La dura escuela de las victorias frustradas (y II)

LA CALAVERA Y LA ROSA. HABLAN LOS ITALIANOS DE LA DÉCIMA

El grupo de italianos llegó a la costa frente a la barriada linense de La Colonia, a doscientos metros del hotel Príncipe Alfonso

La Regia Marina premió a aquellos seis operadores con la Medallas de Plata al Valor Militar

La “playa de los italianos”, junto al puente sobre el Cachón en la misma entrada a La Línea. Por este lugar era por donde estaba previsto que, después de ejecutar sus misiones, los operadores de la X MAS alcanzasen la costa española.
La “playa de los italianos”, junto al puente sobre el Cachón en la misma entrada a La Línea. Por este lugar era por donde estaba previsto que, después de ejecutar sus misiones, los operadores de la X MAS alcanzasen la costa española.
Alfonso Escuadra

21 de septiembre 2022 - 04:00

Detrás de esta misteriosa denominación (base 'C') se ocultaba un buque cisterna de 6.664 toneladas de registro bruto llamado Fulgor perteneciente a la empresa La Columbia Societa Maritime de Génova. Había sido construido en la Spezia en 1922 dedicándose al transporte de petróleo desde las Antillas holandesas. La entrada en la guerra de Italia le había sorprendido en medio del Atlántico, circunstancia que le había permitido evitar su captura refugiándose en el puerto de Huelva. Se había trasladado a Cádiz a finales de julio de 1940 y desde entones, la Regia Marina lo venía utilizando en secreto como punto de abastecimiento de combustible, víveres y torpedos para los submarinos italianos desplegados en el Atlántico. Cometido este al que, en la primavera de 1941, se añadiría el de servir como alojamiento a los operadores de la Décima. Según el nuevo operativo, estos debían esperar allí hasta que, procedente de Italia, el Sciré de Borghese pasara a recogerlos y perfectamente descansados, los llevase hasta sus posiciones de ataque en la Bahía de Algeciras.

Este proceder iba a ser probado por primera vez en la B.G. 3; un nuevo intento de asaltar Gibraltar que, según la protomemoria redactada por la X MAS, se había previsto para la luna nueva de mayo de 1941. En principio, se la iba hacer coincidir con una nueva incursión, esta vez por parte de los medios de asalto de superficie, contra la base de Malta. Acción que finalmente hubo de ser suspendida a causa de una inesperada partida de la flota enemiga.

Casi dos semanas antes de las llegada de los operadores a Cádiz, concretamente el jueves 15 de mayo de 1941, el Sciré bajo el mando de Borghese, había partido de La Spezia con los tres maiale a bordo, Ocho días después, habían alcanzado las proximidades del puerto de Cádiz. Según Borghese, el viernes 23 a la caída del sol, el Sciré salió a superficie y, cauto y silencioso, maniobró en el interior de la bahía de Cádiz, con el flujo del río Guadalete (cuya corriente descendente, en contraste con la marea entrante, forma un juego extraño de pequeñas y violentas olas de espuma), consiguió pasar sin ser visto entre los buques fondeados -entre los cuales había algunos ingleses- y tras reconocerlo, acercarse al Fulgor.

El buque cisterna Fulgor, base secreta de abastecimiento de la Marina italiana y punto de apoyo del nuevo operativo empleado en sus acciones contra la base Gibraltar.
El buque cisterna Fulgor, base secreta de abastecimiento de la Marina italiana y punto de apoyo del nuevo operativo empleado en sus acciones contra la base Gibraltar.

Bajo la cobertura del servicio de Inteligencia naval italiano, el traslado de los operadores desde La Spezia se había efectuado sin incidentes y de hecho, hacía ya dos días que estos descansaban a la espera del submarino sin haber dado lugar -escribiría Borghese- a la más mínima sospecha acerca de su identidad o del objeto de su viaje... Un apretón de manos a los muchachos fue suficiente para constatar sus excelentes condiciones de forma; estaban felices con el magnífico viaje realizado y decididos al éxito.

Ya a bordo del Fulgor, mientras los tripulantes del submarino se aseaban y los operadores inspeccionaban sus respectivos torpedos, Borghese había recibido un último informe sobre la situación de los navíos en el puerto enemigo, por boca de un agente que acababa de llegar del Campo de Gibraltar. Al despuntar el alba y ya con los operadores a bordo, el Sciré había vuelto a sumergirse para tomar rumbo Este en dirección a la entrada de la bahía de Algeciras. Una vez más, la maniobra probada en la misión anterior demostraría su eficacia y burlando nuevamente a las reforzadas patrullas de vigilancia, el submarino consiguió deslizarse hasta el fondo de la Bahía. En el cuaderno de bitácora su comandante había anotado: "23:20 (del lunes 26 de mayo de 1941) en el punto establecido de la desembocadura del Guadarranque, me poso en el fondo a 10 metros".

