Una lección para el futuro

Análisis: fuego en Indorama

El retraso en la información ofrecida a la ciudadanía durante las dos horas siguientes a declararse el incendio deja en evidencia la necesidad de revisar los protocolos de actuación

Una imagen del incendio de Indorama.
Una imagen del incendio de Indorama. / Erasmo Fenoy

El grave incendio que el pasado martes arrasó una nave de almacenamiento de productos para la fabricación de plástico en la factoría de la empresa Indorama, en el polo industrial de San Roque, obliga a realizar una reflexión sobre sus causas, la gestión de la situación de emergencia declarada y las consecuencias del siniestro, tanto para exigir responsabilidades como para sacar conclusiones que nos sirvan para corregir errores ante circunstancias similares que, ojalá que no sea así, pudieran ocurrir en el futuro.

La base de la economía del Campo de Gibraltar está asociada de manera determinante desde hace décadas al Puerto de Algeciras y Tarifa y al polo industrial. También a Gibraltar, con una incidencia especialmente directa en La Línea de la Concepción. En el caso de los dos primeros, esta situación comporta una larguísima relación de efectos beneficiosos en forma de empleos y de creación de riqueza en términos crematísticos, pero es obvio que también conlleva una serie de servidumbres en materia medioambiental debido a las emisiones contaminantes al aire, los ruidos, la ocupación del territorio, etc.

Ese panorama conocido por todos viene regulado por una estricta legislación que afortunadamente es cada vez más garantista respecto a los derechos de las personas, para que todos podamos disfrutar de la vida, allá hasta donde nos sea posible, sin temor a que nuestro entorno se convierta en un enemigo que ponga en riesgo nuestra salud.

En situaciones como las vividas el martes se pone a prueba la capacidad de reacción de las empresas y autoridades para informar a los vecinos con la máxima agilidad, con datos de utilidad sobre lo que deben hacer en casos de emergencia. La opción de guardar silencio es, además de inadmisible, imposible a día de hoy y la ausencia de datos oficiales, al igual que la información trasladada de manera confusa o incompleta, da alas a la especulación y a los bulos, especialmente a través de las redes sociales. También a la intranquilidad. Mala señal es que los ciudadanos comiencen a llamar por teléfono a los medios de comunicación pidiendo consejo sobre qué hacer en vez de acudir a las instituciones que de manera coordinada debieran haberse adelantado con respuestas.

El siniestro en Indorama, la antigua Interquisa, dio comienzo poco después de las tres de la tarde. La rápida propagación del fuego por el interior de la nave, con mil toneladas de PTA (un producto derivado del petróleo y básico para la fabricación de plástico PET) hizo que las llamas fuesen visibles a los pocos minutos. A las 15:30, la inmensa columna de humo negro había formado ya sobre ella una boina que cubría parte de la Bahía de Algeciras.

Motivos para la reflexión
Motivos para la reflexión / Rosell

¿Cuándo ofreció el servicio 112, encargado de la gestión de las emergencias, el primer aviso? No fue hasta las 16:54 cuando lanzó el primer tuit a la población, es decir, casi dos horas más tarde de que la alarma hubiese saltado: “Mantenga la calma y siga las indicaciones de las autoridades”. Las principales preguntas, sin embargo, seguían sin obtener respuesta: cuáles eran esas indicaciones y qué había que hacer. El interrogante se mantuvo aún tras el siguiente aviso, lanzado a las 17:25, en el que se informaba de la activación del plan de emergencia. Los ciudadanos seguían machacando en Twitter y Facebook en busca de contestaciones mientras la nube negra continuaba creciendo.

No fue hasta las 18:11 cuando se recomendó a los ciudadanos el cierre de puertas y ventanas como medida de precaución y, a las 19:15, compareció la delegada de la Junta de Andalucía en Cádiz, Ana Mestre, para afirmar que lo peor había pasado y que no había habido riesgos para la población.

Este proceso de comunicación pública llevado a cabo por los responsables autonómicos contrasta con el seguido a tan solo unos kilómetros por el Gobierno de Gibraltar, con una maquinaria aparentemente más engrasada: a las 16:31 sus autoridades dieron el aviso de lo que ocurría y media hora más tarde, a las 17:08, recomendaba a la población yanita el cierre de puertas y ventanas, a la vez que informaba sobre la dirección del viento. También ponía a disposición de las autoridades españolas sus servicios de emergencia.

A partir de esa hora, el Ejecutivo gibraltareño lanzó dos mensajes más: uno a las 17:49 para señalar que había estado monotorizando la dirección que tomaba la pluma de humo y que la parte más baja de esta se situaba por encima de la Roca, sin motivos, en principio, para la preocupación. El siguiente fue a las 18:59 y en él sostenía que no había razones para pensar que la nube fuese “tóxica”.

A esta misma controvertida conclusión llegó la Junta de Andalucía: “El humo no es tóxico”. Las redes sociales fueron el altavoz de las quejas de centenares de ciudadanos que pusieron en duda ese diagnóstico. Los responsables de la Junta de Andalucía mostraron buena voluntad para llamar a la calma, pero su tardanza en dar respuestas y la falta concreción de algunas de ellas dejaron que desear.

