El parqué
Jaime Sicilia
Quinta sesión en verde
Algeciras/En el año 2013 había 2.632 menores extranjeros tutelados por las comunidades autónomas. En junio de este año, el recuento ascendía a 7.145 y al alza: solo en julio, advierte la Junta de Andalucía, llegaron 1.800 a las costas andaluzas, 3.733 en lo que va de año. La migración de niños y jóvenes (acompañados o no) suma ya el 15% del total de las personas llegadas a España según los datos de Acnur, un porcentaje que abre un reto a un sistema de acogida que no está preparado para hacerle frente.
Colchones en el suelo, duchas en el patio, turnos de comida y huidas se han convertido en la normalidad de los centros que acogen a estos menores y su colapso en noticia diaria. Las administraciones se han visto desbordadas por una realidad creciente que no obstante ya conocen en otros países europeos: Italia recibió a 15.800 niños y jóvenes solos el pasado año, de los cuales 9.900 pidieron asilo. En Alemania fueron 9.100 las solicitudes. La mitad de los refugiados del mundo son menores de edad, recogen los datos de Acnur. Es un fenómeno que ahora se está viviendo en primera línea en España, donde Andalucía especialmente pero también otras comunidades autónomas han alzado la voz de alarma ante el repunte en las llegadas de niños y jóvenes solos. ¿Pero cuáles son las causas que están tras esa movilidad infantil y juvenil?
Detrás de la llegada de estos menores hay múltiples factores, personales, familiares y contextuales. Pobreza y falta de oportunidades confluyen con entornos violentos o que suponen una amenaza por cuestiones de género u orientación sexual. Frente a las realidades que viven en sus países, los niños y jóvenes, al igual que los adultos, ven en Europa una opción de futuro de la que carecen e inician un viaje de características dispares en función de la información que manejan sobre el trayecto migratorio y sus recursos.
La búsqueda de mejores condiciones económicas es la principal motivación para migrar de los menores que llegan a España, recoge Save the Children en su informe Los más solos. A menudo los menores migran como una forma de ayudar a la familia, bien porque así hay una boca menos que alimentar, bien porque buscan una forma de conseguir ingresos para mandar después remesas. "Mi madre es pobre, no tiene nada. Hace una semana llegué a la frontera y llevo tres días intentando cruzar por Ceuta. Quiero vivir en España para construir un futuro y ayudar a mi madre. Aquí la situación es muy dura, nos pegan y nos destrozan los sitios donde dormimos. Pasamos tanto frío que no podemos dormir. Yo solo quiero aprender un oficio y trabajar en cualquier cosa, lo que sea", resume en el informe Ahmed, un niño que con 12 años ha emprendido solo el viaje a España desde Tánger.
Entre esas motivaciones están las aspiraciones y ambiciones personales de los menores, acceder a educación, empleo o derechos sociales que no están al alcance en sus lugares de origen. Como cuenta Imad, en su país "vas al hospital y pagas un montón de dinero solo para coser una herida y te la cosen mal. No hay hospital, no hay colegios, no hay nada".
Ahí juega un papel importante la información que les llega a través de familiares y conocidos y la imagen de éxito trasladada por redes sociales y medios. Y también hay que tener en cuenta, apunta la ONG, "la concepción positiva y visión normalizada que los países de origen de los niños tienen de la migración y la movilidad" como forma de prosperar.
Así ocurre en el país del que más menores llegan a España: Marruecos. El año pasado había 4.159 menores marroquíes tutelados en el país, lo que supuso un aumento del 60,1% respecto al año anterior. Y en lo que va de este las llegadas siguen al alza, con la detección de pateras en las que prácticamente todos son menores, algo que antes era raro. Los menores marroquíes suponen un 65% de los que han llegado solos este año.
"Para la población marroquí de nivel económico medio y bajo la única palanca de mejora socioeconómica es la emigración, esa idea está muy presente. También porque muchos emigrantes retroalimentan ese imaginario", explica el investigador de la Universidad de Granada José Carlos Cabrera. En Marruecos en los años 70 y 80 hubo una migración del campo a las ciudades, explica, y los hijos de esa generación, que están en los alrededores de los núcleos urbanos, "son los que ahora emigran a Europa. Después de una generación la exclusión ha continuado y ellos, ya inmersos en realidades urbanas, vienen aquí". A ello se suman el conflicto vivido en la región del Rif o la falta de protección de la infancia.
