Sabotajes en Gibraltar durante la Segunda Guerra Mundial (I)

30 años del Instituto de Estudios Campogibraltareños

La Línea fue testigo de la lucha entre la Defence Security Office y un confuso conglomerado de saboteadores empeñados en acabar con la hegemonía británica del Mediterráneo

Un avión vuela por el frente norte del Peñón en 1942.
Un avión vuela por el frente norte del Peñón en 1942.
Miguel Ángel Gimeno Álvarez - Licenciado en Historia

30 de agosto 2021 - 04:00

Gibraltar jugó un importante papel, en gran medida desconocido, durante la Segunda Guerra Mundial. La Línea de la Concepción fue testigo de la lucha secreta y clandestina entre la Defence Security Office, que trataba de mantener intacta la capacidad operativa de La Roca, y un confuso conglomerado de saboteadores, algunos más profesionales que otros, empeñados en acabar con la hegemonía británica en el Mediterráneo.

Entre estos últimos podemos distinguir cuatro grupos claramente diferenciados: agentes alemanes del Abweh, submarinistas italianos de la Regia Marina, militares españoles del Servicio de Información Militar y falangistas voluntarios y voluntariosos. Las relaciones entre los diferentes comandos oscilaban entre la colaboración más descarada y la ignorancia mutua de las actividades desarrolladas por cada uno de ellos. Como consecuencia de esta pequeña guerra no declarada, los británicos sufrieron daños de escasa importancia, pero se vieron obligados a dedicar importantes recursos humanos y militares a la tarea de proteger sus equipos e instalaciones en Gibraltar. Las tensiones diplomáticas entre españoles y británicos fueron frecuentes y la población civil, residente en el Campo de Gibraltar, acabó atrapada en un conflicto que acabó por cobrarse dos vidas españolas.

¿Gibraltar decidió la guerra?

El papel que jugó el Peñón en el conflicto entre el Eje y los Aliados ha sido objeto de estudio y sobre todo de especulación. Algunos se han adentrado en la historia ficción y han elaborado teorías acerca de las consecuencias que hubiera tenido para el Imperio Británico la pérdida de esa base estratégica, pieza clave en el sistema de comunicaciones de una nación caracterizada fundamentalmente por su poderío marítimo.

Sin embargo, el estado de la cuestión ofrece pocas aportaciones bibliográficas, aunque de gran calidad. La mayoría de ellas abordan la cuestión de Gibraltar en relación a las estrategias elaboradas por las distintas potencias para imponer el triunfo de sus intereses en España. La obra de Luis Pascual Sánchez-Gijón, basada sobre todo en la documentación del Foreign Office y de su Embajada en Madrid, permite llegar a la conclusión de que el propósito fundamental de los británicos durante toda la Guerra fue el mantenimiento del statu quo, aunque en algún momento flirtearan con los militares monárquicos y sopesaran la idea de derrocar a Franco.

Wilhelm Canaris,  jefe del contraespionaje militar alemán.
Wilhelm Canaris, jefe del contraespionaje militar alemán.

El libro de Ruhl nos aproxima a la cuestión desde la perspectiva contraria, ya que su estudio está realizado precisamente desde el punto de vista alemán. Su principal conclusión es que las contradicciones de la política exterior del III Reich, motivadas fundamentalmente por la indecisión de Hitler y por la superposición de las actuaciones de organismos militares, diplomáticos y políticos enfrentados, impidieron rentabilizar las ventajas estratégicas conseguidas tras la rendición de Francia. Indirectamente relacionada con Gibraltar, la obra de Papeleux da cuenta de la importancia que Canaris, jefe del Abwehr, dio a el Peñón.

El Almirante, muy relacionado con España desde la Gran Guerra, visitó el Campo de Gibraltar en varias ocasiones y elaboró diferentes planes de asalto. Cuando todos ellos fueron desestimados, los hombres bajo su mando trataron de entorpecer la logística aliada mediante la creación de una compleja red de agentes y de saboteadores. El libro de Alfonso Escuadra es quizá el único dedicado monográficamente a estudiar los ataques contra los buques y las instalaciones militares inglesas, desarrollados como veremos desde diversas instancias, que trataban de evitar el uso efectivo del Peñón como uno de los apoyos fundamentales para el esfuerzo de guerra británico en el Mediterráneo.

