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Ciencia con nombre de mujer... campogibraltareña

Día de la mujer y la niña en la ciencia

La presencia femenina en las disciplinas científicas es todavía desigual, más en los puestos más altos: dos investigadoras analizan las causas de este fenómeno

Carmen Infante Duarte y Ana Casas Guijarro, investigadoras
Raquel Montenegro

11 de febrero 2021 - 05:00

El 39% del conjunto del personal investigador en España son mujeres, pero si se pone la lupa sobre el desarrollo de la carrera profesional, la representación femenina va decayendo conforme esta avanza y es reducida en los puestos más altos. Esta realidad del techo de cristal, bien conocida por las mujeres de la Universidad española (copan solo el 22% de las cátedras), se endurece cuando el ámbito investigador es de ciencia o tecnología: en el conjunto de la UE, solo un 16% de los puestos de grado A en la carrera académica son ocupados por mujeres (informe She Figures 2018).

A esa realidad se suma una desafección entre las jóvenes por carreras como las ingenierías, Informática o Matemáticas. Los motivos son múltiples, entre ellos la falta de referentes científicos femeninos: las mujeres suponen solo un 7,6% de los personajes de los libros de texto. Por eso, cada 11 de febrero el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia recuerda la necesidad de equilibrar la representación femenina en la ciencia y facilitar el acceso a las niñas a ella. Científicas de todo el mundo difunden su labor y reivindican que desaparezca ese techo de cristal.

Carmen Infante y Ana Casas son dos de esas profesionales, dos campogibraltareñas que triunfan en sus carreras: la primera, como jefa de Neuroinmunología del hospital Charité de Berlín; la segunda, como investigadora y docente de la Universidad de Essen. Nos acercamos con ellas a la situación de las mujeres de ciencia y de las niñas que pueden llegar a serlo.

La gráfica de tijera

La imagen es incontestable: las mujeres van desapareciendo de la carrera investigadora conforme esta va avanzando hacia puestos más altos. La denominada gráfica de tijera se repite en instituciones y universidades: en el Centro Superior de Investigaciones Científicas, hay un 50,8% de mujeres en la categoría predoctoral y solo un 26,5% en la de profesores de investigación. En su informe Mujeres Investigadoras 2020, el CSIC calcula un índice de techo de cristal, que mide la proporción de investigadoras sobre las que llegan la categoría más alta en la institución. La buena noticia es que este va en progresivo decrecimiento (se sitúa ahora en 1,35, siendo 1 la situación de igualdad); la mala, que hay áreas donde todavía es muy alto, como la de recursos naturales (2,28) y ciencias químicas (1,78). La situación se repite en la Universidad pública, como muestran los datos recogidos por la iniciativa 11defebrero.org: el índice de techo de cristal se sitúa en el 1,83 de media. ¿Qué ocurre para que las mujeres se esfumen?

Distribución por género del personal investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas / Mujeres investigadoras 2020. CSIC

Hay un factor diferencial claro, coinciden Carmen Infante y Ana Casas: el peso de la familia sigue recayendo en ellas y la maternidad supone un freno para muchas. Como explica Infante, “normalmente cuando una mujer acaba el doctorado es cuando empieza a plantearse tener hijos y no encuentra mucho apoyo. Antes de intentarlo ya se retiran del mercado”. Para Casas, “la carrera científica requiere una dedicación que es difícil compatibilizar con la vida familiar por como está estructurada, requiere una producción continua que es lo que te lleva a lograr financiación. En este sentido, creo que hay una discriminación indirecta, social. Ves casos de hombres que han alcanzado una jefatura y tienen a su lado una mujer que lo ha dejado todo por la carrera de su marido”.

Frente a eso, solo caben políticas de igualdad y apoyo a las madres (y padres): “Yo le digo a mis alumnas que te puedes permitir un año de frenada en tu carrera, con un poco de apoyo estructural”, explica Infante, que ha buscado una fórmula para dar ese apoyo en su departamento, “cada uno podemos poner nuestro granito de arena”.

Sesgos de género

Son muchos los estudios que muestran un sesgo de género en la promoción en la carrera científica. Según el Libro blanco. Situación de las mujeres en la ciencia española, al comparar hombres y mujeres con las mismas características académicas y personales, se observa que la probabilidad de que un profesor titular sea promocionado a catedrático es 2,5 veces superior a la de una mujer. Además, un hombre con hijos tiene una probabilidad 4 veces mayor de ser promocionado a catedrático que una mujer con hijos de similares características. Otro ejemplo del mismo trabajo: en un estudio, un mismo currículum firmado por un hombre, por una mujer o con una inicial recibe sistemáticamente tres valoraciones diferentes, siempre mayor el firmado por el hombre y menor el firmado por la mujer. Y un tercero: en un artículo publicado en NatureNature se analizaron 5.483.841 artículos de investigación y revisiones con 27.329.915 autores y autoras. Los artículos con mujeres en posiciones dominantes eran menos citados.

Evolución del techo de cristal en el área científico tecnológica en la Universidad Española / Científicas en cifras 2017. Ministerio de Ciencia.

