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José Cruz Herrera, pintor linense: del retrato al orientalismo

PERSONAJES HISTÓRICOS DEL CAMPO DE GIBRALTAR

De La Línea marchó a Sevilla para estudiar con el maestro Gonzalo Bilbao hasta dar el salto a Madrid con Sorolla y Muñoz Degrain

Tras viajar por París, Roma y Londres se estableció en Casablanca, donde falleció en 1972

Bellezas marroquíes (Año 1941).

José Cruz Herrera nació en La Línea de la Concepción el 1 de octubre de 1890. Su padre, José de la Cruz García, de origen gaditano, se estableció en dicha ciudad donde trabajaba para unas empresas gibraltareñas. Era el primogénito de siete hermanos. Desde sus primeros estudios, realizados en su ciudad natal, demostró una especial inclinación por el dibujo y la pintura. Pronto marchó a Sevilla para estudiar con el maestro Gonzalo Bilbao, que supo imprimir en su joven alumno la impronta de la luminosa y colorista pintura sevillana del siglo XIX. Poco después, en 1910, cuando contaba con veinte años de edad, se estableció a Madrid, ingresando en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en la que recibió clases de los prestigiosos pintores Sorolla y Muñoz Degrain, que también le transmitieron el apego a la luz, al color y al retrato, técnicas y género en los que llegó a ser un verdadero maestro.

En 1914 obtuvo una beca para continuar estudios en París, y en el año siguiente, en Roma. Con veinticinco años participó, con la obra Capilla del Cristo de la Piedad de los Duques de Osuna, en la Exposición Nacional de Bellas Artes, obteniendo el tercer premio. En febrero de 1921, ya consagrado como excelente pintor, expuso cuarenta obras en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, recibiendo grandes elogios de los críticos de arte de la capital de España. Tras el éxito obtenido, viajó a Argentina y a Uruguay, donde permaneció durante dos años. En 1924 logró una Segunda Medalla en la Exposición Nacional con su cuadro Al mercado y, en 1926, la Primera Medalla con La ofrenda de la cosecha. El 9 de junio de ese año el Ayuntamiento de La Línea lo nombró Hijo Predilecto de la ciudad.

En 1929 se trasladó a Casablanca, Marruecos, exótico destino para numerosos pintores españoles de la época atraídos por el pintoresquismo, el ambiente oriental y costumbrista de sus ciudades y la facilidad que les proporcionaba la existencia de los Protectorados Español y Francés, como Mariano Bertuchi, Rafael Argelés o Gustavo Bacarisas. Ese viaje a Casablanca, que el pintor pensaba que sería breve -aunque se extendió en el tiempo vinculándolo con la región durante buena parte de su vida-, tendría una enorme repercusión en su obra, pues, atraído por la luminosidad, las coloristas escenas orientalizantes, los variados personajes y el paisaje urbano, sus cuadros no pudieron ya abstenerse de reflejar esas exóticas mujeres, esos niños de limpias miradas, esos hombres y ese mundo costumbrista y de enorme originalidad para un occidental. Junto con Mariano Bertuchi, ningún otro pintor español ha logrado captar y trasladar al lienzo la luz, el colorido y el exotismo árabe de los paisajes urbanos y de los habitantes de las ciudades marroquíes, un género pictórico, muy extendido desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX. El escritor y crítico José Riquelme, buen conocedor de la obra del pintor linense, ha escrito: "Judíos de luengas barbas, bereberes del desierto, moras de ojos peregrinos, bailarinas semidesnudas, músicos ciegos que tocan por las esquinas, zocos abigarrados, telas polícromas, instrumentos árabes, fiestas de moros adinerados, retratos de la aristocracia", todo el variado repertorio que plasmó Cruz Herrera en su abundantísima producción de temática marroquí.