Aunque Cabrera detecta también otro factor en ese impulso a la migración de los más jóvenes de Marruecos, la presión de los traficantes que buscan el negocio. "Las mafias buscan a los chavales, dicen a sus familias que vendan sus posesiones y manden a los chicos aquí". Por ello, apunta, está aumentando la llegada de menores en pateras, frente a otro perfil, el de los que lo intentan debajo de los camiones, que se corresponde más con "niños abandonados". Esa actuación de las mafias causaría también que la mayoría de los chicos que llegan lo hagan de determinadas zonas del país y no de otras. El investigador tiene detectados cinco puntos de origen: Tinghir, Beni Mellal, Kenitra, los alrededores de Ceuta y Tánger y los aledaños de Casablanca. "No los hay de Agadir o Meknes", destaca.
En el caso de otros países, la huida de los menores está relacionada con contextos de inestabilidad política, de inseguridad o directamente conflictos armados, guerras o violencia generalizada, ante las que no les queda otra alternativa que huir lejos. Así ocurre con los niños y jóvenes de países como Costa de Marfil, que a la situación de extrema pobreza (que padece un 60% de sus habitantes) suman la violencia existente; en 2017 triplicaron su presencia en el sistema de protección español.
O el caso de los menores sirios, que ante el cierre de otras rutas han optado por la del Mediterráneo Occidental.
Otros menores huyen de "reclutamiento y matrimonios forzosos, esclavitud o de la trata de seres humanos. A veces llegan menores huyendo de represión familiar por su orientación sexual. Y a veces han sufrido malos tratos de su propia familia", explica la portavoz de Acnur en España, María Jesús Vega. En el lado contrario se detectan casos en los que el menor pasa solo por la frontera de Ceuta o Melilla pero en realidad busca una reagrupación familiar, con algún miembro de su familia que ya está en España o con alguno por venir.
Especial preocupación causan los posibles casos de trata de personas y explotación infantil en una población especialmente vulnerable, que en muchas ocasiones inicia su camino siendo prácticamente niños y que se encuentran con el riesgo de ser explotados por sus propios compatriotas a cambio de albergue y comida, alerta Unicef. Según una encuesta de la Organización Internacional de las Migraciones, el 75% de los niños de entre 14 y 17 años que llegaron a Italia por la vía del Mediterráneo central respondieron sí a alguno de los cinco indicadores asociados con el tráfico ilegal y otras prácticas con fines de explotación, como ser forzado a trabajar o retenido contra su voluntad. Y los niños representan más del 25% de las víctimas detectadas de trata en todo el mundo (proporción que se mantiene en Europa Occidental).
Por eso preocupa en el caso de los menores no acompañados la sobrerrepresentación femenina en los colectivos procedentes de Nigeria y Camerún, formados solo por niñas a pesar de que la proporción femenina sobre el total de menores es muy baja: suponen un 8,8%. Este hecho apuntaría a la posibilidad de que estas niñas estén siendo víctimas de una red de trata, la finalidad oculta del trayecto migratorio.
Esos son algunos de los motivos que están detrás los migrantes más jóvenes. Dar un dato certero sobre cuántos son es complicado; de hecho, una de las primeras cuestiones que Gobierno central y comunidades han puesto sobre la mesa ha sido la necesidad de homogeneizar los datos existentes. Pero además, las cifras no los recogen a todos; muchas veces, estos chicos esconden su condición de menor de edad para evitar ser tutelados en una comunidad en la que no desean quedarse. Otras (el caso de los subsaharianos, que no son expulsados) dicen ser mayores de edad para poder llegar a la Península en lugar de quedarse en Ceuta y Melilla. Y otras son los propios mecanismos de identificación de la edad, "obsoletos e ineficaces" según Save the Children, los que les declaran adultos cuando en realidad son menores.
Las estadísticas tampoco reflejan a los niños y niñas que abandonan las instituciones voluntariamente y dejan de vivir bajo la tutela pública. En 2016 abandonaron los servicios de protección y figuran "en fuga" 825 menores -770 niños y 55 niñas- de los que se ignora su paradero actual. Las causas varían según la nacionalidad o el sexo, explica la ONG. El colectivo sirio generalmente tiene como destino algún país del norte de Europa, donde suelen esperarlos sus familiares, detrás de la desaparición de las niñas y jóvenes nigerianas suelen estar las redes de trata y para otros, en su mayoría marroquíes, la dura situación de los centros y su deseo de llegar a las comunidades donde saben que tendrán más oportunidades les empuja a fugarse y continuar su vida en la calle. Así está ocurriendo en los centros de Cádiz, donde se han registrado numerosas huidas. Jóvenes en busca de otra realidad. "¿Por qué vengo? Para estudiar, para mejorar la vida, porque ahí no hay un futuro y hay que buscarlo", resume Mustafá.
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