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Personajes históricos
Algeciras/Nació el día 13 de agosto de 1311 en la ciudad de Salamanca. Al año de su nacimiento falleció su padre, el rey Fernando IV, iniciándose una larga minoría del futuro monarca bajo la regencia, primero de su madre doña Constanza, hasta su muerte en 1313, y, luego, de su abuela la reina doña María de Molina; convulsa minoría que finalizó en el año 1325 cuando cumplió catorce años y las Cortes, reunidas en Valladolid, lo declararon mayor de edad y apto para acceder al trono.
A la reina doña María la acompañaban en la regencia dos tutores: el infante don Juan el de Tarifa (así llamado por su participación en la muerte del hijo de don Alonso Pérez de Guzmán) y el infante don Pedro. Sin embargo, en el año 1319, en una entrada que hicieron en la vega de Granada, murieron ambos tutores y, dos años más tarde, en 1321, falleció doña María de Molina, quedando el joven rey sometido a los abusos de la nobleza y de tres nuevos tutores: el infante don Felipe, don Juan El Tuerto y don don Juan Manuel, tío segundo de Alfonso XI.
Ambos periodos de la larga minoría del rey se caracterizaron por la debilidad de la institución monárquica y los desmanes cometidos por los grandes señores que aprovecharon la falta de autoridad en el reino para apoderarse de tierra de realengo y controlar los concejos. Algunas ciudades y villas se vieron obligadas a unirse en las llamadas Hermandades para defender sus derechos y los del joven monarca frente a las acometidas de los ambiciosos nobles.
Pero, aquel estado de anarquía y violencia finalizó en el momento en que las Cortes de Valladolid declararon la mayoría de edad de Alfonso XI y este asumió con mano firme los destinos del reino. A don Juan Manuel le obligó a recluirse en sus señoríos -aunque no consiguió que abandonara su actitud de rebeldía- y a don Juan El Tuerto lo mandó decapitar.
El 24 de junio de 1328 contrajo matrimonio con su prima María de Portugal, hija de rey lusitano, Alfonso IV. Pero, aquel matrimonio fracasó cuando se cruzó en el camino del rey la joven viuda sevillana doña Leonor de Guzmán, a la que había conocido en el año 1327, con la que se unió sentimentalmente mientras recluía a su esposa portuguesa, primero en un palacio de Valladolid y, luego, en el monasterio de San Clemente de Sevilla. Leonor, que tenía diecisiete años, era ya viuda y, desde el instante en que se conocieron, unieron sus vidas estrechamente no separándose hasta la muerte del rey en 1350. De doña María de Portugal le nacieron dos hijos. El primero, don Fernando, que murió pronto, y, el segundo, don Pedro, que sería coronado rey de Castilla y de León tras el fallecimiento de su padre. De doña Leonor tuvo diez hijos, entre ellos el primogénito, don Enrique de Trastámara, que sería rey de Castilla y León después de matar a su hermano don Pedro I en los campos de Montiel en el año 1369.
En 1336 estalló la guerra entre Castilla y Portugal. Es probable que una de sus causas fuera las relaciones extramatrimoniales de Alfonso XI con su amante doña Leonor y el continuo desprecio hacia su mujer, la hija del rey portugués. Este contó con la alianza de don Juan Manuel y del poderoso señor de Vizcaya, don Juan Núñez de Lara y sus mesnadas. Ambos ejércitos se enfrentaron por tierras y por mar durante tres años, hasta que intervinieron el papa Benedicto XII y el rey de Aragón para que ambos reyes cristianos cesaran en su enfrentamiento y firmaran la paz.
En 1340, el sultán de Fez, Abu-l-Hasán, desembarcó en la costa norte del Estrecho con un poderoso ejército deseoso de vengar la muerte de su hijo, el infante Abd al-Malik, ocurrida cerca de Jerez un año antes. En alianza con el emir de Granada, Yusuf I, puso sitio a Tarifa. Alfonso XI, para hacer frente a tan grave amenaza, solicitó la ayuda de la escuadra de Aragón y de su suegro, el rey de Portugal, enviando a su mujer, doña María, para que se entrevistara con su padre. Este aceptó dirigirse al Estrecho con su ejército, al parecer a cambio de que del rey de Castilla abandonase a doña Leonor de Guzmán y retornase a vivir con la reina doña María, promesa que no cumplió Alfonso XI.
