Las actividades del doctor Erostarbe durante su estancia en Algeciras (1857-1860) (I)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
Durante su estancia en Algeciras, el doctor Erostarbe fue el médico encargado de la sanidad del vapor Vigilante y de los restantes buques del apostadero de guardacostas
En octubre de 1859, fue el responsable de montar un hospital para los coléricos durante la tercera epidemia, que coincidió con la movilización de las tropas al comienzo de la Guerra de África
Algeciras/Corría el año 1857, cuando en España reinaba la Reina Isabel II, bajo la hegemonía del Trienio Liberal, con el general O’Donnell, como presidente del Gobierno. Cuando al Dr. Erostarbe, que desempeñaba su labor asistencial en el Hospital de San Carlos del Departamento marítimo de Cádiz, le llegó una Real Orden de 13 de septiembre, con su nuevo destino, el hacerse cargo de la sanidad del vapor Vigilante y de los restantes buques que tenía la Armada en el apostadero de guardacostas de Algeciras.
La biografía de Don José de Erostarbe fue trazada por Clavijo y más recientemente por López Révora, de cuyos trabajos nos valemos, junto a su Hoja de Servicios de la Armada.
Nació en Cádiz, el 11 de junio de 1830. Estudió en los Agustinos, y en la Facultad de Ciencias Médicas de Cádiz. Terminada su licenciatura, ejerció como médico en Bornos (Cádiz), hasta que en 1853 realizó oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Sanidad de la Armada. Aprobadas estas, es destinado al apostadero de La Habana, asistiendo a los marineros enfermos durante una epidemia de fiebre amarilla, en los hospitales provisionales de San Fernando y San Carlos de dicha ciudad.
Regresa a España y tiene que incorporarse el 1 de mayo de 1857 al Hospital de San Carlos de San Fernando. A los pocos meses, la Real orden de 13 de septiembre, fue destinado al vapor Vigilante, uno de los buques que tenía la Armada en el apostadero de guardacostas de Algeciras.
Tras la declaración de la Guerra de África el 22 de octubre de 1859. Erostarbe vive de lleno las movilizaciones de las tropas acantonadas en las ciudades más próximas a Ceuta (Cádiz, Algeciras y Málaga). Estos desplazamientos, hacen que se propague el germen del cólera, dando lugar a la tercera epidemia. Por eso recibe una nueva orden, para adaptar el pontón Cristina y convertirlo en hospital de coléricos para los invadidos de la Armada.
Realizó viajes con el Vulcano, Princesa de Asturias, San Francisco de Borja y en la fragata Esperanza, por el estrecho de Gibraltar, por las costas de África y por el Mediterráneo.
Hasta que el 29 de julio de 1864 zarpó desde Cádiz en la fragata Blanca, para formar parte de la Escuadra durante la Guerra de España en el Pacífico. Durante los dos años y tres meses que duró la guerra, además de cumplir con sus actividades sanitarias, dejó constancia de su experiencia médica a bordo de su fragata, publicando periódicamente en El Siglo Médico, sus “Cartas Médico Marítimas”. Finalizada esta, emprendieron el regreso a la Madre Patria, cuando se presentó a bordo una gran epidemia de escorbuto que ocasionaron múltiples bajas, doblan el Cabo de Hornos, y pasan al Océano Atlántico, haciendo escala en el puerto de Río de Janeiro, donde fueron tratados. Por fin, al amanecer del día 18 de octubre de 1866, avistaron las costas de España fondeando en el puerto de El Ferrol.
Posteriormente obtuvo varios destinos, hasta que decide abandonar el cuerpo voluntariamente, para dedicarse a la medicina privada en San Fernando, ciudad “donde murió el 20 de septiembre de 1916 a la edad de 86 años”.
Por su labor en Algeciras, le concedieron:
a) La Cruz de distinción de epidemias por el cólera en Algeciras en 1859. Concedida el 10 de marzo de 1860.
b) Caballero de la Real y distinguida orden española de Carlos III, por los servicios prestados en la campaña de África. Concedida el 5 de junio de 1860.
c) Caballero de Tercera Clase de la orden civil de Beneficencia, por la epidemia de cólera en Algeciras en 1860. Concedida el 23 de diciembre de 1861.
Médico del apostadero de Algeciras
Como médico del vapor Vigilante, es el encargado de la asistencia facultativa de los marineros del apostadero, tomando notas de las enfermedades que padecieron los tripulantes de los 18 buques, formados por: el vapor Vigilante, el pontón Cristina, cuatro faluchos (Pilar, Lobo, Golondrina y Anguila) y doce escampavías (Invencible, Atrevida, Serpiente, Cierva, Pronta, Favorita, Gaditana, Alarma, Centella, Resolución, Aurora y Concepción). Relación dada por Erostarbe como vemos en la Tabla 1.
El estudio estadístico se lo presentaron a la Reina Isabel II, y “La Reina (Q. D. G.) ha visto con agrado el celo e interés por el servicio demostrado por el segundo profesor del Cuerpo de Sanidad de la Armada D. José de Erostarbe al escribir la estadística médica del Apostadero de guardacostas de Algeciras […] autorizándole para su publicación en el Memorial de Sanidad del Ejército y Armada”.
