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Suicidio: La pandemia silenciosa puede combatirse

10 de septiembre | Día mundial de prevención del suicidio

Cada dos horas y media se suicida una persona en España, 3.671 en 2019; el 70% de ellas no había accedido a ayuda especializada

Los expertos llaman a acudir a los servicios de Salud Mental: la mayoría de los casos que llegan allí se recuperan

Suicidio: La pandemia silenciosa puede combatirse / Daniel Rosell
Raquel Montenegro

10 de septiembre 2021 - 05:00

Es la pandemia silenciosa, la que se lleva a una persona cada dos horas y media en España y la primera causa de muerte externa en el país, pero apartada del debate público durante años bajo el peso del estigma y los tabúes. El suicidio, tradicionalmente silenciado, empieza a salir de esa oscuridad ante la evidencia de las cifras: 3.671 personas murieron por esta causa en España en 2019 (último año en la estadística del INE), muchas más lo intentaron. Afecta a personas de todas las edades, sexo y circunstancias. Pero en este Día Mundial para la Prevención del Suicidio el mensaje fundamental que los especialistas quieren transmitir es que se puede prevenir y evitar: la mayoría de las personas que llegan a los servicios de Salud Mental con pensamientos suicidas o tras haberlo intentado logran salir de esa espiral de desesperanza. Pedir ayuda es, más que nunca, vital.

“La persona que se suicida no lo hace en la mayoría de las ocasiones por un deseo de morir, sino porque siente que no puede más y lo ve como única salida a su situación”, explica Jorge Miguel García, especialista del área de Psiquiatría de la Unidad de Salud Mental Comunitaria de Algeciras. Una solución irreversible ante problemas que podrían tener otra solución que los afectados no encuentran.

El suicidio es un fenómeno multicausal, en el que confluyen múltiples factores. Pueden ser trastornos mentales, pero también problemas económicos, sentimentales, laborales o escolares, la soledad. En personas con trastornos límite de la personalidad o con problemas adaptativos puede ser una falta de control de los impulsos lo que lleve a una autolisis, pero en personas sin estos problemas previos el desencadenante puede ser cualquier situación que no se ha sabido o podido gestionar emocionalmente y que va enraizándose durante meses o años hasta que llega el pensamiento suicida.

La importancia de pedir ayuda

“La gente no se suicida porque la vida le vaya mal, sino por la percepción que tienen de que su vida es un desastre. Si esa percepción te lleva a pensar de manera rutinaria en que sería mejor desaparecer debes buscar ayuda, debe ser una alarma que te lleve al especialista, igual que cuando tienes un síntoma físico persistente vas al médico”, remarca Jesús Haro, psiquiatra y coordinador de la Unidad de Salud Mental Comunitaria de Algeciras. “Por desgracia, los que se suicidan son los que no buscan una ayuda de forma clara”.

Pero esa petición de ayuda no es fácil. Haro insta a acudir al médico de cabecera y hablarle “sin pudor”, para que se active el mecanismo que lleve a esa persona hasta los servicios de Salud Mental. O hablar con una persona de confianza. Desterrando la vergüenza por no querer llamar la atención o por considerar los trastornos mentales desde la perspectiva del estigma. Porque hay muchas personas “que aguantan la situación hasta el límite por no sentirse débiles o que no están dando la talla dentro del ámbito de su competencia”, coincide García.

Suicidios por edades y sexo en España, 2019. INE / Observatorio del Suicidio

Desterrar esa vergüenza es clave, pero también acabar con otro mito que impide muchas veces una conversación fundamental: la idea de que hablar sobre el suicidio puede incitar a la otra persona a intentarlo. “Hay que perder el miedo a preguntar al otro si ha tenido ideas suicidas”, explica Miguel Ángel Díaz, psicólogo clínico y director en funciones de la Unidad de Gestión Clínica de Salud Mental del Campo de Gibraltar. En muchas ocasiones, la persona a la que se le pregunta se va a sentir aliviada por tener la posibilidad de expresar sus pensamientos. Especialmente a nivel sanitario, remarca, “es muy importante preguntar, que el paciente pueda desahogarse. Y eso sirve también para ver en qué punto está respecto al suicidio, si es un pensamiento puntual o hay ya un plan, para poder ofrecerle la ayuda necesaria”. Y derivarlo a los servicios especializados.