Sin romper definitivamente sus lazos con la ciudad de Casablanca, viajó en varias ocasiones a París, Londres, Madrid y Barcelona. En 1930, en la capital de Francia, recibió la Medalla de las Artes, las Ciencias y las Letras, participando en varias exposiciones colectivas en el Salon de la Société National des Beaux Arts entre 1934 y 1936, alcanzando un enorme reconocimiento. Sus obras comenzaron a ser muy valoradas por expositores y galeristas y cotizadas por coleccionistas privados. En 1936 participó en la exposición El arte español contemporáneo, celebrada en el Jeu de Paume de París. También expuso, con gran éxito, en Barcelona, Londres y Amberes.

En 1939, de nuevo en París, en el salón de Bellas Artes, expuso dos obras de ambiente orientalista tituladas Mujeres del Harén y Mercado árabe. En diciembre de ese año regresó a Marruecos y expuso ciento veinticuatro cuadros, algunos de gran tamaño, en la Legación Española de Tánger, muestra artística que luego sería colgada en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid.

En 1940 le fue concedida la Cruz de Caballero de la Orden de Isabel la Católica por su relevante y original obra pictórica. En febrero de 1950 se presentó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid la Primera Exposición de Pintores de África, organizada por la Dirección General de Marruecos y Colonias, con obras de veinticuatro artistas vinculados a la temática orientalista y marroquí, entre ellos, además de Cruz Herrera, estuvieron representados Mariano Bertuchi, Rafael Pellicer, Jesús Molina y Genaro Lahuerta. El pintor linense colgó cuatro obras: Músicos árabes, Judíos, Fiesta mora y Esclavo moro, logrando, con esta última, la Medalla de Oro. En ese año, el Ayuntamiento de San Roque concedió al pintor linense el título de Hijo Adoptivo de la ciudad. Como refiere J. A. Pleguesuelos: "Este galardón (la Medalla de Oro) fue el espaldarazo definitivo para Cruz Herrera y el reconocimiento unánime, por parte de la crítica especializada, a su dilatada labor pictórica en torno a Marruecos". Cecilio Barberán le hizo la siguiente crítica artística en el diario Informaciones: "Cruz Herrera, el laureado pintor, inauguró ayer en la Sala Cano una Exposición con sus nuevas obras. Y otra vez la atención artística madrileña se ha visto solicitada por la riqueza polícroma de unos lienzos, en donde unas veces son los ojos negros y profundos de las mocitas moras y andaluzas; otras, de los zagales del campo los que nos sorprenden con su intenso mirar; o bien esas escenas de fiestas populares captadas con la más ágil y brillante pincelada, Cruz Herrera se ha considerado el pintor por antonomasia de Marruecos".

En los certámenes que siguieron sobre Pintores de África, el pintor de La Línea fue miembro del jurado o invitado de honor. En el VIII Concurso, celebrado en el año 1957, un crítico de arte de Madrid escribió, en relación con “la baja calidad y escasa cantidad” de las obras presentadas: "Si Cruz Herrera no hubiese aportado, como invitado de honor, sus tres lienzos, hubiera sido lamentable el conjunto, pero la magnífica composición titulada Hebreos de Marruecos y los pequeños lienzos La mora verde y La mora rosa, son suficiente motivo para atraer al público y para que éste se deleite con la contemplación de estas tres joyas pictóricas". En 1958 fue nombrado Caballero de la Orden de Alfonso X el Sabio por su excepcional obra artística y la proyección internacional de la misma. En 1964 regaló un lienzo que representa a la Virgen Inmaculada a la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción de La Línea y una excelente reproducción del famoso Cristo Crucificado de Velázquez.

José Cruz Herrera falleció en Casablanca el 11 de agosto de 1972, aunque sus restos fueron trasladados a su ciudad natal.

En 1970, el Ayuntamiento de La Línea inició los trámites para la creación en dicha ciudad de un Museo dedicado en exclusiva a la obra de José Cruz Herrera. Después de varios años de trabajos de la comisión creada al efecto, el Museo se inauguró el 6 de abril de 1975, ubicándose en la plaza de Fariñas. En 2016 se produjo su traslado a la conocida y elegante Villa San José, que alberga doscientas una pinturas y bocetos del artista linense.

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