Mientras los operadores pasaban una última revisión médica, les había llegado el esperado mensaje del Estado Mayor y con él las peores noticias. Al igual que había ocurrido con la acción de Malta, los navíos de guerra de la Fuerza H acababan de abandonar el puerto. En el diario de a bordo se puede leer: "Desilusión profunda, pero desánimo ninguno. Enfrentados a ese contratiempo, el Estado Mayor había autorizado que se procediese contra los mercantes fondeados en la rada".

El Teniente de Navío Decio Catalano, que aquella noche ejercía de capo-misione, escribirá luego en su informe: "El dolor de no poder operar en el interior del puerto quedaría en parte compensado, por la alegría de poder finalmente actuar, tras meses de preparación. La moral de mis compañeros de misión es elevadísima".

Dos minutos antes de la media noche, tras llevar el submarino a superficie, Borghese daba la orden de partida a los operadores. La maniobra de largado de los maiali se efectuó de forma rápida e impecable por lo que, una vez a recuperado el binomio de reserva, el Sciré puso proa hacia el Estrecho y navegando lentamente, volvió a burlar a las patrullas enemigas hasta alcanzar mar abierto iniciando el camino de regreso a La Spezia.

Mientras tanto y a diferencia de lo ocurrido en la acción anterior, los tres maiali habían conseguido mantenerse agrupados, lo cual les había permitido resolver la primera incidencia. El maiale del Teniente Vesco había tenido que ser abandonado después de varios intentos infructuosos de hacerlo arrancar. Antes de que se fuese al fondo, se había recuperado su cabeza de combate que fue inmediatamente acoplada al torpedo de Visintini. En cuanto a sus desmontados aurigas, Vesco recibió la orden de reforzar el binomio Visintini-Magro, mientras el Tenente del Genio Navale Antonio Marceglia, que a última hora había tenido que reemplazar al indispuesto Franchi, haría lo mismo con el de Catalano y Giannoni. De esta forma, los dos artefactos supervivientes se encontraron de pronto servidos por un excepcional equipo de tres hombres.

Aún así, ambas tripulaciones consiguieron completar sin problemas la maniobra de aproximación y situarse a unos seiscientos metros de los accesos al puerto interior; donde, con un gesto de buena suerte, se despidieron para ir a la búsqueda de sus respectivos blancos.

El Teniente de Navío Catalano escribiría luego en su informe: Mi objetivo no se distinguía bien sobre el fondo oscuro de la costa; parecía ser un vapor de mediano tonelaje. Yo me coloqué entre el buque y Gibraltar. Sirviéndome de las luces de Algeciras como fondo, comprobé que se trataba de una moderna motonave.

Representación del momento en que la dotación de un maiale procede a la colocación de la carga explosiva, de triste recuerdo para los participantes en el ataque de mayo de 1941.
Representación del momento en que la dotación de un maiale procede a la colocación de la carga explosiva, de triste recuerdo para los participantes en el ataque de mayo de 1941.

Con la intención de colocar la cabeza explosiva en la hélice, Catalano condujo su maiale hasta la popa del navío y una vez allí, Giannoni y Marceglia desmontaron para proceder con la operación de suspender la cabeza de combate bajo el navío enemigo. En el posterior informe de su jefe se puede leer: "Trabajaban con mucha calma mientras yo me aferraba al ingenio con las rodillas y con la mano derecha me agarraba al timón de la motonave... (De pronto) Marceglia comenzó a agitarse en el agua como si le faltase el aire... Yo supuse que mi tercer operador se había fatigado en exceso y lo llamé a mi lado. Le dije que ocupase mi puesto, mientras yo me intentaba evitar que la cabeza (de combate) golpease contra el costado del buque. Marceglia se sentó a horcajadas en mi puesto... mientras yo supervisaba el trabajo de Giannoni, que entretanto se había sumergido. De cuando en cuando, yo sacaba la cabeza fuera del agua y en uno de aquellos afloramientos, noté que Marceglia estaba boca abajo, inmóvil, con la cabeza ligeramente vuelta hacia popa; me aproximé y lo encontré con los brazos y piernas extendidos. No respondía a mis llamadas...".

Consciente de que se trataba de una situación de vida o muerte, Catalano se lanzó en ayuda de su compañero mientras el maiale comenzaba a irse al fondo. En un intento de evitar su pérdida, Giannoni se sumergió en pos de él sin resultado. Ampliamente superado su límite de profundidad, la presión acabaría con el artefacto. Sujeto por sus dos compañeros, Marceglia seguía desvanecido cuando se deshicieron de los autorespiradores. "A bordo -escribió Catalano- habían oído nuestras voces (y) un marinero de guardia se puso a popa, y con un potente foco comenzó a escudriñar el mar en nuestra dirección aunque sin llegarnos a coger en su haz. Continuamos nadando hacia tierra sin preocuparnos...". Poco a poco, Marceglia comenzó a recuperar el conocimiento y después de haber vomitado copiosamente, mejoró hasta que estuvo en condiciones de nadar.