El 30 de octubre del año 1340, los dos ejércitos: el musulmán, formado por los contingentes del sultán de Granada y las fuerzas meriníes, y el castellano-portugués, constituido por los ejércitos de Castilla y Portugal, al frente de los cuales marchaban el rey Alfonso XI y el soberano portugués, se enfrentaron en batalla campal en la vega del río Salado y la playa de los Lances, logrando los reyes cristianos derrotar a las fuerzas musulmanas en la famosa Batalla del Salado. Abu-l-Hasán embarcó al día siguiente en Gibraltar, que era suyo, y pasó a África para nunca más volver.
Pero el rey de Castilla era consciente de que necesitaba continuar la conquista de los territorios que aún pertenecían a los musulmanes en la orilla norte del Estrecho si se quería cerrar para siempre las puertas a las invasiones norteafricanas. Por ese motivo, a partir de la primavera del año 1342 comenzó a recorrer las ciudades del reino para lograr que los nobles y los procuradores de las ciudades aprobaran la alcabala, un impuesto especial sobre las transacciones comerciales, consistente en el cinco por ciento, para sufragar los gastos de la campaña de Algeciras. También envió cartas a los reyes de Inglaterra, Francia y Aragón, y al papa de Avignon para que declarase la empresa como Cruzada.
El 1 de agosto del año 1342, el ejército castellano, al que se unieron, al año siguiente, cruzados extranjeros como los condes ingleses de Derby y de Salisbury, con sus mesnadas, el conde alemán Lous, Gastón de Foix, Jean de Rye y el rey de Navarra se asentó al norte de Algeciras, ocupando, en un principio, las colinas situadas entre la torre de los Adalides y el mar. Luego se fue cercando la ciudad por tierra y por mar con el objeto de impedir que les entrasen socorros y vituallas a los sitiados desde Ceuta o Gibraltar. El cerco marítimo se completaba con el despliegue, entre la Isla Verde y las playas, que luego se llamaron del Saladillo y de Los Ladrillos, de las escuadras castellana y aragonesa, mandadas por el almirante de Castilla, don Egidio Bocanegra, y el vicealmirante de Aragón, Mateo Mercer.
El 26 de marzo de 1344, después de haber vencido Alfonso XI al ejército de socorro musulmán en la vega del río Palmones el 12 de diciembre del año anterior, el gobernador de Algeciras capituló y entregó la ciudad a los castellanos. Aquel día se firmó el conocido como Tratado de Algeciras. El rey de Castilla entró en la ciudad, victorioso, el día 28 de marzo, domingo de Ramos. Ese mismo día se entronizó en la mezquita mayor, consagrada como iglesia, una imagen de la Virgen bajo la advocación de Santa María de la Palma.
Transcurridos cinco años, Alfonso XI decidió continuar con la conquista del reino de Granada y, en el mes de agosto de 1349, puso cerco a Gibraltar. El ejército castellano se asentó en el istmo, mientras que la escuadra fondeaba frente a la puerta del Mar de la ciudad sitiada. A los siete meses de iniciado el asedio, cuando parecía que los sitiados estaban cerca de la rendición, aconteció un suceso que acabó con la campaña militar y con la vida del esforzado rey de Castilla. A primeros de marzo de 1350 se extendió entre la tropa la epidemia que venía asolando el Norte de África y gran parte de Europa: la temida peste negra. Alfonso XI, que no quiso levantar el sitio y retornar a Sevilla, adoleció de la enfermedad falleciendo unos días más tarde, el 25 del citado mes.
Sus restos fueron llevados a Sevilla y enterrados en su catedral, hasta que, en el año 1371, fueron trasladados a la Capilla Real de la Catedral de Córdoba. Aunque su reposo definitivo no aconteció hasta el año 1736, cuando se volvieron a trasladar, en esta ocasión junto a los de su padre Fernando IV, a la Real Colegiata de San Hipólito, en la misma Córdoba.
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