“El capitalismo ha logrado una guerra entre pobres”

José Chamizo | Ex Defensor del Pueblo Andaluz

La Universidad de Cádiz lo inviste hoy en Algeciras Doctor Honoris Causa por toda una vida dedicada a los excluidos sociales

“El fascismo social ha llegado para quedarse”, advierte

José Chamizo, momentos antes de la entrevista
José Chamizo, momentos antes de la entrevista / José Ángel García
Javier Chaparro

08 de febrero 2019 - 07:05

Después de diecisiete años como Defensor del Pueblo Andaluz, Chamizo (Los Barrios, 1949) vive dedicado a su labor como presidente de dos ONG, Sevilla Acoge –en apoyo a la población inmigrante– y Voluntarios por otro Mundo, volcada en la atención a presos indigentes y a los jóvenes que dejan de ser tutelados por la Junta una vez alcanzan la mayoría de edad. Es también un prolífico autor teatral. Estos días, se prepara el reestreno de su Nerón.

–La leyenda negra atribuye al emperador la quema de Roma ¿Ha incendiado usted algo en su vida?

–Nada, nada. De Nerón, que era un ególatra tremendo y que estaba tan loco que era genial, hay que aprender alguna cosilla en el terreno artístico, pero poco más. Primero se dijo que había ordenado quemar Roma, luego que no y, al final, la historiografía ha concluido que quería hacer una avenida grande... Solo que a los que mandó quemar aquello se les fue la mano.

Hace poco más de un año, en otra entrevista con este periódico, usted afirmaba que, si no teníamos cuidado, el fascismo iba a llegar a España.

–El fascismo ya está aquí y en toda Europa. Y me temo que ha venido para quedarse un tiempo si no somos gente espabilada. No es tanto el fascismo en el ámbito político, que también, sino en el social. Las opiniones que ahora mismo uno escucha en diversos ambientes, no solo en los círculos más pudientes, sino a nivel popular, sobre el rechazo a los inmigrantes, a la gente que percibe ayudas… El capitalismo ha logrado hacer una pelea entre pobres.

Entre quienes tienen menos y también más que perder.

–Sí. La Historia nos ha enseñado que si el fascismo no hubiera tenido una base popular, no hubiera ganado.

¿Su experiencia le dice que se ha ampliado el número de marginados? ¿Cambian los perfiles?

–Cambian los perfiles y el número posiblemente se ha incrementado.

¿Cómo han cambiado esos perfiles?

–Estamos acostumbrados al típico chaval marginal con familia desestructurada que vive en un barrio problemático, pero también hay gente de clase media que por mor del tráfico de cocaína está acabando en la cárcel o viviendo en la calle porque su familia no puede soportarlo más.

La prevención es clave.

–No existe en materia de drogas, se ha perdido, igual que se ha perdido el Comisionado para la droga, aunque habría que crear probablemente otro organismo que cumpliese su función. Ha habido un descuido en los últimos años al respecto llevados por la euforia de que la droga ya no era un problema, porque no había robos. Ahora no sé qué dirán con la vuelta de la heroína. Espero que el nuevo Gobierno andaluz se entere.

"La izquierda no ha dado respuestas, se ha confundido, no ha visto que el pensamiento de la gente es otro"

Usted ha participado en un foro europeo sobre mujeres contra la droga.

–Hemos participado con mujeres de La Línea y también en otras cuestiones con madres gallegas. Estuvimos en el Parlamento Europeo defendiendo la necesidad de más recursos. Las cosas se lograron cambiar, pero se pensó que con la metadona estaba todo resuelto y casi hemos vuelto a la situación inicial.

¿Qué papel deben jugar las mujeres en la lucha contra la droga?

–Las mujeres, madres y no madres, han sido claves en el movimiento antidroga. En el Campo de Gibraltar, quienes iniciaron la lucha contra la droga son las mujeres. Hay que recordar a Clementina, a todas las mujeres de Taraguilla, de la Estación de Miraflores... Y, cómo no, a Micaela Pérez y a todas las madres de La Línea. Hubo un momento en el que estaban cansadas, porque muchos de sus hijos habían muerto, y el narco aumentó de nuevo su poder. Es curioso, pero este ha sido un movimiento básicamente de mujeres al que nos incorporamos muchos hombres, evidentemente.

¿Ha podido hablar con el presidente de la Junta o con la consejera de Asuntos Sociales?

