"Me he sorprendido llorando porque un personaje de la novela había muerto"

Entrevista | Francisco Díaz Valladares, escritor

El escritor afincado en el Campo de Gibraltar publica 'El círculo imperfecto', una novela para adultos tras triunfar con libros para el público juvenil

Francisco Díaz Valladares, en la biblioteca de La Línea.
Francisco Díaz Valladares, en la biblioteca de La Línea. / Jorge Del Águila

Francisco Díaz Valladares, escritor nacido en Villamanrique de la Condesa (Sevilla) afincado en el Campo de Gibraltar, acaba de publicar El círculo imperfecto (editorial Almuzara), con la que se adentra en la novela para adultos después de cosechar importantes éxitos durante más de 20 años con libros para el público infantil y juvenil.

¿Cómo surge la idea de hacer esta novela?

La idea surgió hace ya varios años y me ha llevado un año y medio escribirla. Es una novela ya con cierta entidad y me apetecía mucho escribirla, ha supuesto un reto que me apetecía afrontar después de tantos años escribiendo novela juvenil. Pensé que me gustaría escribir una novela de intriga, una novela negra, algo que tuviera más profundidad. Y luego fueron surgiendo los personajes. Recuerdo que estando en Matalascañas, delante del mar, escribí en un folio un rectángulo y puse Carlos. Y al lado de Carlos puse otro rectángulo que ponía Martina y fui configurando una especie de árbol genealógico alrededor de ese personaje y lo dejé a un lado sin tener ni idea que iba a surgir la novela. Normalmente, antes de ponerme a escribir, suelo documentarme y comencé a leer a los principales autores de la novela negra, Camila Läckberg, Joël Dicker, Juan Gómez Jurado... Cuando llevaba ya un puñado sonó un clic en mi cabeza y automáticamente cogí el folio, sin yo saber lo que iba a escribir, y empezó a surgir la novela. Yo escribo de esa forma, me considero un autor de brújula, y me dejé llevar por los personajes. Esa bola fue surgiendo y a lo largo de un año y medio, como digo, se configuró. Así surgió eso.

¿Se puede decir entonces que los personajes le van diciendo por dónde va la historia?

Efectivamente. Hay dos clases de escritores, los de mapa y de brújula. Los de mapa diseñan la novela, generan una especie de mapa, un cuadro sinóptico en el que van poniendo los personajes, todo lo que quiere escribir y después empieza. Solamente tiene que tirar de lo que ya tiene preparado, que se van meses escribiendo eso, y a partir de ahí lo único que tiene que hacer es seguir ese esquema. Y los que son de brújula suelen tener una idea vaga en la cabeza sobre hacia dónde quieren ir. Y es curioso como los propios personajes se van creando, es como si te estuvieran dictando al oído. Yo lo que veo es una película delante de mí y lo que hago es materializar lo que ellos me van contando. Eso es tener también una especie de clarividencia, ¿no?

¿Ha hablado con otros escritores sobre esta forma de escribir?

Sí. De hecho, me tenía preocupado durante un tiempo, porque todo el mundo con el que hablaba, incluso escritores de mucho prestigio y premiados que he conocido a lo largo de mi carrera literaria, escribía con mapas. Me he preocupado porque digo jolín, a ver si yo soy el único loco que escribe así. Un día, hace un par de años, llegó a mis manos un libro que se llama Mientras escribo, de Stephen King, en el que narra todo lo que sucede mientras escribe. Y cuál es mi sorpresa cuando cuenta que se encierra en una habitación, lo mismo que hago yo. Cierra todas las ventanas y todas las puertas de la habitación, como hago yo. Se sumerge en la historia y él ni siquiera compone el final, no sabe ni los personajes que van a actuar en novela. Igual me pasa a mí. No sabes que lo has escrito porque lo has estado escribiendo con la parte derecha del cerebro, donde está la creatividad, y te asombra. Hay más gente que escribe de la misma forma, es dejarse llevar. No corrijas, no leas, escribe. Deja correr la imaginación y el resultado es muy interesante. El problema es que lo que le ocurre a los personajes te ocurre a ti. Si el personaje está contento, pues tú estás contento. Y si el personaje está triste, pues tú te agarras unos cabreos, una tristeza... Yo me he sorprendido llorando por la calle porque uno de los personajes de la novela había muerto. Y yo decía para mí ¿tú eres tonto o qué?