La apelación no se hace solo a los sanitarios. Preguntar a las personas de nuestro entorno qué les ocurre y escucharlas sin sermonear, juzgar, ni minusvalorar sus problemas, con un apoyo respetuoso pero no asfixiante y ofreciendo nuestra ayuda, puede salvar vidas. No dejar sola a la persona que sufre es muy importante. Por ello, “tener una red social de apoyo es un factor de protección muy importante frente al suicidio. Debemos fomentar los vínculos sociales no utilitarios”, relaciones de calidad, no superficiales, destaca Jorge García.

Señales de alarma

Pero, ¿qué señales deben de servir como alarma de que algo grave está pasando con alguien de nuestro entorno? Tristeza, aislamiento social, inquietud o problemas de atención son algunas de las más básicas. Pero también hay a veces señales de despedida: cuando una persona que nunca contacta muestra un cambio brusco de comportamiento, llega un día y está un largo rato, trae un regalo, paga todas sus deudas antiguas. La desesperanza es otra sirena de aviso. Y hay factores de riesgo como el consumo de sustancias tóxicas, enfermedades mentales ya existentes, que haya habido un intento previo y la letalidad de los medios empleados.

Igual que hay factores de riesgo, los hay de protección frente a las ideas suicidas. La red social a la que se aludía anteriormente, pero también tener hábitos de vida saludable, una buena salud, habilidades emocionales adecuadas, valores positivos y herramientas para la resolución de problemas. Incluso los conocimientos de filosofía o las creencias religiosas ayudan en algunos casos a eludir esos pensamientos, “tener un sentido de la vida que va más allá de lo material”, resume Jesús Haro.

Tasa de suicidios por provincias en Andalucía, 2019. INE

“En el caso de los jóvenes son importantes la autoestima, un control bien establecido por parte de los padres, la inteligencia emocional y cuidado con el acceso a internet, porque vemos a niños de 8 y 9 años con móvil que tienen acceso a todo tipo de contenidos sin tener las herramientas necesarias para hacerles frente”, expresa Eulalio García Romero, psicólogo de la Unidad de Psicología Psicosalud de Algeciras.

Este especialista alerta del incremento en consulta de las autolesiones de jóvenes, aspecto que le preocupa especialmente. Y de la necesidad de aumentar los recursos públicos en un país con tasas de psicólogos y psiquiatras por habitante muy alejadas de la media europea. “A nivel general considero que tendría que haber una mejor asistencia a los enfermos crónicos, que no hay medios públicos suficientes es obvio”, señala García. No obstante, asegura Haro, “para las cosas serias el sistema funciona. Lo que de verdad es importante, eso se atiende rápido. Hay una red de profesionales, los médicos, incluso los farmacéuticos, que están conectados y alerta”.

En ese escenario, la prevención es clave. “Uno de nuestros objetivos es la educación emocional, educar socialmente en la gestión de las emociones”, destaca Miguel Ángel Díaz. La demanda de los servicios de Salud Mental es creciente y frente a los años en los que los trastornos psiquiátricos copaban las consultas, ahora llega un perfil de usuario relacionado con conflictos laborales, de pareja, situaciones que se corresponderían más con la búsqueda de un apoyo social que especializado. “Damos por sentado que la emoción más natural en el ser humano es la alegría, que eso es lo normal. Y cuando llegan otras que también son normales en función de las circunstancias como la tristeza, el enfado, nos parece que algo va mal. Nos han vendido la moto de que hay que estar siempre contentos y cuando no es así sentimos que algo va mal”, remarca Díaz.

“La sociedad del bienestar enfocada a la producción y el consumo lo que te hace es más infeliz, que estés más alejado de ti mismo, fuera de tu centro como persona. Eso ayuda a los desequilibrios psicológicos”, corrobora Haro. Ahí es donde entra en juego esa educación emocional, en la que “estamos hablando de recuperar algunas nociones de valores para fortalecernos, como la entereza, el cuidado de los demás, ir más allá del puro egoísmo”, explica Jorge García. Una labor que implica a toda la sociedad en pro de la salud mental.

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