Una denuncia por prevaricación en la Verja
Al sur del Sur
Si no se sella el pasaporte de quien entra en la UE no se puede controlar su tiempo de estancia, el propósito de su visita, si dispone de medios económicos... Ni tan siquiera conocer su identidad
Un inspector jefe de fronteras de la Policía Nacional presenta una denuncia por incumplimiento del Código Schengen por España en las entradas desde Gibraltar
La denuncia presentada el pasado viernes ante los juzgados de La Línea de la Concepción por el inspector jefe responsable del puesto fronterizo con Gibraltar, de la que damos hoy cuenta en Europa Sur, pone de relieve la ausencia de amparo normativo bajo la que trabajan los agentes de la Policía Nacional bajo sus órdenes. En virtud de un acuerdo tácito jamás escrito y que cada cual interpreta y aplica a su antojo, España permite que los ciudadanos del Peñón entren en nuestro país sin necesidad de mostrar sus pasaportes, de igual forma que las autoridades de la colonia hacen lo propio con las personas pertenecientes a los estados miembros de la UE. Con ello se facilita la deseada fluidez en el tránsito por la Verja, que separa y une a la vez La Línea y Gibraltar, si bien esta práctica -como denuncia el funcionario policial- vulnera lo establecido como norma en el Código de fronteras Schengen en relación con los ciudadanos de terceros países, como es el caso de los súbditos de Carlos III.
Si no se sella el pasaporte de quien entra en la UE no se puede controlar su tiempo de estancia, el propósito de su visita, si dispone de medios económicos para su estancia... Ni tan siquiera se conoce su identidad. Asistimos, por tanto, a un agujero en la seguridad de los 27, a un encomendarse a los santos y a confiar en que no pase nada. Cuestión no menor es la derivada fiscal, ya que ese control de entrada y salida de España permitiría sacar a la luz una importante bolsa de fraude fiscal: la de los llanitos que, aun residiendo la mayor parte del tiempo en sus viviendas de -pongamos por caso- Sotogrande o La Zagaleta, tributan por cifras risibles en el Peñón.
Soluciones imaginativas
El papel del conjunto de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado, por ingrato que pueda resultar en ocasiones, consiste justamente en evitarnos problemas a los demás. Por eso, cuando se les hurtan sus atribuciones sin el debido respaldo legal y se ordena a sus integrantes que dejen de atender sus responsabilidades, estamos minando su principal razón de ser.
Es evidente que el paso fronterizo con Gibraltar es un punto crítico que requiere de soluciones imaginativas que, en ningún caso, pueden pasar por hacer la vista gorda. Las personas que transitan en uno y otro sentido se cuentan por decenas de miles cada día, con dos condicionantes añadidos: su concentración en determinadas horas -a primera de la mañana y primera de la tarde- y las estrecheces del espacio físico, casi sin posibilidad de poner más puestos para el control de los pasaportes.
No cabe duda de que un acuerdo entre Reino Unido y la UE para derribar la Verja arreglaría de una vez por todas el problema, si bien España nunca puede renunciar a controlar a quienes accedan a su territorio y al resto del espacio Schengen a través de Gibraltar. Eso exigiría de forma inequívoca la presencia policial de nuestro país en el Peñón, si bien ya conocemos de sobra la amigable respuesta del chief minister de la colonia al respecto: “No spanish boots!”.
El atronador silencio del Ministerio del Interior y la enorme desidia del conjunto de los partidos políticos para hacerse eco de lo narrado y buscar soluciones ha derivado, por desgracia, en graves tensiones entre responsables de la Policía Nacional, buenos y experimentados funcionarios a los que alguien desde Madrid les ha asignado mediante telefonazo -nada por escrito- un papel que en absoluto les compete.
No sería la primera vez que problemas derivados de la ineficacia del poder Ejecutivo, unido al despiste del legislativo en su función de control de aquel, ha encontrado una vía de solución en los tribunales de Justicia. En esta ocasión, puede que sea a un modesto juez de primera instancia e instrucción de La Línea a quien le toque desfacer un entuerto colosal con consecuencias penales.
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