Sobre las cuatro de la mañana llegaron a la costa frente a la barriada linense de La Colonia, a doscientos metros más o menos del hotel Príncipe Alfonso y tras despojarse de los trajes, se dirigieron hacia el acostumbrado punto de reunión. Apenas un cuarto de hora después llegaron también los tres operadores del segundo maiale; los cuales no tardaron en hacerles partícipes del desarrollo de su acción.

Tras su despedida junto al puerto, Visintini se había dirigido hacia un navío de gran tonelaje que había terminado descartando al ver pintadas sobre uno de sus costados las dos grandes cruces que le identificaban como un barco hospital. Luego, se habían aproximado a un segundo navío que también descartaron al contemplar la palabra Switzerland escrita en su amura y tomarlo por neutral. Lo mismo hicieron con un tercero e incluso con un cuarto, ambos por ser de un tonelaje excesivamente modesto. "De pronto miré la hora -escribiría Visintini- Eran las 2:20 y me di cuenta de que no tenía mucho más tiempo que perder en la búsqueda. Por eso decidí atacar".

Se aproximó a la silueta de lo que parecía ser un enorme petrolero deteniendo su maiale justo bajo su popa. Como estaba prescrito, Magro abandonó rápidamente su asiento para efectuar la consabida operación de minado. Sigue contando Visintini: "Habían pasado unos minutos y pensando que Magro pudiera necesitar ayuda, abandoné mi asiento y siguiendo el recorrido del cabo, lo alcancé. Lo llamé sin obtener respuesta. Noté que no agitaba las manos y me dio la impresión de que estaba haciendo un esfuerzo considerable. Más tarde pude saber por el propio Magro que, cuando había fijado el cabo a la limera del timón, este se había roto".

A partir de ese momento, todo el peso del aparato con sus dos cabezas explosivas pendía estaba sujeto sólo por el cabo que Magro se esforzaba en sujetar. Visintini intentó atajar el previsible desastre ordenando a Vesco que liberase lastre para compensar el empuje. Pero antes de que pudiese conseguirlo, la cuerda se escapó entre las manos del agotado especialista y el artilugio comenzó a precipitarse hacia fondo. Al igual que había ocurrido con Catalano, la reacción instantánea de los dos oficiales fue iniciar un rápido descenso para intentar recuperarlo.

"Yo trataba de alcanzar el sillín de pilotaje -escribiría Visintini-, pero no pude conseguirlo porque, de forma reiterada, me vi obligado a darme oxígeno. El veloz descenso continuaba. De pronto, sentí una fuerte presión transmitida al traje y más tarde, una extraña sensación de bienestar, mientras pasaban ante mis ojos centellas rosas, amarillas y azules. La profundidad debía ser ya superior a treinta metros y el descenso no se detenía. Comprendí con amargura que todo se había perdido. Me di cuenta de que el extraño bienestar estaba a punto de transformarse en una pérdida de conocimiento. Para lograr un movimiento de ascenso, tuve que darme todavía oxígeno y nadar con el máximo vigor posible. Finalmente, alcancé la superficie. Los segundos que tardé en ver aparecer a Vesco me parecieron interminables".

La “playa de los italianos”, junto al puente sobre el Cachón en la misma entrada a La Línea. Por este lugar era por donde estaba previsto que, después de ejecutar sus misiónes, los operadores de la X MAS alcanzasen la costa española.
La “playa de los italianos”, junto al puente sobre el Cachón en la misma entrada a La Línea. Por este lugar era por donde estaba previsto que, después de ejecutar sus misiónes, los operadores de la X MAS alcanzasen la costa española.

Tras alcanzar a nado la costa, aquellos tres operadores se reunían con sus compañeros junto a la desembocadura del Cachón y apenas unas horas después, con la ayuda del servicio de Inteligencia italiano, los seis se encontraban de vuelta en La Spezia.

Dado que el maiale no había sido concebido para operar en los grandes fondos sino en los puertos, aquellos dos artefactos perdidos en Gibraltar fueron considerados el precio que la Décima tuvo que pagar por los beneficios de aquella experiencia. Así se explica el juicio que Borghese haría de la B.G.3: "La misión había servido como una especie de ejercicio real... (por un lado) se había comprobado el nuevo sistema de aproximación de los operadores al objetivo, vía 'Fulgor'... (y por otro) se había ejecutado sin dejar indicios y sin levantar sospecha alguna entre los españoles o los ingleses... No habiendo advertido estos últimos -en forma alguna- el peligro que habían corrido la noche del 26 de mayo, permanecía intacta la posibilidad de intentarlo de nuevo, tomándolos por sorpresa".

A la luz de estas palabras no resulta extraño que la Regia Marina premiase a aquellos seis operadores con la Medallas de Plata al Valor Militar. No obstante, la forma en que se había desarrollado esta nueva incursión de la X M.A.S. en la Bahía de Algeciras, constituye una prueba evidente de que los futuros triunfos de la Decima se habían fraguado en la dura escuela de las victorias frustradas.

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