–No he hablado con nadie, nadie dice nada. Lo que les pido es que aclaren algo que han dicho y que ha creado inquietud en el tejido asociativo: dicen que solo va a haber subvenciones para asociaciones declaradas de utilidad pública, que es un título que da el Gobierno central.

¿Y eso puede dejar fuera de las ayudas a muchas ONG?

–El título de utilidad pública no lo consigue casi nadie. Entiendo que lo que han querido decir no es eso, que sería un disparate, sino que las asociaciones deben tener una utilidad para el pueblo andaluz. Espero que sea eso porque si no es para decirles: aquí tienen los problemas, soluciónenlos ustedes y apáñense como puedan.

¿Le intranquiliza la presencia de Vox como parte del acuerdo de Gobierno en Andalucía?

–Hombre, no me gustan los mensajes que da Vox, sobre todo en el ámbito de la inmigración y de la violencia de genero. Pero la gente les ha votado y aquí están. Conozco a gente que está en ese partido, son personas sensatas y espero que con el tiempo rebajen el tono de los discursos porque muchas de las cosas que dicen no corresponden con la realidad.

¿Por ejemplo?

–Un ejemplo: la inmigración hace falta. Parte de la riqueza de Andalucía es mano de obra de la inmigración. En los campos de Almería, Huelva, Jaén… Hay muchos inmigrantes que cuidan a nuestros mayores, que les dan de comer, los lavan y sacan de paseo. Vamos a ser sensatos. ¿De dónde se sacan eso de que hay que echar a 54.000, si no sabemos ni cuántos sin papeles hay? Deben adaptar su discurso a la realidad y yo se lo digo respetuosamente, de momento. Más adelante ya veremos.

¿Por qué ha perdido la izquierda la mayoría en Andalucía?

–Porque no ha dado respuesta a las inquietudes de la gente y porque se ha confundido. No ha visto que el pensamiento de la gente es otro.

¿A qué se refiere?

–Por ejemplo, en relación a la violencia de género. Hay un malestar muy grande, no con la ley de violencia, que todos aceptamos, sino con el hecho de que, sin una prueba importante y con una llamada de su pareja, un hombre pueda verse en un cuartelillo durante 24 horas. Eso se debería haber atajado. ¿Cual es el problema? Cómo atender a una posible víctima y, al mismo tiempo, no meter la pata con una persona que no ha hecho nada. Esto la izquierda debería planteárselo, pero le ha podido el temor a verse señalada por colectivos feministas, a la acusación de machismo.

Otra de sus inquietudes son los ancianos, por la situación de abandono y soledad que sufren muchos de ellos.

–Es cierto. Hay varias cuestiones que me preocupan. Hay lugares en los que no tienen cuidados paliativos cuando se están muriendo y entiendo que hay residencias que esto lo deben cuidar. Y me preocupa también que haya ancianos que son víctimas de malos tratos en el seno familiar. La situación de los ancianos ha mejorado mucho, pero hay que abordar esas cuestiones. Creo que debe haber unos servicios de inspección más importantes o liberar más a los trabajadores sociales para que hagan visitas domiciliarias, que los tienen ahí haciendo informes todos los días y esa no es la esencia de su trabajo. Su trabajo está en la calle y es la única forma de controlar algunas barbaridades que están sucediendo.

El cura que regañó al Parlamento

Posee una inhabitual forma de impuntualidad, la de llegar antes de la hora concertada al lugar de la cita, lo que le permite controlar los espacios y marcar la forma en que se desarrollará la conversación. De ahí su amor por el teatro, como representación de la vida, como necesidad innata de dialogar y conocer del otro antes de establecer juicios y llegar a conclusiones. En su protocolo tiene cabida la retranca, esa forma de ironía cargada de inteligencia y elevada al cuadrado tan sureña, y también la censura al modo en que lo haría –y lo hace– un párroco desde el púlpito. “A mi edad...”, comienza la frase, como a quien le importa bien poco lo malo (y bueno) que alguien pueda decir de él. A su edad tiene el expediente cumplido. Lo demostró siendo Defensor del Pueblo Andaluz, cuando regañó a sus señorías desde la tribuna del Parlamento porque la gente estaba y sigue estando “hasta el gorro de sus peleítas”. Poco después lo echaron, dijo, porque “ellos no quieren que nadie, ni siquiera el pueblo andaluz, les llame la atención cuando hacen las cosas mal. Y hay que gritarles que lo están haciendo mal”. Antes de la sesión fotográfica se mira al espejo para colocarse bien el pañuelo al cuello, con la elegancia de quien se prepara para repartir sopapos a diestra y siniestra.

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