Carlos Corbacho y su hábitat
Campo Chico
El maestro, biografiado por Reyes Carmona, entona en el libro un discurso parecido al de un sabio moralista
“Después de un tiempo de reflexión llego a la conclusión de que mis ganas de vivir han producido el milagro”
El libro de Carlos Corbacho
De aquí a unos días, cuando la Feria esté a punto de cumplir su cometido –el viernes día 21 a las 12 del mediodía, en la sede del Museo Cruz Herrera− se presenta en La Línea un libro de Carlos Corbacho, el torero linense por excelencia, una de figuras más relevantes de nuestra tauromaquia y, sobre todo, un hombre de bien, de mucho bien. Siempre estuvo cerca del toro, en el ruedo, en las gradas, en la gestión y en el sentimiento profundo de este arte ancestral en el que confluyen todas las artes y en donde Andalucía y España se hacen una y se funden en el mismo molde. Porque aún siendo Castilla donde más densamente reside el espectáculo, todo en el toreo anuncia Andalucía: los gestos, los desplantes, los vestidos, la música, el colorido y la actitud del público parecen envueltos en un resplandor andaluz.
No he conocido a Carlos todo lo bien que me hubiera gustado, no he tenido ese privilegio, pero le he tratado en unas cuantas ocasiones y, sobre todo, he estado muy atento a su trayectoria. Hace poco me vi con él a propósito de una de las ediciones de la Agenda Taurina de Temple. Me leí su libro Estás vivo ¿qué más quieres? y escribí sobre él en Europa SurEuropa Sur. El artículo se reprodujo en unas cuantas plataformas taurinas, de una de ellas (desolysombra) he extraído dos imágenes, un cuadro y un dibujo, que ilustran la reproducción de mi artículo, ambas excelentes muestras de tantas como hay en las artes, del arte de torear.
Escribí que no abundan los toreros que se atreven a escribir; y eso que es un colectivo lleno de filósofos de la vida, que han dejado frases y adagios para todos los gustos. Uno de ellos, Rafael Guerra Bejarano Guerrita, hasta tuvo un club, el Club Guerrita, en Córdoba, entre los años 1896 y 1941 cuando a la muerte del legendario diestro sus contertulios decidieron clausurarlo. Se fundó un 18 de julio por iniciativa de un grupo de admiradores del torero, que ya se venían reuniendo en una taberna llamada El Pisto. En 1902, abrieron un local propio en el número 1 de la calle Gondomar y, después de unos pocos desplazamientos en esa céntrica calle, que arranca de las Tendillas, junto al famoso reloj, recaló en el 19. En ese reducto de hondo sabor taurino, se generó lo más granado del anecdotario.
Un 7 de abril, el de 2016, en un acto que tuvo lugar en el Casino de Algeciras, que tanta nostalgia reaviva, nuestro gran comentarista taurino Bernardo Prado condujo una tertulia en la que Corbacho habló de su libro. La verdad es que dijo que lo había terminado, pero probablemente se trataba de un deseo cuajado en ese instante en una supuesta realidad, pues el libro salió a la calle cuatro años más tarde y ahora se reactualiza en una nueva edición acudida como homenaje a un torero al que la vida le tenía reservado unos cuanto inconvenientes que hicieron de su recorrido como matador de toros, un corto aunque brillante espacio. El libro es el de un vitalista, más intenso cuanto más conoces los avatares que han ido poniendo obstáculos en su vida. Hace poco le decía a Carlos por teléfono que, pensando en cómo le ha ido, se llega a la conclusión de que el toro no ha sido, ni mucho menos, el mayor peligro al que se ha enfrentado.
Estás vivo ¿qué más quieres? es un acopio de reflexiones, de pensamientos y de ideas dirigidas a animar la consciencia del lector a valorar lo que tiene. Un libro ligero de lectura, grato y sugerente. El maestro Corbacho, cuando cogió los trastos de matar, nos dio a los de Algeciras la oportunidad de disponer de un torero de La Línea al que enfrentar nuestra pasión por Miguelín. A linenses y algecireños nos conviene tener figuras con las que competir en preferencias. Ante la histórica y gloriosa Balona, nosotros tenemos el Algeciras, que tampoco está mal, y cuando tuvimos a Miguelín, los linenses tuvieron a Carlos Corbacho al que le esperaban tardes de gloria. Pero el infortunio le llegó demasiado pronto y dos o tres veces se encontró con dificultades para seguir adelante. Fue entonces cuando el buen Dios se le acercó y le dijo que podría con los obstáculos, que como buen torero también se le veían buenas maneras para enfrentarse a las adversidades.
Esas rivalidades entrañables que se difuminan en cuanto linenses y algecireños estamos más allá de la Sierra de la Luna, y no digamos de Despeñaperros, han enriquecido nuestras vivencias de paisanaje comarcal. Recuerdo una anécdota ligada a la personalidad del gran algecirista que fue Gaspar Buceta Iglesias que, aunque nacido circunstancialmente en Cádiz (lo que no se le podía ni mencionar: ¡yo soy d’Ahesira! soltaba a la primera), se sentía profundamente algecireño. De muy niño rondaba una barbería (Estremera) de la calle Alta (Juan Morrison), de la que casi era parte. El maestro barbero era muy aficionado al fútbol y había formado un equipo llamado Nacional CF. A la barbería acudían a arreglarse los futbolistas, que entonces eran unos pequeños ídolos locales, y Gaspar, enseguida, con siete años se hizo socio del equipo del Calvario, un campo de tierra que a los niños de la época nos parecía Maracaná.