Una vieja amistad

Desde el estallido mismo de la contienda mundial, tal y como ha demostrado Manuel Ros, el Ejército Español comenzó a preparar planes para la conquista de Gibraltar. La premisa estratégica esencial era que la recuperación de esa porción de tierra patria debía ser en exclusiva una empresa española. Sin embargo, podemos afirmar que las actuaciones relacionadas con el Peñón de Gibraltar comenzaron ya durante la Guerra Civil. En el Archivo Intermedio Militar Sur se guarda constancia de los planes trazados por el bando sublevado, en fecha tan temprana como noviembre de 1937, para la creación del Servicio de Información Militar en el Campo de Gibraltar.

Si bien es cierto que de la documentación analizada se desprende que los principales objetivos que se planteaban entonces estaban relacionados con la contienda fratricida en aquellos momentos en pleno desarrollo, también se indica en uno de los informes que “los dos oficiales alemanes afectos a la S.I.M. de esta (sic), han iniciado una campaña de estudio secreto de Gibraltar, en provecho puramente particular”. En un documento fechado el 19 de diciembre de 1937, al hacer referencia a las labores de inteligencia realizadas por los alemanes para localizar elementos tales como reflectores y polvorines se añade: “consideramos el plano entregado por la sección alemana como muy deficiente, y no creemos ni un momento, que esto sea todo lo que dichos señores tienen de la vecina plaza de Gibraltar”. Podemos por tanto afirmar que ya existía por aquellas fechas una incipiente colaboración entre los servicios secretos de ambos países, con vistas a obtener información sobre el Peñón y el estado de sus defensas.

Un cañón de defensa costera en la cima de Gibraltar, en 1942.
Un cañón de defensa costera en la cima de Gibraltar, en 1942.

Tras el estallido de la Guerra Mundial, Gibraltar pasó al primer plano del escenario bélico. Para España la tentación de intentar recuperar la tan anhelada plaza se volvió casi irresistible. Por su parte, los servicios secretos a las órdenes de Mussolini necesitaban demostrar que el Mediterráneo podía llegar a ser un “lago italiano” y los alemanes, que sabían que no podían desembarcar en las Islas Británicas, estaban obligados a intentar desestabilizar las capacidades logísticas de la Royal Navy. Se pusieron entonces en marcha distintas iniciativas que, actuando de manera independiente unas veces, manteniendo estrechos contactos en otras ocasiones, hicieron coincidir en un mismo teatro de operaciones a militares españoles, idealistas de la Falange, arribistas sin escrúpulos, submarinistas italianos y agentes secretos alemanes. Todos perseguían un mismo objetivo: realizar actos de sabotaje en el Peñón.

Reconquistar Gibraltar

A nadie debe extrañar el hecho de que, a pesar de que oficialmente se había adoptado una postura de neutralidad y posteriormente de no beligerancia, para muchos de los oficiales españoles destinados en el Campo de Gibraltar las fuerzas británicas estacionadas en Gibraltar eran “el enemigo”. A partir del estudio de la documentación elaborada por el Secret Intelligence Service (SIS) y por la Defence Security Office Gibraltar (DSO), puede afirmarse que el responsable máximo de aquellas operaciones de sabotaje que podríamos definir como de inspiración “española” fue el teniente-coronel Eleuterio Sánchez-Rubio y Dávila.

A través del Archivo General Militar de Segovia hemos podido saber que estando destinado en Sevilla participó en la sublevación del general Sanjurjo, lo que le obligó el 31 de agosto de 1932 a cruzar la frontera de Gibraltar para buscar refugio en el Peñon. Pudo acogerse a los beneficios del Decreto de Amnistía de 24 de abril de 1934 y tras quedar en situación de libertad provisional se le autorizó administrativamente a residir en Gibraltar. Al estallar la revolución de Asturias, se presentó ante la autoridad militar en La Línea y fue empleado como juez de exhortos. Participó el 19 de julio de 1936 en la sublevación en el Campo de Gibraltar y ocupó diversos puestos de mando durante la Guerra Civil. Mientras combatía en el frente de Córdoba contrajo paludismo. Fue dado de alta el 24 de febrero de 1939 y finalizada la contienda, el 1 de enero de 1940, se incorporó al Regimiento de Infantería de Montaña número 47 con plaza en San Roque. Fue ascendido en junio de ese año al empleo de teniente-coronel. Desde el 1 de enero de 1941 quedó en situación de disponible forzoso y el 29 de julio fue destinado al Alto Estado Mayor del Ejército para prestar servicios de “índole reservada” en la Tercera Sección.

Un tanque británico Valentine Mk. II recién llegado a Gibraltar, el 30 de noviembre de 1942.
Un tanque británico Valentine Mk. II recién llegado a Gibraltar, el 30 de noviembre de 1942.

