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Parafina made in San Roque

Cepsa produce 25.000 toneladas de parafina al año en las instalaciones de la refinería Envoltorios alimentarios, chicles o cosméticos son algunos de los productos que la usan

Las tabletas de parafina ya desmoldadas, listas para empaquetar. / Jorge Del Águila
Raquel Montenegro

16 de abril 2017 - 08:05

san roque/Es una parte esencial de los chicles, las barras de labios o la corteza de algunos quesos. Mantiene las propiedades de los alimentos que envuelve y aporta brillo a esas manzanas de exposición que se ven en muchos establecimientos. Y en la Semana Santa que ahora termina juega un papel fundamental a través de las velas. La parafina es una cera extraída del petróleo utilizada en la elaboración de una gran variedad de productos, y en muchos de los que se fabrican en España tiene un origen campogibraltareño: la planta de moldeo de parafinas de Cepsa, en sus instalaciones de San Roque.

La producción de parafinas, paso a paso

Cepsa fabrica parafinas desde los años 70, pero hace varios años remodeló por completo su planta sanroqueña para convertirla en una de las más modernas de Europa, con una inversión de 7,5 millones de euros. La instalación está altamente automatizada, lo que le permite manipular las parafinas sin contacto alguno con el ser humano, algo de gran importancia en un producto destinado a la industria alimentaria. El resultado de esa mejora (y de la alta demanda) es que Cepsa acaba de batir en marzo su marca de ventas: 2.697 toneladas de parafinas, récord mensual de toda la historia del área de Lubrisur.

"Cada vez hay menos parafina, luego cada vez es un producto más apreciado", explica el jefe de la planta de fabricación de lubricantes, José Antonio Tirado. Este producto se obtiene de un determinado proceso de producción de lubricantes que es diferente en las refinerías más modernas, de ahí que cada vez haya menos stock a nivel mundial a pesar incluso de que no hay un producto sustituto. En ese contexto, la planta de moldeo de San Roque vende toda la parafina que produce, 25.000 toneladas al año; 7.500 de ellas de parafina moldeada, el producto que caracteriza a esta instalación.

La entrada a la planta sorprende, se aleja de cualquier prototipo imaginario de la industria petroquímica: al estar fabricando un producto destinado a alimentación la limpieza es máxima, cada rincón reluce. El control de entrada es estricto, sólo pueden acceder los técnicos que trabajan en ella o personas previamente autorizadas, nunca si sufren una enfermedad contagiosa. Se controla tableta a tableta de producto para que no contengan ninguna traza de metal. Las precauciones son máximas y las revisiones continuas, siempre bajo los protocolos de seguridad alimentaria de limpieza, desinfección y desinsectación. La planta cuenta incluso con los certificados Kosher y Halal, que le abren las puertas al mercado alimenticio judío y musulmán; estos exigen el riguroso cumplimiento de una serie de normas que abarcan todos los aspectos de la producción alimenticia, desde los ingredientes utilizados hasta el equipamiento que se utilizan para la producción.

El recorrido de la parafina comienza con un proceso de hidrogenación, que consigue que el producto procedente de hidrocarburo pase a ser químicamente inerte, sin reactividad química. Mediante el proceso de hidrogenación se elimina cualquier olor y sustancia dañina para personas o animales, permitiendo así garantizar la idoneidad de ciertos productos para su utilización alimentaria y alimenticia. Almacenada en unos tanques a elevada presión y temperatura (85ºC) pierde cualquier posible traza de contaminación. Desde ahí entra en la planta de moldeo, donde en primer lugar se rebaja su temperatura, se vierte en una serie de moldes y pasa por un túnel en el que va enfriándose poco a poco hasta conformar las tabletas de parafina que después se comercializan. Cada tableta tiene 5 kilogramos de producto y pasa por un detector de metales antes de pasar al proceso de envasado, que también cuenta con la última tecnología: dos robots van colocando las tabletas en unas cajas de cartón que, de nuevo, tienen que cumplir los estándares de seguridad alimentaria. En todo el proceso no hay ninguna mano humana, sólo un técnico que controla que todo esté funcionando correctamente y un carretillero que va retirando las cajas una vez llenas. Nadie accede a la sala de enfriamiento. No se tocan ni siquiera aquellas tabletas que salen defectuosas: son retiradas por la maquinaria para volver al inicio del proceso.

Las tabletas que se obtienen con este proceso se reparten no sólo por España, sino también por Francia, Bélgica, Italia, Holanda o Estados Unidos. La cercanía del puerto de Algeciras facilita la distribución. La demanda es alta y Cepsa está intentado dirigir su oferta hacia los sectores de mayor valor añadido, como el farmacéutico, la cosmética y la alimentación, aunque, reconoce Tirado, "también se usa para hacer velas"; de hecho, ese es su principal uso en el mundo.

La instalación de San Roque comercializa distintas variedades de este producto: parafinas, con una estructura formada por grandes cristales; microceras, de cristales pequeños e irregulares y footsoils, sobre todo para producir emulsiones y para la industria de fertilizantes. Cada una tiene su aplicación.

El contacto de la población con la parafina es más frecuente de lo que se piensa, en muchas ocasiones en el supermercado. Está en el papel en el que se envuelven los productos de la carnicería o en la fruta que brilla atrayendo al consumidor, ya que genera un efecto barrera que impide que el agua se evapore y así el alimento se conserva más tiempo. Y es la base de la goma de los chicles. Se utiliza en el recubrimiento de pastillas para proteger sus propiedades, pero también en el cables y piezas electrónicas. Se emplea en la industria textil o en la del caucho. Y es un componente del aglomerado que tanto se usa en la industria del mueble.

La parafina que se produce en san Roque está completamente controlada, se garantiza la trazabilidad del producto desde la planta hasta el consumidor final, para facilitar su control y retirada en el caso de que hubiera algún problema. Como explica Tirado "todos los años hacemos un simulacro, implicando a todas las partes". Es una parte más del sistema de control de un producto que va destinado a un uso alimentario. Ello a pesar de que, según explica Tirado, los estudios microbiológicos que se han hecho a esta cera muestran que "no es apetecible para las bacterias", otra ventaja de la parafina.

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