“Hay pocas jefas, pocas catedráticas”, destaca Infante. “Sigue habiendo un embudo en cuanto a la jerarquía profesional, que está ocupada por hombres. Aquí en Alemania está prohibido preguntar por cuestiones de planificación familiar en una entrevista de trabajo, pero eso no quiere decir que no se piense en ello. Cuantas más mujeres haya en posiciones altas, que se vea que han llegado teniendo una familia, más se comprobará que no supone ningún problema”. Pero además, apunta la inmunóloga, hay un trabajo social que hacer porque “cada uno de nosotros tenemos nuestro propio sesgo, aunque no seamos conscientes. Hay que luchar con esta predisposición que tenemos a no ser objetivos en materia de género”.

Las chicas no quieren ser ingenieras

Ese sesgo de género se da desde la infancia y tendría mucho que ver con la infrarrepresentación femenina en las carreras técnicas y algunas ramas de la ciencia. El peso del estereotipo de la mayor capacidad masculina para las ciencias es medible: un estudio realizado en Suiza, Austria y Alemania con estudiantes ficticios de Secundaria, que contestaban de forma idéntica a una pregunta conceptual (no numérica) de Física, mostró un sesgo en contra de las chicas. Este prejuicio era independiente del género de los 730 evaluadores, desaparecía al aumentar su experiencia y no fue detectado en los profesores alemanes.

Otro ejemplo: en 2009, un estudio en Francia con 199 niños y niñas de 11 a 13 años reveló la influencia del estereotipo con un test que consistía en intentar copiar de memoria un dibujo geométrico complicado. A la mitad del grupo se le dijo que la prueba era de geometría y a la otra mitad que era de dibujo. Los resultados de las niñas fueron notablemente peores cuando pensaban que hacían un test de geometría y se valoraban personalmente por debajo de sus compañeros.

Estudiantes de ciencias en universidades españolas / Elaborado por el Grupo de Mujeres de la Real Sociedad Española de Física.

¿Resultado? Las chicas descartan algunas carreras de ciencias y son solo el 28,5% del alumnado. “En las ciencias biomédicas –donde sí hay abundancia de mujeres– las investigadoras se nos van tras el doctorado, pero es que a las ingenierías ni siquiera llegan”, remarca Carmen Infante, quien apunta a las diferencias en la educación que se le da a los niños como una de las causas para que solo el 12,9% de los estudiantes de Informática o el 26% de los de Física sean mujeres. “A las niñas se las educa de forma diferente que a los niños, siempre tienen que tener todo perfecto, mientras que a los chicos se les educa más en darse el golpe y levantarse. En la ciencia no hay que tener miedo al fracaso, así es como se avanza. Y a lo mejor hay chicas que no hacen una ingeniería porque piensan que no son lo suficientemente buenas. Hay que mejorar esa autoestima, que es mayor en ellos, y que un día digan quiero ser ingeniera o quiero ser jefa”. Porque ahí también hay un déficit a su juicio: hay mujeres que pueden ver poco atractivo un puesto directivo, más político, porque “no cuadra con lo que se les ha inculcado que se espera de ellas”. A las jóvenes las anima a que “se lancen, no piensen que no eran buenas en Matemáticas o Física y vayan descubriendo poco a poco si es su camino”. A ella su tutor le recomendó que hiciese un módulo de Peluquería. Todo un visionario.

A Ana Casas no la intentaron disuadir de lo que era su vocación: trabajar en un laboratorio. Coincide con Infante en que en el escaso porcentaje de mujeres en los estudios de ciencias influye la educación recibida, “a las mujeres siempre se nos han enseñado unas normas sociales más marcadas que a un hombre”, pero también cree que en el caso de España al menos influye la precaria situación de los científicos. “No se ve futuro en una carrera científica, solo si sales al extranjero. Y así es más difícil que se acabe optando por ella”. También apunta un debe en el lado de los científicos a la hora de atraer vocaciones: “tenemos un problema muy grande de divulgación científica, muchas veces hablamos para nosotros, no para la gente. Nos creamos una caja negra alrededor y no se nos conoce”.

#NoMoreMatildas

En la falta de mujeres en determinadas disciplinas científicas también influye algo que afecta a otros muchos campos de conocimiento: la ausencia de referentes femeninos. Estudios de la Universidad de Valencia y la Complutense revelan que solo hay un 7,6% de personajes femeninos en los libros de texto de Educación Secundaria y un 12% en las citas de trabajos académicos, como pone de relieve la iniciativa #NoMoreMatildas.

Carmen Infante recuerda que cuando estudió la carrera de Biología había una única catedrática; Ana Casas ha tenido solo una jefa y ha pasado ya por varios países. Ambas coinciden no obstante en abrir una vía optimista; parece que en Europa y Norteamérica al menos se están dando pasos para solucionar el problema, con contratos destinados a fomentar una mayor presencia de mujeres en los equipos investigadores y apoyar a las que han sido madres. “Pero todavía queda camino”, apostilla Casas.

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Vídeo de la campaña #NoMoreMatildas / @NoMoreMatildas

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