Los alcaldes

Juan Carlos Ruiz Boix, alcalde de San Roque, hizo autocrítica pasados los peores momentos: “Hubo quizá cierta confusión o mensajes contradictorios sobre lo que venía ocurriendo y sobre el qué hacer en esa situación”. El regidor sanroqueño apeló también a la necesidad de que haya “una mayor coordinación entre las administraciones ante sucesos como el incendio”. “Aprendimos que hay errores de coordinación que son necesarios corregir y por eso vamos a realizar una actualización del Plan de Emergencias Municipal donde vamos a incluir un espacio relevante y vital en la comunicación”, dijo.

Fue Ruiz Boix uno de los alcaldes más activos en las redes sociales la tarde del martes: al igual que sus colegas de La Línea y Los Barrios, aportó información a sus vecinos y recomendó prudencia a los ciudadanos, si bien ninguno de ellos activó sus planes municipales de emergencia.

Como destacó en declaraciones a Europa Sur el profesor Jesús de la Rosa, responsable de la unidad asociada CSIC-UHU sobre Contaminación Atmosférica, el hecho de que la red cabinas de medición de la calidad del aire no registrase datos anómalos de contaminantes, con valores por debajo de los umbrales permitidos, se debió a que el penacho de humo ascendió rápidamente tomando una altura considerable.

Eso evitó que las emanaciones tocasen tierra en el momento del accidente y en las horas inmediatamente posteriores, dispersándose por una vasta área. Pero de haberse dado otras condiciones atmosféricas –de noche y con más humedad ambiental, por ejemplo– los datos hubieran sido previsiblemente otros. También las consecuencias.

Cuestión aparte, junto con un estudio preciso de su incidencia, son las peligrosas partículas ultrafinas (inferiores a 0,1 micras) que los actuales sistemas de medición no pueden medir y capaces de alcanzar el flujo sanguíneo. De la Rosa apunta que el incendio, debido a la materia que ardió, provocó gran cantidad de ellas, aunque a diario las respiramos –tras haber recorrido quizá miles de kilómetros, transportadas por el viento– a causa del tráfico terrestre y marítimo y la actividad industrial.

Silencio en la empresa

Tras cinco días desde lo ocurrido, ningún responsable de Indorama ha comparecido para dar explicaciones. Esa tarde, la empresa hizo públicos dos breves comunicados de prensa. En el primero, además de insistir en que el humo no era tóxico, aseguraba que el incendio había dado comienzo a las 15:30, cuando en realidad se inició bastante antes; el segundo no llegó hasta las 21:00 y afirmaba que desde las 19:30 “la emergencia está controlada y el incendio también”.

Un punto y aparte merece la rápida y eficaz actuación de los bomberos de Indorama y del Consorcio, quienes junto con los de Cepsa y otros venidos desde Málaga evitaron males mayores. Se jugaron el tipo para controlar del fuego y evitar su propagación a zonas muy sensibles de la factoría que, de haberse visto afectadas, habrían supuesto un desastre de grandes proporciones.

Lo ocurrido deja en evidencia que la comunicación sigue siendo vista como una parcela que la mayor parte de las instituciones públicas confunden con el NO&DO, en tanto que para muchas empresas es un callo molesto al andar del que, si pudieran, se desprenderían sin dudarlo.

Asignatura pendiente

Hace años, el veterano director de una próspera planta química cuya matriz cotiza en la Bolsa, hacía esta reflexión en privado: “Cuando veíamos las protestas de los ecologistas no les dábamos importancia porque, bueno, eran los de siempre. Pero cuando llegaron los titulares en los periódicos nos cabreamos de verdad. ¡Si nosotros estábamos haciendo las cosas bien! Cumplíamos la ley a rajatabla, las emisiones estaban controladas, dábamos empleo con buenos sueldos, la gente venía feliz a trabajar… ¡Y encima nos machacaban!”. “Tardamos en darnos cuenta –añadía a renglón seguido– de que con eso no bastaba. Nuestro producto es una commodity que lo mismo se produce aquí que en cualquier sitio y que no se vende directamente al consumidor. Confundimos la necesidad de ofrecer información sobre nuestras actividades con la publicidad, que en verdad no necesitamos para nada”. Donde hay luz, no queda espacio para la especulación ni las mentiras.

En el Campo de Gibraltar, excepción hecha de algunas grandes firmas (Acerinox, Cepsa, APBA, Endesa…) la comunicación de las empresas en el amplio sentido de la expresión deja mucho que desear, al igual que su implicación en materia de responsabilidad social corporativa (RSC), la cual nada tiene que ver con regalar cestas de navidad a los periodistas (cuando las había) o hacer un acto publico para la entrega de un cheque a una ONG.

En Tarragona, donde se ubica el mayor polo-químico industrial de España, su Plan de Emergencias es ampliamente conocido por los ciudadanos e incluye simulacros periódicos entre la población general. Además, desde 2003, existe una comisión de diálogo permanente formada por empresas, instituciones y asociaciones de vecinos en la que las tres partes comparten información para disipar dudas y ponerse al día. La gestión del accidente/incidente de Indorama debería ser el punto de partida para que en la Bahía de Algeciras se diese un giro en parecido sentido.

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