¿El proceso de escritura de una novela para adultos es muy distinto al de una juvenil?

Es lo mismo. Es una historia que tú cuentas y y todo está basado en el personaje. En una novela juvenil el protagonista es un personaje de quince años. Cuando tu lo pones en marcha, la estructura mental es la de un chaval de quince años, con su fantasía, su deseo de ver el mundo. Su entrada en el mundo es conocer a la primera mujer, siente algo con el corazón que le palpita, que es desconocido para él. Cuando escribes de un personaje de ocho años, juega y mira el mundo de otra manera. Una de las novelas más interesantes que yo he leído en mi vida ha sido El niño con el pijama de rayas porque el secreto es que el autor fue capaz de ver el mundo a través de los ojos de ese niño. En esa perspectiva, eso es dificilísimo. ¿Qué es lo que pasa cuando tú escribes de un personaje de cincuenta años? Ese personaje está casado, tiene problemas con la mujer, con los niños. Tiene a lo mejor una amante por ahí que nadie lo sabe, tiene problemas en el trabajo... Esa es la diferencia entre una novela infantil juvenil. Es un trozo de vida que tú empiezas en un punto determinado y acabas en otro. En ese trozo de vida un personaje de quince años no se mueve por lo mismo que un personaje de sesenta.

¿Escribir novela juvenil también hace que su yo joven siga más vivo que en el de otra persona?

Yo me hice lector con El guerrero del antifaz, Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín... con los cómics, y por eso tengo este espíritu aventurero. Por eso un día salté de un avión, una vez me metí en un desierto y me perdí, y por eso me gusta navegar a vela... El primer libro que yo leí en mi vida fue Veinte mil leguas de viaje submarino en una época que no había libros y aquello era como un tesoro. Yo me hice un traje de buzo para emular a los buzos del Nautilus y casi me ahogo en el río Aznalcázar porque me metí con mi hermano, me puso un montón de pesas de piedras amarradas al cuerpo, me puso una lata de tomate en la cabeza con un tubo de goma y un corcho y menos mal que me amarró con una cuerda porque cuando yo iba por allí me caí y no me podía levantar y me estaba ahogando. Pero eso es es creatividad, ¿no? Cuando escribo para el público, y cuando luego tengo encuentros de autor en distintos colegios me lo paso muy bien porque me meto en la piel de ellos. Muchas veces descubro cosas que he escrito gracias a sus preguntas.

¿Cómo diría que está la juventud en cuanto a la lectura?

Ahora se lee más que nunca, aunque me consta que están haciendo barbaridades. El otro día me llamaron de un colegio para tener un encuentro con los alumnos, pero me llevé la sorpresa de que toda la clase estaba leyendo con un solo libro. Para mí eso es una ofensa al lector y a la literatura. Por lo menos podrían comprar media docena de libros. La Diputación de Sevilla, por ejemplo, está haciendo una labor estupenda con un programa que se llama El placer de leer, en el que yo estoy, y todos los años regala libros a niños de los pueblos de menos de 50.000 habitantes y forman club de lectura entre chavales jóvenes. Después llevan al autor allí para que vean que es andaluz, que habla como ellos, que tiene el mismo deje y la misma falta de dicción que él y que bueno, que no todo los de aquí no solo son tambores, castañuelas y farolillos.

¿Tiene ya algún próximo proyecto en mente?

En mente puedo tener 14 novelas ahora mismo. He estado en Coímbra y acabo de terminar de escribir una novela, El secreto del último templario, que lleva dos líneas narrativas: una en el pasado, en 1307, cuando Felipe IV captura a todos los templarios y hay un grupo que logra escaparse. La otra línea narrativa está ambientada en el presente, en la que hay un asesinato, y se van solapando las dos. El Ministerio de Cultura me pagó una una beca y estuve estudiando dos meses en las universidades de Coímbra manejando textos del medievo. Eso es una maravilla. Ahora mismo está en proceso de corrección. Y tengo otras más, una de esquimales y otra que se llama Jaque al alfil. Tengo tres o cuatro más ahí dando vueltas, pero me tengo que tomar un poquito de respiro, aunque yo nunca dejo de escribir a diario, eso para mí es como una droga.

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