barroca. Posteriormente, en 2015, se ha abierto una hornacina, muy ornamentada según el estilo antes citado, con arco de medio punto y pilastrillas, que acoge a dicha imagen, coronada canónicamente por el obispo de nuestra diócesis en 2017. En los mencionados paneles de azulejos que flanquean esta hornacina se han instalado sendas repisas encima de las dos puertas de la sacristía, sobre las que se apoyan las imágenes de San Juan Bosco y de San Isidro Labrador, copatrón de la iglesia junto a María Auxiliadora.
En las naves laterales, de mucha menor anchura que la principal, podemos observar en la cabecera de la de la izquierda un altar cuyo fondo está adornado con paneles formados con figuras trapezoidales de diversos colores, donde se halla actualmente la imagen de Jesús Resucitado, que ha dejado de salir en procesión en 2018, sobre un podio, y la pila bautismal. Primitivamente en esta capilla se encontraba la imagen de María Auxiliadora de aspecto muy aniñado, al gusto de los años setenta, que salía en procesión hasta el presente siglo. Esta imagen ahora se encuentra en una hornacina de la capilla de San Isidro.
La otra nave es donde se halla la capilla del sagrario en su cabecera. En la construcción original era una capilla de estilo muy funcional, pero en 2014 se la ha modificado, adquiriendo un estilo algo más barroco, con un tabernáculo formado por columnas y un techo, que refleja los nuevos aires más tridentinos dentro de la Iglesia. Las pilastras y el dintel del vano que la antecede también se han “barroquizado” y se han instalado a cada lado las imágenes de la alegoría de la Inmaculada Concepción y de San Juan Pablo II.
Otra modificación fue en la primera década del siglo XXI, cuando se construyó una gran puerta para la salida de los pasos de Jesús del Amor y de Ntra. Sra. de la Alegría, para lo cual en la parte izquierda se suprimieron dos tercios de su vidriera, quedando de forma manifiestamente asimétrica la disposición de las tres vidrieras del lado norte.
Estas modificaciones efectuadas en el presente siglo han alterado en parte la factura original del templo, dando lugar a una cierta discordancia entre el estilo original bastante funcional y los añadidos “barroquizantes” posteriores. Esta mezcla de estilos es tónica general en nuestra arquitectura religiosa y no nos puede extrañar en absoluto.
En la nave auxiliar de la derecha, cuya altura es la mitad de las otras naves, como se mencionó antes, se abre a sus pies otra vidriera, ahora oculta por un confesionario, lo que le resta luminosidad. En esta nave se instaló un altar para venerar las imágenes de Jesús del Amor, obra del imaginero Miguel Bejarano Moreno, y de la Virgen de la Alegría, de Jesús Santos Calero, titulares de la Cofradía homónima, reconstituida en 1981, tras haberse disuelto en 1968 la primitiva erigida en 1941.
A los pies del templo se levanta la gran balconada del coro, sobre la portada oriental que comunica la iglesia con el patio de entrada al centro educativo. En conclusión, esta iglesia muestra cierta originalidad dentro de las pautas arquitectónicas establecidas en el citado Concilio Vaticano II, y merece ser catalogada de interés arquitectónico, según opinión de la asociación La Trocha.
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