Barrios, barriadas y distritos (I)
Campo chico
La alusión a la Caridad se debe al contexto en el que en el siglo XVIII, se creó el hospital y la capilla
El cortijo del regidor Varela, incluida la capilla de Europa, está en el pretendido Barrio de la Caridad
La poesía y los poetas de mis alrededores
Algeciras/Barrio y distrito son dos conceptos radicalmente distintos. Ni lo uno implica lo otro ni lo otro comprende a lo uno. El barrio es una noción asociada a sus habitantes, a los que viven, a los que se criaron y crecieron en él, y por eso debe guardársele un respeto social e institucional que lo preserve de distorsiones. Distrito es la definición administrativa de una parte de la ciudad. Se acude a la palabra para designar a una zona, con fines organizativos, electorales, postales o de otro tipo, que convengan a la ordenación y el gobierno de la ciudad. Mientras que los límites de un barrio son siempre difusos, los de un distrito están rigurosamente establecidos en función de aquello para lo que han sido diseñados.
En Madrid se produce la paradoja, muy significativa, de que la zona conocida como barrio de La Latina, no está en el distrito de La Latina. En realidad el barrio no es tal sino una pequeña parte del de Palacio –por el Palacio Real– ubicado en el distrito Centro. La existencia de una estación de Metro y la construcción de un teatro muy popular, que fuera propiedad de la actriz Lina Morgan, señalados con ese nombre han determinado que la gente se refiera de ese modo a este territorio del viejo Madrid, colindante con El Rastro y la barriada de Lavapiés del barrio de Embajadores. Son denominaciones derivadas del lenguaje popular, que han fraguado en los nombres dados a las estaciones de Metro ubicadas en su seno. El distrito de La Latina se extiende al suroeste de la capital, a la izquierda de la autopista de Extremadura saliendo de la ciudad, y acoge a las populosas barriadas de Aluche y Campamento. La palabra barriada alude a un reducto menor con las mismas características de un barrio.
No conozco los detalles ni la inspiración que motivaron llamar Barrio de la Caridad a una parte considerable del casco histórico de Algeciras, pero ni la denominación es adecuada ni la iniciativa tiene que ver con el sentir popular. No dudo de la buena intención de nuestras autoridades, ni de que hagan todo lo posible por mejorar el hábitat que envuelve a nuestras vidas, pero así como el deportista compite para ganar y no siempre lo consigue, los administradores de la cosa pública no necesariamente aciertan en sus decisiones, sobre todo si éstas se toman sin librar una información previa fiable. La oficina del Cronista Oficial podría ser una buena fuente. Los órganos consultores de los ayuntamientos debieran formarse integrando en ellos a personas cultas, independientes y de reconocido prestigio social. De no ser así pudiera darse el caso frecuente de sumisión, que no de lealtad, con sus indeseables efectos. Un Consejo, no necesariamente ligado al Cronista, pudiera ser una alternativa. Porque como dijera el presidente del Gobierno de España a una pregunta que se le formuló en su día acerca de la independencia del Fiscal General del Estado: “¿Quién lo nombra?, pues eso”. Entiéndase que el ejemplo ha de interpretarse en sentido estricto, pues dada la personalidad del presidente cualquier pregunta de esa guisa sería respondida en términos parecidos.
La buena gestión que a lo largo ya de varios años ha hecho el Ayuntamiento de Algeciras, dirigida a la obtención de fondos europeos para llevar a cabo actuaciones de naturaleza urbanística, se materializó en su día, allá por 2016, en el “proyecto multidisciplinar” titulado: “Algeciras, Barrio de la Caridad. Puerta a Europa”, orientado a “regenerar y dar vida a la conocida como zona baja de Algeciras”, en el marco de las EDUSI: “Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrado”. No sé en qué grado hubo participación ciudadana en el proyecto, pero lo cierto es que se abrió una breve encuesta pública, cuyos resultados y efectos no parece que hayan trascendido. No obstante lo de “Barrio de la Caridad” ya estaba decidido e insertado en el nombre del propio proyecto, lo que supone que se daba por sentado que tal era la denominación de un nuevo espacio urbano que, en la práctica, acogía a la mayor parte del centro histórico y, en particular, a la parcela donde tuvo lugar el origen de la repoblación iniciada en 1704; tras el acto de piratería que supuso la pérdida de Gibraltar.