El bueno de Gaspar trabajó en la hostelería y fundó la Peña Algecirista en unos locales encajados entre los altos de la calle Real (donde estuviera la Relojería de Recagno, de feliz memoria) y el callejón del Muro, que desde que él los dejó ahí siguen en espera permanente. Me contó Gaspar que en un Balona-Algeciras en La Línea iba envuelto en los colores albirrojos de su querido equipo cuando alguien le pegó una guantá (sic) tan bien da que se quedó con las ganas de saber quien fue, por más que lo buscó con el propósito de felicitarle.
Mi amistad y colaboración con Vidal Pérez Herrero me ha dado la oportunidad de ayudarle en las últimas ediciones de la conocida agenda taurina de la Editorial Temple. La generosidad de Vidal propició que la edición número 25, la de 2019, fuera dedicada a Algeciras. La agenda se presentó en Madrid, en la Plaza de Toros de las Ventas, y no habiendo podido asistir ningún representante del Ayuntamiento de Algeciras, me permití intervenir para hablar de la comarca y referirme a la rica y larga historia taurina del Campo de Gibraltar, que incluso ha albergado ganaderías bravas, algunas tan prestigiosas como la que en 1938 creó Carlos Núñez Manso en la finca Los Derramaderos de Tarifa.
Cádiz es una provincia muy ligada a la tauromaquia y el único espacio territorial en el que hay una ruta del toro, cerca de la que la Naturaleza ha permitido la formación de un pequeño promontorio de piedra caliza, semejante en textura y composición al Peñón, llamado por su aspecto La Montera del Torero, por donde transcurría la vieja carretera hacia el interior desde la costa. Dicen los que entienden de piedras, los geólogos, que estas formaciones aparecieron en el período Jurásico, como consecuencia de las apreturas que el continente africano tuvo con el euroasiático.
Digo yo que si Dios facilitó que este icono natural barreño se formara hace doscientos millones de años, es porque estaba previsto ya en la Creación que el toro bravo tuviera porte de gaditano. Fue bastante después de aquellos cataclismos de los que nacieron las montañas y el bellísimo e inigualable paisaje de Los Alcornocales, cuando la iniciativa de una familia −en la que se echa muchísimo de menos al patriarca, nuestro inolvidable y admirado Andrés Hidalgo, que marchó hace una década a la Casa del Padre− creó El Frenazo, que no sólo es un establecimiento de hostelería singularmente insertado en nuestra idiosincrasia, de altísima calidad, sino una institución comarcal altamente representativa de nuestros modos y de nuestras formas. La presencia de esta familia en la sociedad barreña y comarcal trasciende del negocio para formar parte del dinamismo urbano y ganarse por méritos propios la admiración y el reconocimiento de todos. Pocas veces se ha podido registrar que una entidad comercial privada sea requerida para el pregón de la fiesta social por excelencia de Los Barrios, la Feria, pregonada en 2019 por esta familia que sentimos todos como nuestra.
Poco tiempo después de la publicación de la agenda taurina dedicada a Algeciras, en el último tramo de 2018, a la que apenas se prestó atención oficial en la ciudad, conocí el contenido del libro del maestro linense. Poco más de un año faltaba para la declaración de la terrible epidemia de Covid-19. Mientras se preparaba la edición de 2020, que suponía un trabajo colectivo en el que había que coordinar a escritores y artistas del mundo taurino, seleccionamos unos pocos textos de Corbacho, que se incorporaron a modo de destacados al margen, a las sucesivas ediciones de la agenda. El maestro, biografiado por el escritor algecireño José Reyes Carmona hace casi una década, entona en el libro un discurso parecido al que un sabio moralista, experimentado en el vivir y en el transcurrir por la vida, dirigiría tal vez a un amigo descarriado o poco dado a la reflexión sobre el yo y los otros.
Si bien no pertenece al género epistolar, el libro de Corbacho me actualizó la Epístola moral a Fabio, que el poeta militar, presumiblemente sevillano, Andrés Fernández de Aranda, escribió en las proximidades del paso del siglo XVI al XVII: “Fabio –escribiría al comienzo−, las esperanzas cortesanas / prisiones son do el ambicioso muere”. El capitán Fernández de Aranda participó hace casi exactamente cuatrocientos veintisiete años, el día 15 de julio de 1596, en la defensa de Sanlúcar de Barrameda tras el saqueo de Cádiz perpetrado por el depredador inglés. Por su parte, el maestro Carlos Corbacho, dice lo que sigue: “Después de un tiempo de reflexión llego a la conclusión de que mis ganas de vivir han producido el milagro”.
No hay comentarios