En la Tabla 2, nos encontramos las enfermedades ordenadas alfabéticamente sobresaliendo: la sífilis, los panadizos, las contusiones, las oftalmías y los abscesos. Y nos informa de que, durante el año 1858, de los 488 hombres que forman las dotaciones de los 18 buques de este apostadero, 283 fueron asistidos a bordo y a 162 no tuvo más remedio que trasladarlos al Hospital Militar, donde “la esmerada asistencia del ilustrado profesor de Sanidad militar don Francisco Gavidia a cuyo cargo está el hospital, contribuyeron a lograr tan buen éxito”.
Y es el propio Erostarbe quien nos comunica el fallecimiento de dos marineros, uno del falucho Lobo y el otro de la escampavía Invencible, “recayendo ambos en individuos de mala conformación, predispuestos a enfermedades de pecho y que, habiendo adquirido catarros ligeros, estos se complicaron, atacaron los pulmones y acabaron con las vidas de los dos enfermos”.
Los hospitales para coléricos
Los sucesos del 11 y del 20 de agosto de 1859, en la frontera de Ceuta con Marruecos, fueron perpetrados por los guerrilleros de las cabilas de Anghera y Benzú.
El gobierno español solicitó respuestas por parte de Marruecos y al no haberlas, el día 22 de octubre el General O’Donnell, en nombre de S.M. le declara la Guerra al Imperio de Marruecos.
Comienza la movilización de las tropas en los puertos del sur de Andalucía, Serrallonga comenta que: “Los cuerpos de la expedición, se iban dirigiendo a sus acantonamientos en Algeciras, Alicante, Málaga, Sevilla, Puerto de Santa María y Cádiz, algunos de los campamentos que habrían de acoger al grueso del contingente del Ejército expedicionario. Será en estos puntos donde el cólera empezará a hacer sentir sus primeros efectos de una forma devastadora. La enfermedad estaba ya instalada en la zona, pero el aumento y tránsito de población no hacen sino incrementar sus letales efectos”.
Algunos periódicos de la época, comenzaron a dar información sobre los contagios de la nueva epidemia, concretamente la columna titulada la “Gaceta Médica” de El Siglo Médico: “El cólera morbo está en Algeciras, cuyas condiciones de salubridad dejan mucho que desear en el día. […] Un drama sobre la expedición española a Marruecos, interesaría y valdría mucho más que una comisión facultativa estudiando y analizando en los focos epidémicos la causa eficiente de esta enfermedad, único medio de salvar a toda la humanidad de ese diluvio cósmico- meteorológico que a manera de misteriosa esfinge se presenta por tercera vez a la ciencia a proponerle su fatal enigma”.
Mientras que Bueno Lozano nos relata las medidas que se debían tomar, según las órdenes del Gobierno Civil: “El día 1 de septiembre de 1859 se leyó en la sesión del Ayuntamiento un oficio del señor Gobernador recordando otro suyo anterior con fecha del 17 de agosto, sobre la adopción de medidas sanitarias que sin producir alarma den por resultado la mejor higiene. Mientras que el día 29 de septiembre se leyó un nuevo escrito […], ahora para precaverse de los efectos de la enfermedad que padece la ciudad”.
En cuanto a los campamentos de concentración y embarque de tropas, Serrallonga comenta que, en ellos se originaban y extendían también los efectos epidémicos y es la causa de que “Algeciras se vea atacada por la epidemia, especialmente la población civil”, dado que los campamentos eran insuficientes, mientras que Erostarbe comenta en El Siglo Médico la tropa “se halla alojada en las casas y como es consiguiente, en las más pobres y pequeñas, pues las mejores están reservadas para los oficiales”.
La Junta Municipal de Sanidad, le aconseja a la alcaldía de la conveniencia de disponer de unos hospitales para los coléricos a las afuera de la ciudad. Y las autoridades civiles y militares tomaron la iniciativa de que la mejor preservación de la enfermedad era aislar a los contagiados, y para ello se prepararon tres hospitales localizados en el extrarradio de la ciudad, uno para los marinos de la Armada, otro para los soldados de ejército y el tercero para la población civil.
Erostarbe, como médico naval, fue el encargado de preparar y adaptar el pontón Cristina, y en El Siglo Médico nos comenta: “Habrá Vd. extrañado mi silencio, pero no será así cuando sepa lo muchísimo que he tenido que hacer para dejar instalado en el pontón Cristina un hospital de coléricos […] El día 5 quedó listo para recibir enfermos, no ha bajado a él más que uno solo […].
Y eso que no son pocos los barcos que aquí hay, pues esta escuadra se compone del navío Reina Isabel II, la fragata Perla, las corbetas Villa de Bilbao e Isabel II, del hermoso vapor Isabel II, y de los de la misma clase Vasco Núñez de Balboa, Santa Isabel, Vulcano, Piles, León y Alerta, y la goleta de hélice Buenaventura, que reunirán unos 2.500 hombres cuando menos, además de los buques menores de este apostadero de guardacostas”.
En otro de sus artículos publicados en El Siglo Médico nos dice que “en el hospital provisional del pontón Cristina, puesto a mi cuidado, solo he tenido desde su instalación a 5 enfermos, de los que 1 salió curado y los 4 restantes siguen en muy buen estado”.
Artículo publicado en el número 61 de Almoraima. Revista de estudios campogibraltareños (octubre 2024)
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