Carlos III y las Reales Fábricas de Artillería de Jimena de la Frontera
PERSONAJES HISTÓRICOS DEL CAMPO DE GIBRALTAR
La fábrica de Jimena fue abandonada en torno al año 1787, lo que representó un alivio para la masa forestal de los términos de Jimena y Castellar
Las denominadas Reales Fábricas surgen en España con la entronización de la dinastía de los Borbones a imitación de las que ya existían en Francia acorde con la política económica intervencionista diseñada por el ministro Colbert. Estaban patrocinadas por el rey y eran financiadas por la Hacienda Pública. Todas ellas tenían un carácter estratégico y una finalidad proteccionista de la industria y el comercio hispanos, pues fueron creadas con el objetivo de hacer disminuir las importaciones de materias primas y objetos de lujo, fomentar las exportaciones de productos manufacturados y lograr, con ello, el equilibrio de la balanza de pagos.
Aunque las había dedicadas a diversas actividades (producción de textiles, tapices, tabaco, porcelana, etc.), alcanzaron una enorme importancia, por estar destinadas a proveer de material militar a la marina y a las fortificaciones costeras españolas y de ultramar, las Reales Fabricas de Artillería y Armas, entre las que destacaban las de Toledo, Trubia, Liérganes y La Cabada, Gerona, Sevilla y, desde 1777, las Reales Fábricas de Artillería y Munición de Jimena.
Después de firmada la paz de Utrech en 1713, España inició un proceso de recuperación naval fomentado por la nueva dinastía reinante de la mano del consejero real, el cardenal Alberoni. Esta política se vería reforzada por una serie de iniciativas encaminadas a la fortificación de puntos estratégicos en el litoral mediterráneo y suratlántico.
Todo este proceso provocó el aumento de la demanda y la mejora en la fabricación de cañones de hierro fundido, técnica en la que estaban muy adelantadas las fundiciones francesas. Durante varias décadas, las fábricas de Liérganes y La Cavada, en Cantabria, fueron suficientes para proveer de cañones a los buques de guerra, fuertes y baterías de costa, pero con el crecimiento de la demanda se hizo necesaria la instalación de altos hornos en otros lugares de la Nación.
En 1726 finalizaron las obras del que sería el primer alto horno de Andalucía, ubicado en Cartajima, a orillas del río Genal. Aunque su producción continuó hasta el año 1775, fue necesario erigir otro que surtiera de cañones y munición a la flota en el conflicto que se avecinaba con Inglaterra. Las primeras noticias que tenemos sobre un proyecto de construcción de unos altos hornos de fundición en el río Guadiaro se remontan a 1757.
En ese año, la Real Fábrica de Fundiciones de Cañones de Bronce de Sevilla envió a los fundidores franceses Jean Drouet y François Poitevin a intentar fundir cuatro cañones de hierro colado en el alto horno de la fábrica de hojalata de Júzcar, en la Serranía de Ronda. Los técnicos franceses se negaron a fundir los cañones en un horno de tan pequeñas dimensiones como el rondeño, proponiendo como alternativa construir un alto horno de nueva planta junto al río Guadiaro, en las proximidades de Jimena, para lo cual elaboraron los planos de una fábrica para fundición de hierro.
Se había descubierto mineral de hierro de buena calidad en el término de Jimena. Antes de 1777 estaban localizadas y abiertas tres minas, estimándose que el mineral era muy abundante y de la mejor calidad para los fines previstos. La abundancia de madera en los bosques cercanos y el agua proporcionada por los ríos de la zona, así como la cercanía de Gibraltar, seguro escenario de futuras operaciones militares, iban a ser las circunstancias que favorecieron y posibilitaron la instalación de las Reales Fábricas de Artillería y Munición en Jimena.
El 24 de agosto del año 1777, por Real Cédula, otorgada en el Real Sitio de San Ildefonso, el rey Carlos III ordenó la construcción de una fábrica de cañones y munición para abastecer de artillería las plazas de América. Dicha fábrica se instalaría en la dehesa de Diego Díaz y Buceite, junto al río Guadiaro, aunque el emplazamiento definitivo se ubicó en la orilla del río Hozgarganta, cerca de la villa. La dirección técnica de las Reales Fábricas de Artillería de Jimena estuvo a cargo del prestigioso fundidor francés Jean Drouet, ya citado, acompañado de los hermanos François y Pierre Poitevin, que ya habían colaborado con el Director de la Real Fundición de Sevilla, Juan Manuel de Porres, en el proyecto de un gran horno de fundición en la fábrica de esa ciudad en el año 1757.
En 1777 comenzaron los trabajos previos a la realización del proyecto excavando las minas y extrayendo el mineral, almacenando madera y carbones, erigiendo los edificios y habilitando canales y viviendas para los operarios.
A finales del año 1778 se empezaron a construir los grandes hornos de fundición y, a mediados de abril de 1780, se procedió a encender el primer horno alto que, entre el 28 de abril y el 11 de mayo, elaboró 2,1 toneladas de hierro útil, consistente en once piezas para el mismo horno y 250 kg en 84 proyectiles de pequeño calibre. Por desgracia, el escaso caudal en verano del río Hozgarganta impidió la construcción del segundo horno.
La producción de la primera campaña fue de 29.084 proyectiles de artillería, 30 piezas para las propias instalaciones y 35 piezas para la nueva fábrica de quincallería que se estaba construyendo en Sevilla. El total de la producción de las tres primeras fundiciones fue de 84.575 balas de diverso calibre, 4 bombas y 128 granadas, además de 56 piezas para el horno y las minas de la fábrica, 40 para la fábrica de quincallería, 59 piezas para la fábrica de planchas de cobre de Puerto Real y 12 piezas para el puente de hierro del Puerto de Santa María.
A pesar de la escasa rentabilidad de las Reales Fábricas de Jimena a causa, fundamentalmente, del irregular caudal del río Hozgarganta, una nueva circunstancia vino a reactivar la producción de estos altos hornos, en especial la destinada a fines militares: la intervención española en la guerra anglo-americana y el ataque hispano-francés a Gibraltar entre julio de 1779 y febrero de 1783, que fue el destino de la mayor parte de la producción de las Reales Fábricas de Jimena en ese período de tiempo. Según los estudios realizados por el investigador José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, en los años que estuvo en funcionamiento la fábrica de Jimena se llegó a procesar un total de 2.000 toneladas brutas de hierro.
Una vez firmada la paz y con la disminución de la demanda de material de guerra, los productos de las fábricas de Jimena perdieron su principal mercado, lo que unido a la irregularidad de la energía hidráulica proporcionada por el río, los problemas en el abastecimiento de leña y carbón y las deficiencias en las vías de comunicación, condujo al fracaso de estos altos hornos,, los segundos en desaparecer en el siglo XVIII en suelo andaluz.
La fábrica de Jimena fue abandonada definitivamente en torno al año 1787, lo que, en otro orden de cosas, representó un alivio para la masa forestal de los términos de Jimena y de Castellar. En febrero de 1779, don Pedro de Varela, Gobernador de las Reales Fábricas de Artillería y Munición de Jimena de la Frontera, remitió un escrito al Ayuntamiento de Castellar previéndole para que "no cortasen los vecinos, ni sacasen carbón del término, pues necesitaba toda la leña para la fábrica que regentaba".
Los estudios más completos sobre las Reales Fábricas de Artillería de Jimena de la Frontera se deben al investigador José Regueira Ramos, publicados por el Instituto de Estudios Campogibraltareños en 1991, 2003 y 2007.
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