En la primavera de 2015, el alcalde de Algeciras se refirió al proyecto declarando que lo de Barrio de la Caridad se daba “en honor a uno de los edificios más emblemáticos de la zona, que albergará el Museo Municipal”. Sin embargo el edificio –que acogería también a la Oficina de Coordinación de la Administración General del Estado– jamás se apellidó oficialmente “de la Caridad”. Fue el Hospital Civil con el que se complementaba la asistencia sanitaria prestada por el Hospital Militar, cuya construcción estuvo incentivada por los conflictos bélicos asociados a las fallidas campañas de recuperación de Gibraltar. Este último se situó en la calle Imperial, luego Alfonso XI, popularmente conocida como calle (del) Convento, su primitiva denominación derivada del de la Merced que fuera construido por iniciativa del capitán Ontañón que, además de militar, era un rico hacendado que sufragó la erección del nuevo edificio con licencia del Consejo de Castilla fechada el día 27 de julio de 1735. El primitivo Convento de la Merced se construiría apenas reconquistada la ciudad, en 1345.
No es cuestión de recordar, pero es necesario hacerlo, que la alusión a la tercera de las virtudes teologales o teológicas, la de la caridad –las otras dos son la fe y la esperanza–, de la iglesia católica, se debe al contexto en el que en la Algeciras del siglo XVIII, se creó el hospital y la capilla de San Antón, que éste y no otro es el nombre del edificio. Sin embargo, la devoción a la Virgen del Carmen cuya imagen se asocia a esa iglesia, desde donde procesiona en el mes de julio, hace que a veces se la refiera como la iglesia del Carmen, sobre todo antes de que se erigiera la actual parroquia en donde estuviera la primera sede de la Casa Salesiana en Algeciras. Pero ciertamente es “La Caridad” el nombre más recurrido, no obstante no haber sido nunca el del edificio. Una de las órdenes hospitalarias de las Hermanas de la Caridad fue la que en 1748 solicitó al obispo de Cádiz, fray Tomás del Valle, licencia para abordar la construcción de un hospital que permitiera estancias largas para la población civil. No sólo la caridad aparecía involucrada en el nombre de la orden religiosa sino que casi todo se debió a la caridad de la gente sencilla y a la de personajes de la época, como el Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad, Juan Jerónimo de Lima, y casi dos siglos después, tras numerosas crisis de mantenimiento, a Joaquín Ibáñez Cordón, hermano de Ángela, la esposa de Don Ventura, el gran médico algecireño.
Quien preguntara al Niño Duarte o Pota chico, de dónde era, recibiría la respuesta siguiente: “de Algeciras, de los callejones” o tal vez: “de Algeciras, de la calle Alameda”. Algo parecido a lo que respondería el primer alcalde constitucional de Algeciras, Francisco Esteban Bautista, o cualquiera de los González Troyano: “de los callejones”. El llorado cronista oficial, don Cristóbal Delgado Gómez, respondería: “yo de Algeciras, de la Plaza”, y Juan Guerrero Soriano lo haría con un “yo de Algeciras, de la calle de la Aduana”. Isabelita Luque nació en San Fernando, hija de padres cordobeses, pero contestaría lo mismo que Antoñito “El Pota”. Yo mismo diría “yo de Algeciras, de la calle Real”. Quién no diría que el Patio (d)el Cristo estaba en la calle López y qué diría si no, el legendario panadero Curro Molina, proveedor de los barcos de pesca desde su panadería de la calle del Cristo. Qué contestarían los Ortega de la Plaza o Merino el carnicero o El Chato Huertas, privilegiados de esa zona mágica que rodea el espectacular mercado de abastos algecireño. Y qué contesta el querido empresario José Luis Lara, pues “yo de Algeciras, de la calle Río”. Les aseguro que ninguno de ellos, de nosotros, mencionaría la palabra “caridad”.
Pero no se trata sólo de la inconveniencia de llamar de ese modo a lo que no es eso, de aludir a una parte del centro histórico de Algeciras, con una denominación con la que ningún especialito se identifica, sino que además no debiera emborronarse la pequeña historia de la gente sencilla, su propia identidad, con el “así es” porque sí. Ítem más: oficialmente, el llamado Barrio de la Caridad”incluye la plataforma urbana sobre la que se produjeron los primeros asentamientos de los españoles obligados a abandonar sus bienes en Gibraltar, refugiados en caserones que se alineaban sobre los acantilados del callejón del Muro, en lo que hoy es la calle Radio Algeciras. El cortijo del regidor Varela, desde la Plaza Alta a la Baja, incluida la capilla de Europa, está en el pretendido Barrio de la Caridad; un nombre de hoy que confunde sobre un hecho histórico: el comienzo de la repoblación de Algeciras, la búsqueda colectiva de una nueva identidad. Y, por si fuera poco, la iglesia mayor, la de Nuestra Señora de la Palma se libra por pocos metros, pero toda la acera sur de la Plaza Alta y la de ese mismo lado de la calle Jerez, o Ventura Morón, y su elongación a través de Ruiz Tagle hasta San Isidro y el Secano, forman parte de ese polígono urbano del centro histórico, pretendido en barrio por decisión administrativa. Rectificar no solo es de sabios, sino también de inteligentes.
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