Según uno de los muchos informes elaborados por la DSO sobre Burma, nombre en clave utilizado por los británicos para referirse a Sánchez-Rubio, el teniente-coronel del Ejército Español ocupaba un puesto importante en el Servicio de Información Militar en el Campo de Gibraltar. Los británicos también tenían identificado al colaborador principal de Burma, Emilio Joaquín Plazas Tejera, alias “Buena”. El 11 de febrero de 1942, una nota de la DSO afirma que Sánchez-Plaza ha dado orden a los guardacostas españoles de que den todas las facilidades a Emilio Joaquín Plaza Tejeras (sic), al que definen como un conocido saboteador al servicio de los alemanes. El 9 de abril de 1942 se informa desde Gibraltar a Lord Rothschild, que se encargaba desde Londres de supervisar los asuntos relacionados con los sabotajes en Gibraltar, de que Sánchez-Plaza recibe de los alemanes 5.000 pesetas al mes. Para los hombres del Abwehr, el nombre en clave de Burma era “El Abuelo”.

Tal era la importancia que la DSO le atribuía que los británicos estaban convencidos de que también estaba colaborando con las actividades de sabotaje desarrolladas por los italianos, al tiempo que se le consideraba una seria brecha en el sistema defensivo que protegía el Peñón. Burma no sólo era el encargado de dirigir las actividades de la red de saboteadores y de facilitar información tanto a alemanes como a italianos, sino que también se implicaba directamente en la organización de los ataques. Según informaciones de julio de 1943, ofreció entre 20.000 y 25.000 pesetas a Manuel San Juan para que colocara una bomba en la cámara de torpedos de un buque de guerra y para que reclutara como saboteadores a otros españoles empleados en los astilleros. Ese mismo mes se da noticia de que un saboteador, cuyo nombre en clave es “Tich”, que fue expulsado de Gibraltar en julio de 1942, había intentado volver a entrar el 18 de marzo de 1943 camuflando su verdadera identidad tras el nombre de “Juan León”. Llevaba escondida una bomba en una cacerola que debía ser activada mediante un temporizador.

Según el informe, “perdió los nervios” cuando iba a ser registrado en la Aduana y abandonó el artefacto explosivo en la zona neutral. Al regresar más tarde a por ella, fue descubierto por un soldado español que lo denunció a los carabineros. Tras ser detenido, mandó llamar a Burma, que se hizo cargo del prisionero y asumió toda la responsabilidad relativa a su custodia. Tich pasó sucesivamente por las cárceles de San Roque, Algeciras, Sevilla y Cádiz, ya que debía estar actuando como confidente de la policía una vez en prisión. Tras la intervención de Sánchez-Rubio, que le visitó varias veces mientras estuvo encarcelado y que entregó dinero en varias ocasiones a la madre del detenido, fue puesto en libertad. Burma le acompañó al Gobierno Militar y allí fueron recibidos por el general Barrón, Gobernador Militar de Algeciras. Tich encontró trabajo como consumista (oficial de aduanas), aunque fue despedido al poco tiempo como consecuencia de su mal comportamiento en el trabajo.

Las actividades de Burma llevaron a que en una entrevista celebrada entre el Gobernador de Gibraltar, Noel Mason Mcfarlane, y el general Barrón, la autoridad británica hiciera constar su más enérgica protesta por las actividades de Sánchez-Rubio.

El 4 de agosto de 1943, Henry Clement Medlah, Defence Security Officer en Gibraltar, pidió instrucciones a Londres acerca de cómo actuar con Sánchez-Rubio. El 17 de agosto de 1943, Lord Rothschild dirigió una carta a Philby, responsable del Departamento de Asuntos Ibéricos del SIS, en la que le preguntaba si era buen momento para librarse del conflictivo jefe del SIM en el Campo de Gibraltar. El 2 de octubre del mismo año la DSO propuso aprovechar la información proporcionada por Cuenca y Martín Muñoz, dos saboteadores españoles detenidos desde el mes de junio, para elevar una protesta frente a las autoridades españolas por las actividades de Burma.

Sin embargo, Sánchez-Rubio continuó con sus actividades anti-británicas, ya que se informa en un telegrama remitido por la DSO el 24 de agosto de 1943 de que tras la detención por la policía española de Felipe Correa y Alfonso Olmo Rodríguez, que actuaban a las órdenes de Plazas en colaboración con los alemanes, Burma logró que fueran puestos en libertad. El 18 de noviembre Gon, nombre en clave de un agente de la DSO, fue detenido tras descubrir Burma que estaba trabajando para los británicos. Finalmente, a inicios de 1944 Sánchez-Rubio, como consecuencia de las presiones ejercidas desde Gibraltar, fue trasladado a Sevilla, lo que no impidió que fuera ascendido a coronel el 6 de enero de ese mismo año.

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