De mareas
Diafragma 2.8
Creo que cada niño tiene una herida en su imaginario. Es de donde surge su poder en la vida madura. Algunos la sienten solo en la infancia; otros la olvidan y los hay que la siguen percibiendo siempre. Las hay de dos tipos, enriquecedoras o traumáticas, estas últimas hay que curarlas para que puedan sanar y volverse constructivas. El misterio de la vida es lo que nos da las mejores lecciones cada día. Y como decía Nick Nolte en el papel de Tom Wingo en El príncipe de las mareas: “Y miro hacia el norte y vuelvo a pensar que ojalá repartieran dos vidas a cada hombre y a cada mujer…”. Ahora, a escasas horas de las fiestas navideñas, me siento en la playa después de pasear y, mirando este mar azul infinito solo roto por el rojo de la sombrilla solitaria que se muestra ante mis ojos, pienso en todas esas personas que, de una forma u otra, me han aportado tanto en esta experiencia vital en la que estoy inmerso. Y aunque los caminos se separaran, no por ello se olvidan. Palabras y fotografías en vena. Mi escondite, mi clave de Sol.
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